Se inició como un movimiento antisistema y ambientalista; hoy concentra los aparatos del poder. Se transformó en ‘industrializador’. El ministro de Gobierno, Carlos Romero, apunta que el contexto es distinto al de hace 13 años

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8 de noviembre de 2018, 5:00 AM
8 de noviembre de 2018, 5:00 AM

Si este fuera el 2005, el entonces candidato Evo Morales estaría denunciando a la mafia ‘corrupta’ detrás de la Corte Nacional Electoral (CNE), porque a fines de octubre retrasaron las elecciones generales acordadas para el 6 de diciembre, y que finalmente se realizaron el 18. En un tono triunfalista anticiparía la agonía de los partidos neoliberales, una asamblea constituyente, la nacionalización de los hidrocarburos y la refundación del Estado.

Pero estamos en 2018; y el presidente Evo Morales destaca los logros macroeconómicos de su gestión en escenarios internacionales: “(Los presidentes de Centro y Sudamérica) se sorprenden, me dicen: ¿qué has hecho para eso? Yo he dicho recuperar, nacionalizar e invertir”, dijo tras anunciar el doble aguinaldo. Mientras, las bases del Movimiento Al Socialismo (MAS) reivindican los beneficios que trajo este proceso y ejercen presión sobre el Tribunal Supremo Electoral (TSE), ante la proximidad del 8 de diciembre, cuando los vocales se pronunciarán si habilitan o no a Morales como candidato para el 2019.

Para analistas y actores políticos consultados por EL DEBER, en los casi 13 años de Gobierno el MAS dejó de ser una fuerza política movilizadora hacia el cambio (impulsado por diversos sectores sociales) y se convirtió en la representación de una sigla oficialista que propone la continuidad en la administración del Estado.

El sociólogo Jorge Komadina identifica tres ciclos en el relato del MAS; el primero es el constitutivo, entre 1997 y 2005, con un discurso anticapitalista y antiimperialista, en defensa de la hoja de coca y en contra de la intervención de EEUU. En su camino enuncia otras medidas (nacionalizaciones y temática indígena).

A partir de 2006, ya en el poder, el MAS habla de la refundación, un proceso constituyente, el nacimiento del Estado Plurinacional y se consolida la nacionalización; se desarrolla la cumbre de Tiquipaya (2010), que plantea los derechos de la madre tierra.

Pese a esto, desde 2009, con la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado ya no se habla de socialismo, las grandes utopías se desplazan por un discurso más pragmático. En este tercer ciclo, las ideas se cambian por una visión de desarrollo que se traducen en la agenda 2020-2025, y cuya matriz es “el desarrollo para desplazar la pobreza”, dice Komadina, incluso en contra de grupos indígenas y ambientalistas. En el último tramo, se incluye la demanda marítima.

Este plan se sostiene en cinco pilares: cero pobreza extrema, industrialización de recursos naturales, seguridad alimentaria, acceso a servicios básicos y soberanía tecnológica.

El periodista Rafael Archondo, que fue representante de Bolivia ante la ONU durante la gestión de Morales, denota algunas diferencias entre 2005 y 2018. “Antes, ofrecía cambio, hoy estabilidad; agrupaba el voto rural y urbano, hoy perdió respaldo de las ciudades, representaba a los pueblos indígenas del país, hoy solo quechuas y aimaras; defendía la naturaleza, hoy es industrializador; reunía varias corrientes ideológicas, ahora no acepta el disenso; aspiraba a cambiar la Constitución, hoy como no consiguió la votación que deseaba, aspira a ‘violarla”, dijo.

La mirada del MAS

El ministro de Gobierno, Carlos Romero, exdirector del Cejis, apuntó a que la primera diferencia entre el MAS de 2005 y de 2018 es que se desenvuelve en un contexto diferente. En 2006, identifica una convergencia nacional en torno a una transformación de vida colectiva; en el occidente se demandaba la eliminación del neoliberalismo y mayor presencia del Estado, en el Oriente se exigía la autonomía, que detrás se inclinaba de igual manera por una mayor atención del Estado. “Este año el crecimiento es una constante y la situación económica estable. Frente a eso, es difícil que la gente quiera apostar a un escenario de incertidumbre”, añadió.

El exministro de Defensa Reymi Ferreira hizo énfasis en que en 2005 la presencia regional del MAS era débil, ahora es nacional y que la alianza obrero, campesina, indígena y clase media se expandió. Se refirió al disenso de una parte de la dirigencia de estos sectores, que “no arrastra a las bases”, lo que se vio en el caudal de votos que luego concentraron, como es el caso de los marchistas del Tipnis.

Faltan voces críticas

Para la exviceministra, exasambleísta y exdiputada del MAS Rebeca Delgado, disidente en su última gestión como presidenta de la Cámara de Diputados, consideró que en el partido gobernante “hay poca oportunidad de reflexión”, lo que los lleva a negar hechos que para los demás son evidentes. Para Delgado, la base social ya no está y solo tienen operadores políticos, por ejemplo, para el cambio de ministros, solo hay enroques, es decir, son las mismas 10 personas que rotan cargos.

“Con el Fondo Indígena nos dimos cuenta que compraban a la gente con prebendalismo, y que debilitaron las organizaciones creando paralelismo; como dos Conamaq o dos Cidob”, dijo.

Del lado de la oposición, la senadora María Elva Pinckert (UD) recordó que el MAS llegó al poder “dando esperanza” de consolidar un verdadero cambio, pero que terminó demostrando que era lo mismo, contra lo que las clases populares se habían rebelado.

“No es un proceso, es un régimen persecutor que concentra el poder, cuyo caudillismo lleva a sus acólitos a compararlo como un dios. En estos años, manejaron unos $us 240.000 millones, disfrazados de socialistas, pero no dieron solución a problemas estructurales”, cuestionó.

El politólogo Marcelo Arequipa observó que la propuesta de estabilidad que ofrece el partido de Gobierno es muy similar a lo que era el discurso predominante en los 80 y 90, es decir, de que la estabilidad del país dependía de tres partidos (ADN, MIR y MNR).

Evocó que el ‘instrumento político’ tenía como característica principal la épica y el ascenso al poder ante una coyuntura de desgaste de la clase política y un clima económico desfavorable.

Si este fuera el 2005, el MAS tendría un tercio de la intención de voto en las encuestas, casi como ahora, y ganaría con el 54%, pero esta vez son los partidos de oposición, los que trabajan en la construcción de un discurso político capaz de interpelarlo, y de proponer otra forma de gobierno.

En contexto

Creación del instrumento
En 1995 las federaciones del Trópico de Cochabamba, junto con organizaciones sociales (Csutcb, Cidob, Bartolinas Sisa) crean el instrumento político, que tuvo por nombre Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP), por falta de personería jurídica se unen al MAS en 1997, y se presentan en las elecciones. Evo Morales llega al parlamento con el 70% de votos; nace entonces una nueva organización política, reseña María René Barrientos Garrido.

Voto urbano y rural
En el 21-F, el Sí perdió en ciudades capitales, con la salvedad que ganó en El Alto; en proporción, quedó con un 42%, mientras el No con 58%. Pese a esto, una reciente encuesta de Ipsos para la red RTP, dio a Morales, como ganador con un 32% en el área urbana, frente a Carlos Mesa, que le sigue con el 29%.

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