La tragedia de Caranavi dejó una imagen muy dura en la mente de los bolivianos, la del bombero que cargaba sobre su espalda el cuerpo sin vida de una pequeña; esta es parte de esa historia

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12 de febrero de 2019, 15:56 PM
12 de febrero de 2019, 15:56 PM

Marvel Flores parece un nombre ligado a la tragedia, al heroísmo, a la entrega. Fue viral esta semana con la proeza del bombero voluntario que rescató varios cuerpos inertes, entre ellos el de una niña llamada Keyla Cusi y otros con vida, de dos aludes en los Yungas de La Paz, pero está conectado a un episodio que conmovió al país entero hace casi 15 años: la inmolación del minero Eustaquio Picachuri.

¿Qué tienen que ver ambos hechos? El hilo conductor es Wálter Marvel Flores Gonzales, el comandante del Escuadrón Pumas y entonces encargado de la seguridad del Poder Legislativo que, la tarde del 30 de marzo de 2004, murió en el edificio de acceso al Congreso al intentar persuadir al minero “Picacho” para que no activara los explosivos que tenía adheridos al cuerpo. Fracasó en ese afán y lo pagó caro…

Ese teniente coronel legó su heroísmo (y también su nombre y apellido) al bombero orureño que esta semana protagonizó una hazaña que, para él, no fue tal. Hugo Marvel Flores Gómez es sobrino y ahijado del agente policial caído en la sede congresal; aunque el bombero no se considera un héroe, los medios de comunicación lo catalogaron así.

“A él le debo todo lo que soy. Siempre trato de seguir su ejemplo, el ejemplo de mi tío y padrino”, cuenta a Correo del Sur el joven que está por egresar de Arquitectura en La Paz, refiriéndose a su tío.

Como salido de un filme del Universo Marvel –la famosa franquicia de superhéroes–, Flores Gómez echó mano de sus poderes hace ocho días para rescatar cuerpos de la tragedia del Puente Armas, camino a Caranavi. Él no lo buscaba, pero su proeza conmovió al país y quedó inmortalizado con fotos, caricaturas y memes que invadieron diarios y redes sociales.

Aunque tiene claro que lo bautizaron con el nombre de pila de su tío, no sabe exactamente de dónde provienen los Marvel en la familia. Dice que intentó averiguarlo muchas veces, pero nunca lo logró; una vez escuchó decir que su abuelo paterno bautizó al policía desaparecido con ese nombre siguiendo el consejo de un buen amigo suyo de origen inglés o norteamericano.

En el colegio y la facultad, en su vida cotidiana, le preguntan si su nombre es en realidad su apodo, y lo asocian con los famosos Vengadores de la pantalla grande.

El “bombero maravilla”, como lo rebautizaron cientos de usuarios en las redes sociales al traducir del inglés la palabra “marvel”, se oye conmovido al recordar a “mi padrino”. Y en honor a su memoria, también valora el sacrificado trabajo que desempeñan los policías del país, sobre todo los bomberos.

Aunque la búsqueda continúa, todavía son llorados los mortales efectos de los deslizamientos en el tramo Yolosa-Caranavi. Ahí, en el Puente Armas, murieron al menos 16 personas, hubo 50 heridos y quedan diez desaparecidos.

El primer derrumbe sorprendió en la mañana del sábado 2, cuando un enorme bloque de tierra humedecida por las lluvias se desprendió y cayó sobre la carretera, afectando a varios vehículos. El segundo, hace exactamente una semana, afectó a varias personas que intentaban cruzar a pie por el lugar, en plenas labores de estabilización de la zona.

Pese al cuadro desolador y de desesperanza que sus ojos veían, Hugo Marvel se calzó una armadura de titanio y de valor y se ofreció para evacuar el cuerpo sin vida de una niña de siete años; era Keyla, que acababa de ser encontrada en un paisaje desolado de Yungas, algo que lo marcaría, aunque él intente olvidarlo.

Como muchos de los personajes de las tiras cómicas trasladadas al celuloide, este héroe que no se considera tal es un ser humano común. Reparte las horas del día entre el estudio en la Universidad de Aquino Bolivia (UDABOL) y la capacitación constante en el voluntariado, que se ha hecho parte de su vida. Es miembro del Grupo de Bomberos Antofagasta y cumple un turno de ocho horas a la semana.

Nació en Oruro, pero radica en La Paz desde 1998. Con 34 años, es soltero; tiene dos perros: un shar pei de ocho años y de nombre Gallet (en honor al bien equipado casco de bomberos Gallet F2), y Beba, una ch’apita de cuatro a la que adoptó tras encontrarla atropellada junto con su cuerpo de Bomberos. Vive con ambos en la Zona Sur y ellos quedan al cuidado de terceras personas cuando Marvel debe responder un llamado de auxilio.

El sábado pasado, precisamente, atendió una emergencia y viajó con su brigada hasta el lugar del siniestro: el objetivo era rescatar a los afectados por el derrumbe, que habían sido sepultados por toneladas de tierra dentro de sus propios vehículos.

“Sólo llevé mi uniforme a la Unidad. Debía alistarme porque había un accidente”, y al llegar al lugar y contemplar el panorama “fue terrible”, confiesa.

