La familia Veizaga vive una tragedia en Tocopilla, ayer encontraron el cuerpo de Salomón, un día antes habían confirmado la muerte del hijo. Leonardo Condori relata la angustia que padeció y de cómo sobrevivió. EL DEBER entrevistó ayer a un segundo superviviente

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17 de junio de 2019, 6:46 AM
17 de junio de 2019, 6:46 AM

Aguanta el llanto. En sus manos tiene un teléfono celular y está en medio de una videollamada con su hija. Leonardo Condori, superviviente del accidente en la mina Directorio 8, punto San José, en la ciudad de Tocopilla, al norte de Chile, es un minero boliviano, de 62 años. Le cuenta a su primogénita cómo sobrevivió a la desgracia. Ella solo le dice que lo ama y que quiere verlo en La Paz, su ciudad natal. Acaba el contacto y de inmediato las lágrimas le brotan a Leonardo. No puede creer cómo sobrevivió y le pesa saber que sus compatriotas, Denny y Salomón Veizaga, fallecieron.

Leonardo habló ayer con EL DEBER en su domicilio en Tocopilla. A mediodía fue dado de alta del Hospital Comunitario Marcos Macuada. Estaba en cama. No le dejan caminar mucho por precaución, aunque él lo quiere hacer sin ningún problema. El minero boliviano, que radica en el norte de Chile hace ocho años, relata que estaban terminando su trabajo cuando sucedió el accidente. Para él era el segundo día de trabajo en la mina de cobre, después de mucho tiempo alejado de actividades de este tipo. No puede creer que ninguna piedra de tamaño considerable le haya llegado al cuerpo. Es más, se agarra la cabeza al contar que una roca cayó entre sus piernas.

“Ya estábamos por retirarnos. Instalamos maquinaria para perforar y estábamos por salir (de la mina). De un rato a otro pasó el derrumbe y como un milagro no me llegó ni una sola piedra. No sé qué pasó, es algo milagroso”, relata Condori.

Leonardo se agarró de una madera para evitar deslizarse. Dice que luego de esa avalancha de rocas Denny y Salomón aún estaban con vida. Les gritó y ambos le respondieron. Es más, tenía al joven a un metro y medio de él. “Le dije (a Denny) que espere, que no suba, que veremos cómo ayudar a su papá”, comenta. Pero al novato minero, que era ayudante en el yacimiento, le ganó el sentimiento de hijo.

Fue hacia donde estaba su padre para ayudarlo y en ese momento ocurrió el segundo derrumbe. Condori les gritaba pero no obtenía respuestas. Lo peor le pasaba por su cabeza, pero se negaba a pensar que habían fallecido.

Las horas de angustia

Leonardo no podía moverse. Tenía piedras grandes a sus dos lados y por delante. Tampoco podía retroceder. Temía que pase otro derrumbe. Con las rocas medianas hizo una especie de paredes para que las piedras que caían no le lleguen a su cuerpo. El experimentado minero fue quien dio la respuesta sonora para avisar que había vida al interior. Utilizó piedras y una pala para golpear. En ese momento era el único con vida, pero él se negaba a confirmar ese extremo. “Seguía gritando y no tenía respuesta. Mi linterna (en su casco) se apagó por falta de batería y eso me complicó más”, relata.

Todo estaba oscuro. Pero su luz interior permitió que no perdiera la fe. No tenía hambre ni sed, ni sueño. Dormía poco, solo minutos. Estaba atento a los trabajos que se hacían y él tenía otro plan. Quería derribar las piedras por su cuenta. Sentía que tenía fuerzas, pero pensó y decidió no hacerlo. No quería provocar más derrumbes. “Solo me quedaba esperar. Escuchaba lo que hacían, sabía que estaban haciendo todo lo que podían (para rescatarnos)”, dice.

Los tres mineros habían ingresado a la mina de cobre el mediodía del jueves. Trabajaron durante cuatro horas. Su misión era instalar unos equipos de perforación, tarea que la cumplieron en ese tiempo. Fernando Condori, hermano de Leonardo, se enteró a las 19:00 del accidente. Fue de inmediato al lugar y se encontró con un equipo de rescate. Varias instituciones habían llegado hasta ahí. Pero lo más importante fue que los mineros de Tocopilla se unieron para colaborarlos.

Labores de rescate

Manuel Peña es un minero chileno. Él tiene equipos y dos minas, pero trabaja al interior como un minero más. Él fue quien descubrió el cuerpo de Denny el sábado temprano. Y luego de un tiempo tuvo el primer contacto con Leonardo. “No tengo lámpara, no tengo lámpara”, fueron las primeras palabras del minero superviviente, que en ese momento solo tenía moretones en los brazos. “Le dije que si veía las luces, me dijo que sí. Fue un sentimiento impresionante. Uno estaba con vida, aunque antes recuperamos el cuerpo del chiquillo (Denny)”, relata Peña.

Marco Antonio Díaz, intendente de Antofagasta, fue quien confirmó ayer que Salomón estaba muerto. Luego de tres días de arduo trabajo por fin se había dado con los tres mineros. Uno de ellos con vida. Los fallecidos, padre e hijo, según Leonardo, perecieron debido al sentimiento familiar. “Insisto en que le dije a Denny que no vaya, no sé por qué no me hizo caso. Podíamos ver qué hacer para ir por su papá después”, lamenta.

Salomón estaba atascado un piso más arriba. No había cómo llegar al lugar en ese momento, pero Denny decidió ir por su padre. Según la investigación, el hijo fue arrastrado por el segundo derrumbe y pudo morir de inmediato. El papá, que ayer fue encontrado, prácticamente seguía en el mismo lugar. Todos estaban a 70 metros de profundidad, aproximadamente. El cuerpo de Denny está en la ciudad de Antofagasta, donde fue sometido a autopsias de ley.

El viceministro de Gestión Institucional y Consular, Raúl Castro Cuéllar, fue el encargado de coordinar el rescate con los equipos chilenos. Permaneció en el campamento ni bien llegó a la mina junto al cónsul boliviano en Calama, Severino Atahuichi. “Estamos gestionando para que los cuerpos sean repatriados. Como Gobierno ayudaremos a las familias en todo lo posible”, detalló Castro.

La familia Veizaga pide viajar junto a los cuerpos desde Antofagasta. No quieren regresar a Bolivia vía terrestre, ya que los cuerpos llegarían antes y no podrían recibirlos en Santa Cruz. Piden al Gobierno ir en el mismo avión en el que vuelvan sus seres queridos.