Las lenguas son heterogéneas y dinámicas por naturaleza, esto les garantiza su existencia. El castellano que se habla en Santa Cruz no ha sido la excepción. Varios expertos analizan sus características y advierten que se seguirá transformando

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7 de septiembre de 2019, 4:00 AM
7 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Todas las culturas evolucionan por los inevitables contactos con otras culturas. Esta evolución no se realiza en una sola dirección sino en varias, puesto que todos los grupos dan y reciben similares elementos.

La influencia de distintos fenómenos sociales y culturales puede provocar diversos cambios en el entorno social en el que nos desenvolvemos; no estando ajenos a ello el lenguaje y las formas de expresión..

El lenguaje del cruceño siempre tuvo sus características particulares que dieron sazón y frescura a su forma de ser. Sin embargo, con el tiempo palabras como arrofaldao, burisero, jasayé o tarechi han ido quedando en el olvido para dar paso a expresiones modernas.

Partiendo de esa certeza, el Museo de Historia propuso una análisis y discusión sobre el lenguaje cruceño en un coloquio titulado ¿Cómo hablamos?, en el que se abordó diversos aspectos del habla y la gramática cruceña con la participación de filólogos, escritores, investigadores e historiadores locales.

Gustavo Pinto Mosqueira está convencido de que los cambas chaco-amazónicos son uno de los pocos pueblos o culturas del mundo que hablan de una forma el castellano, pero que deben escribir en una gramática que no expresa el habla popular.

“Eso es una especie de tragedia, es decir, hablamos en la vida cotidiana de una forma y tenemos que escribir de otra manera.

Es tiempo que convengamos una normativa que recoja y respete nuestra manera particular de hablar el castellano cruceño, que ya estaba constituido con sus particularidades lingüísticas a fines del siglo XVIII, emparejado con el castellano rioplatense (Argentina y Paraguay), indica Pinto, que ha adaptado los evangelios al lenguaje regional utilizando lo que él llama el acento prosódico camba.

Una construcción

María Pía Franco aclara que el significado que la lingüística da a la palabra dialecto se refiere a cualquier variante de una lengua utilizada en una zona con semejantes características y que se diferencia de otras por aspectos de pronunciación, por cuestiones gramaticales, es decir, por tener un vocabulario y unas expresiones particulares. “En España se distinguen por sus características fónicas las variantes lingüísticas del andaluz, el extremeño, el murciano, el canario.

El andaluz y el canario sesean (como en casa, casería, sapato), aspiran la s final de sílaba (ajpirantej) o está más extendido el yeísmo (poyo). Entonces, todos hablamos un dialecto en cuanto usamos la forma de hablar la lengua propia de nuestra región”, explica Franco.

Al analizar la construcción del castellano hablado en Santa Cruz de la Sierra, la filóloga menciona que tiene muchos elementos del andaluz, como el seseo, la aspiración de la s en sílaba trabada [loh ojoh] y [pehkamoh] y el relajamiento o la pérdida de las consonantes oclusivas intervocálicas (como en helao, lao, pelao), aunque no el yeísmo; y también algunos rasgos del extremeño, como podría ser la cerrazón de o final en u (majau, melau, tronau) y la aspiración de la f- inicial latina (como en fierro), además de otros rasgos comunes a ambos dialectos hispanos, como la aspiración de la -s final de sílaba ya mencionada y la generalización del ustedes con la desaparición del vosotros.

“Varios de estos rasgos caracterizaron la forma de hablar de esta zona, como ocurrió luego con el vos deferente que se transformó en coloquial.