A la inestabilidad del terreno y el factor climático adverso, se sumaban las carencias materiales para labores de salvataje. Cada minuto contaba y marcaba una delgada membrana entre la vida y la muerte para los tocados por el infortunio en Yolosita.

Marvel narró durante toda la semana detalles del operativo a distintos medios. También habló con este diario y, se volvió a quebrar al rememorar lo vivido.

Aunque al igual que sus compañeros –decenas de policías, soldados, comunarios y pasajeros en el lugar–, Marvel trasladó cuerpos sin vida y evacuó a heridos, el rescate de la niña le quedó tatuado.

Este valiente orureño puso a prueba su temple emocional, su equilibrio mental y su resistencia física para regalarle a ella, al menos, una cristiana sepultura.

Horas imborrables

Cuenta un cúmulo de sentimientos encontrados; se derrumbó y rehízo una y otra vez, se superó a sí mismo. Los 60 minutos que llevaron el rescate de la niña fueron una prueba de fuego para él.

Cuando la encontraron ya sin signos vitales, sus colegas pusieron el cuerpo sobre una frazada. Esperaban cuerdas y camilla para subirla, pero Marvel se ofreció a llevarla para agilizar el proceso: “Me dolía verla ahí (en el suelo). Ahí nos ordenaron que saquemos el cuerpo, pero nadie quiso, yo me ofrecí y lo cargué”.

Así fue que la ataron sobre su espalda –“estaba tan bien amarrada que su cabeza estaba en mi cuello”– y el bombero comenzó el ascenso. En algunos tramos se cruzaba con otros voluntarios y civiles que preguntaban ilusionados por la salud de la menor: su posición hacía ver que tenía vida. Quebrado, cansado y desolado, él respondía que ya estaba muerta y abría una romería de lágrimas alrededor.

Si Keyla estuviera viva, ¿qué le dirías? “Creo que no le diría nada, porque todo lo que tenía que decirle ya se lo he dicho. Pensaba que cuando subía con ella estaba viva, aunque sabía que estaba muerta: ‘mi corazón no se detendrá hasta que lleguemos arriba, me hubiera gustado jugar con vos… vamos a jugar, no te quedes’”, responde el bombero.

Mientras el ascenso continuaba, el cuerpito se hacía más pesado; esa era la sensación del rescatista. “Le hablaba para que no se haga más pesado; entre los bomberos pensamos que a veces el cuerpo no quiere salir, no quiere dejar la escena, hay que hablarle o hay que reñirle; aunque parezca un poco loco, es un desahogo para nosotros”, agrega.

Dos horas antes, cuando recién habían llegado a la zona, bomberos y voluntarios tendieron extensas cuerdas desde la altitud para descender hasta el corazón de lo que el derrumbe había tapado. Recuerda gritos desesperados de auxilio, llantos y golpes dentro de los motorizados cubiertos por el lodo.

Los bomberos empezaron a cavar y sacaron algunos heridos. Pero otro deslizamiento echó por tierra lo que habían avanzado, y tuvieron que comenzar de nuevo.

Después de 120 minutos de faena, un silencio frío, tanto como el tiempo de ese día, se apoderó del lugar; ya no había señales de vida.

“Emocionalmente fue doloroso. Era complicado, muy complicado. En la parte de arriba ya había familiares que la esperaban. Entregué el cuerpo a la Policía para que se encargue de llevarla a la morgue. La familia reconoció el cuerpo. No supe ni su nombre. La dejé y volví a bajar de inmediato. Debíamos apurarnos, porque seguía deslizándose el cerro”, declaró al diario Opinión.

Pesada carga emocional

“Emocionalmente era (una carga) fuerte, a momentos parecía que la niña estaba durmiendo sobre mis hombros (…) Subía y subía. Físicamente no era tan cansador, hicimos trabajos más pesados (…) La carga emocional era mucho más dura que el peso”, recuerda Flores Gómez para CORREO DEL SUR.

Como apaleado por el difícil trance, sostiene que en algún momento incluso pareció escuchar la voz de la pequeña preguntando por su mamá.

“Sentía que su piel rosaba con la mía y su sangre se untó en mi ropa (…) En ese momento uno quiere llorar, pero no se puede, se pierde fuerzas. A mí y a mis compañeros nos dolía, pero teníamos que seguir (…) La orden era subir, dejar a la niña y volver”.

Casi al llegar a su primer descanso, antes de la plataforma estable y de la senda en la que se lo ve retratado por la foto de Javier Mamani, de la agencia APG, un suboficial le dio una orden que supo reponerlo y cortar un intento de lagrimeo.
 
Repetiría la faena siete u ocho veces más, con heridos y, sobre todo, con cuerpos sin vida, solo y auxiliado por sus compañeros.

Un nuevo comienzo

No se considera un héroe. “En todo caso –dice– lo tendríamos que ser todos los voluntarios, los bomberos y policías que estuvimos ahí”.

El rescatista tampoco tiene nada para reprocharse, pues asegura que dieron su máximo esfuerzo para socorrer a los damnificados. Para ellos no hay “hubiera” o “era”.

