Urbe de contrastes, de subidas y bajadas, de protestas y de fiestas. Interminable como sus facetas. Así es La Paz, que hoy celebra 210 años de su gesta libertaria 

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16 de julio de 2019, 11:50 AM
16 de julio de 2019, 11:50 AM

La Paz es muchas cosas menos lo que dice su nombre. Es una olla en ebullición a la ‘hora pico’, es la sede del poder y es una fiesta interminable, semana a semana, en todos sus barrios y en honor a cuanto santo patrono o fecha se aproxima.

Pero la fiesta —la fiesta en serio— estalla en julio. Es como si bailarines, caseras, vivanderas, acróbatas del minibús y peatones de saco y corbata tomaran impulso durante todo el año para celebrar ‘de julio el gran día’. 

Cuando el sol se esconde en el ocaso, La Paz es sombra infinita de construcciones de ladrillos desnudos, incrustada entre cerros y esparcida sobre un valle que va de los rincones al centro. En cuestión de unos pasos, a uno se le antoja estar en una ciudad cosmopolita y costumbrista al mismo tiempo. Desde las laderas, destellan luces en la noche que parecen juegos de artificio que arden pero que jamás explotan.  

La modernidad habitando el Ande profundo, con sus gentes, sus idiomas, sus tejidos, colores y comidas.

Allá abajo, la otrora residencial zona sur se yergue en nuevas moles de concreto, preñadas de lujos. El ladrillo aldeano cedió su lugar a la suntuosidad del acero, el vidrio blindex, a la portería de condomio y a una nueva centralidad plagada de 4x4 y aires de un presente que parece, en sus formas, rememorar a sus grandezas del pasado. Nombrada ciudad maravilla, La Paz es aquella que no descansa y vive de glorias presentes y pasadas.

Haz clic sobre esta imagen para ver 7 de los rostros de esta maravillosa ciudad:

Las Siete caras de la ciudad maravilla

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