Pero, a diferencia de lo que ocurre en Argentina, que está mucho más generalizado, acá aún tenemos una importante presencia del usted para referirse a los padres, a la parentela de mayor edad, a quienes se debe respeto e incluso a la pareja, como lo usan aún varios de mi generación y alguna un poco menor”, dice Franco, que añade que las convenciones sociales constituyen un amplio dominio léxico de desarrollo en nuestra región, a la vez que el referido a la flora y la fauna regional le da esa identidad única que cada variante del castellano de América tiene. Se apoya en ejemplos extractados del Diccionario Enciclopédico Cruceño de Germán Coímbra:

“Del bésiro vienen achachairú, cuchuqui, chío, jichi, jone, paúro, peta, tacú, toborochi, totaí, curucusí. Del chané son aribibi, curichi, chulupi, jarichi, joco, motojobobo, picho, suso o tari. .

De la familia de lenguas guaraníes provienen ambaiba, camba, cunumi, cuñapé, guapurú, guaso, saó, tacuara, tajibo, tapeque, tapera, tatú. Muchas otras palabras son del quechua y están tan arraigadas en nuestro castellano que las sentimos propias: chipado, coto, locro, opa, poto, chilchi”.

¿Hacia dónde vas?

Mario Roca resalta que en Santa Cruz se ha creado una identidad a partir de un lenguaje particular que se denomina dialecto camba.

“La buena noticia es que sigue siendo un elemento distintivo de nuestra cultura. Lo negativo es el fuerte avance del ‘tú’ entre la población juvenil, debido a la injerencia de la televisión y el internet”, asegura Roca, que reclama a las instituciones educativas por no tomar en cuenta la importancia de mantener la variante del vos a la hora de enseñar la conjugación.

“No podemos determinar concretamente qué va a pasar con el dialecto camba, porque la lengua cambia en la medida en la que necesita cambiar. Sin embargo, si queremos mantener nuestra forma de hablar, debemos promoverla mediante políticas públicas”, agrega Roca.

Partiendo de la aceptación de que el lenguaje es dinámico y que impedir que sufra cambios sería una tarea imposible, Alcides Parejas marca la diferencia entre la sustancia que debería permanecer en el habla camba, dejando abierta la posibilidad de prescindir de elementos que él considera meros accesorios.

“Está en nosotros que lo sustancial no cambie, porque si lo sustancial cambia pasa a ser otra cosa; sin embargo, el accesorio va cambiando de acuerdo con las circunstancias.

Lo malo es que tenemos complejo de hablar como camba, nos acercan un micrófono y empezamos a hablar como gauchos, como collas o en un lenguaje supuestamente neutro, con la idea de que nos entiendan. ¡Por Dios! tenemos una forma de hablar hermosísima, ¿por qué debemos rechazarla? Tampoco pretendamos que ese dialecto sea inamovible.

La cultura es tremendamente dinámica”, puntualiza el historiador cruceño. Paula Peña afirma que está en las manos de los habitantes exigir que se utilice la forma de hablar del cruceño en acto públicos, publicidades y medios de comunicación.

“En los colegios ni siquiera se toma en cuenta la posibilidad de hablar como nosotros y los presentadores de noticias se avergüenzan de nuestra forma de hablar”, expresó la directora del museo, que recordó que el nombre del Aeropuerto Internacional de Viru Viru fue impuesto por los gobernantes de turno, yendo en contra de la forma original Birubiru, tal y como se llaman las pampas de la zona.

María Pía Franco no en tan fatalista con respecto a una supuesta indiferencia de los jóvenes hacia la variante regional: “Ellos no solamente hablan manteniendo algunas de las características propias de la región, sino que también la escriben y en el momento en que lo ven suponen una identidad todavía más marcada.

Entonces, no nos quejemos tanto. La identidad del cruceño cambia, no vamos a ser ni más ni menos cruceños por vestirnos de blanco y con el sombrero de saó.

Finalmente, no olvidemos que la variante regional no la aprendimos en la escuela; es en la casa, en nuestro barrio. ¿Por qué deben estar obligados los profesores a enseñar a hablar, si ya llegamos hablando a la escuela? Lo que aprendemos es a escribir y la escritura no es nunca una transcripción fonética”.