“Nunca me pongo a pensar (qué hubiera sido diferente), es frustrante pensar eso. Puede que sí como puede que no, no se ha dado. No pensamos mucho en eso, llegamos y hacemos lo mejor que podemos, tal vez incluso nos equivocamos porque somos humanos. Pero hemos dado todo, no hemos comido el primer día hasta que era muy tarde, hemos almorzado a las nueve de la noche”.

Marvel cumplió anoche su primer turno luego del rescate masivo de Yungas. Esperaba, –espera– que el paso del tiempo le ayude a superar la huella de lo que vio y vivió. “Tengo una carga emocional más fuerte y lo recuerdo y, es más duro”, admite.

Y cierra el diálogo con una convicción que parece traspasar armaduras, de esas que usan los superhéroes en las películas de ficción: “Yo voy a seguir, ellos (sus compañeros) también van a seguir hasta donde podamos, hasta donde el cuerpo aguante. Vamos a seguir trabajando con esto”.

Una foto tomada con polémica y una caricatura como tributo

Hugo Marvel Flores Gómez señala con enfado que su labor no hubiese saltado a la luz de no haber sido por un fotógrafo de la agencia APG que se lanzó a retratarlo en plena faena; esta semana, además, un ex rescatista llevó al papel una caricatura inspirada en la instantánea. Ambas representaciones conmocionaron más a decenas de miles de bolivianos en las redes sociales, es que tocaron las fibras más íntimas de su sensibilidad.

"Cuando vi al fotógrafo me molesté, era muy íntimo (el momento) estaba cansado y cuando él salió de la maleza, traté de pararme y ahí aprovechó para sacarme la foto", manifestó. "No quería que muestren el cuerpo (de la niña muerta) así, por eso me escondí un poco. Estaba descansando antes de salir a la carretera y directo ir hacia la camioneta y que no me vea mucha gente", agregó.

El voluntario estaba agazapado, tomaba un nuevo impulso para el tramo final y tenía un mundo de sensaciones encontradas en la mente. Tenía que dar la cara a los familiares con el cuerpo de la pequeña. “Quería ir corriendo, directo, para que no sea tan dramático el momento, para que nadie me agarre. A veces los familiares se desesperan mucho”, narró.

Flores también quería estar solo, “completamente solo, era un momento muy íntimo de reflexión entre todo lo que había subido con la niña”, pero fue sorprendido por el lente de Javier Mamani, un fotoperiodista de la Agencia de Prensa Gráfica (APG).

“Se me ha roto el alma (él, Marvel) estaba cansado, triste”, cuenta Mamani y lo califica como “admirable”, pues apenas hizo la foto el bombero se rehízo sin decir nada y empezó a caminar lentamente.

Mamani fue desplazado a la zona para cubrir el siniestro; compartió la imagen icónica el mismo sábado 2, por la noche.

Flores sigue dolido por la foto, asegura que “lo que menos hubiera querido es que se haga tan viral (…) este caso ha sido muy sonado, pero hemos tenido casos mucho más fuertes y los hemos superado más rápidamente”. Él mismo recuerda que en el pasado tuvo que rescatar a una niña muerta agarrándola de las piernas, en un cuadro dramático luego de un accidente.

“Estamos diez años en el voluntariado, yo mismo no he visto muchos casos porque no estoy de turno, muchos casos más graves que son atendidos por otros voluntarios, o más seguro por los policías, oficiales o suboficiales”, enfatiza.

Homenaje de un excompañero

Además de la foto que se hizo viral el lunes, Miguel Mealla rindió homenaje a los rescatistas de Yungas con una caricatura que reinterpretó la imagen y la proyectó con humanidad.

“El dibujo es hecho por un compañero nuestro, que es nuestro amigo, antes estaba con nosotros, era mi antiguo, era voluntario”, cuenta el rescatista.

Mealla es ilustrador y caricaturista. Le dijo al diario Página Siete que hizo la caricatura como homenaje a sus ex compañeros y poniéndose en su lugar con conocimiento de causa.

“Es un momento muy duro emocionalmente. Ni la pensé, me puse en sus botas. Lo que yo quería era hacer un tributo a todos los bomberos” explicó sobre su caricatura más viral.

Familiar agradecido

Keyla Cusi, la niña de siete años que Marvel Flores rescató sin vida el sábado, ya fue sepultada. Uno de sus hermanos mayores contó a la Red PAT cuánta falta le hace en su hogar, pues vivía con ella.

“Destrozado porque era casi como mi hija, la más pequeña, la que hacía bulla, mi casa ahora está vacía, cuando llego a la casa veo las cosas de mi hermanita…una pena”, dijo Bryan Cusi.

También tuvo palabras de agradecimiento para con el bombero voluntario, al que como otros miles de bolivianos calificó como a “un héroe”.

“Muchas gracias por hacer todo el esfuerzo para rescatar a mi hermanita”, refirió y no ocultó su pesar porque su padre y su tío siguen desaparecidos luego de la tragedia de Yungas. La familia Cusi de Caranavi perdió ocho miembros en total, a la pequeña Keyla entre ellos.