El escritor italiano de 93 años, creador del comisario Montalbano y uno de los máximos exponentes del noir mediterráneo, falleció el lunes un mes después de haber sufrido un infarto

El Deber logo
20 de julio de 2019, 4:00 AM
20 de julio de 2019, 4:00 AM

Más de un centenar de libros y millones de paquetes de tabaco después, a los 93 años, murió el escritor italiano Andrea Camilleri, el más veterano maestro de la novela negra y creador de la popular saga protagonizada por el comisario Montalbano. Arrollador y vital, fumador empedernido, aficionado a la buena mesa, lector voraz hasta hace unos años, admirador del sexo femenino e impenitente conversador, una semana antes de su infarto, en una charla radiofónica con los periodistas Massimo Giannini y Jean Paul Bellotto en la que presentaba la última novela de Montalbano, El cocinero de Alcyon, todavía sin traducción al castellano, el escritor siciliano mostraba serenidad al decir:

“No le tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte. No me arrepiento, tuve una vida afortunada”. Con Camilleri, nacido el 6 de septiembre de 1925 en la localidad siciliana de Porto Empedocle, se va uno de los últimos representantes de ese noir clásico que lleva décadas haciendo las delicias de millones de lectores. Sin embargo, a pesar del reconocimiento actual, el mundo de las letras fue algo que se le resistió mucho a lo largo de su vida.

Tras obtener el bachiller clásico en su localidad natal, en 1944 se inscribe en la facultad de Letras, pero deja los estudios para comenzar a publicar cuentos y poesías con escaso éxito, aunque obtuvo el Premio St. Vincent. Por esos años se afilió también en el Partido Comunista, un amor que como el de la literatura todavía le duraba. “Sigo teniendo un alma comunista.

Es como una enfermedad de la que es difícil salir”, comentaba el año pasado en una de sus últimas entrevistas en España. Gran amante de la dramaturgia, entre 1948 y 1950 estudia Dirección en la Academia de Arte Dramático Silvio d’Amico y comienza a trabajar como director y libretista en montajes de autores como Luigi Pirandello, Eugène Ionesco, T. S. Eliot o Samuel Beckett, que fueron el germen de una prosa muy afecta al diálogo, de una viveza especial. “Para mí el teatro es el ejercicio del diálogo y una experiencia fundamental en mi escritura.

Tanto es así que antes de imaginarme físicamente a un personaje, lo hago hablar”, aseguraba. En 1954 participa con éxito en un concurso para ser funcionario en la RAI, pero no es seleccionado por su condición de comunista, aunque conseguirá entrar en el ente público años más tarde. En la televisión sería productor y coguionista de la serie del inspector Maigret de Simenon o las aventuras del teniente Sheridan, que se hicieron muy populares en Italia.

La letra con sangre entra

Tras sus escarceos juveniles, es en 1978 cuando Camilleri debuta en la narrativa con El curso de las cosas, una novela detectivesca ambientada en la Sicilia profunda de los años sesenta, escrita 10 años antes y publicada por un editor pagado que termina siendo un fracaso. “Escribir es un impulso interior al que es muy difícil resistirse”, decía el narrador.

“Escribo bajo la imperiosa necesidad de contar una historia que tengo armada e imaginada en mi cabeza. Sólo cuando experimento esa sensación empiezo una novela”. Dos años después vería la luz una de sus novelas más desconocidas por el gran público pero más valorada por la crítica, Un hilo de humo, obra deliciosa ambientada en Vigáta, una ciudad imaginaria de la Sicilia de finales del siglo XIX, en la que el autor recrea la vida cotidiana en la isla.

Constante en perseguir su sueño literario, Camilleri retoma la escritura luego de 12 años de pausa y publica La temporada de caza, novela de esta serie de Vigáta que encierra una cómica visión del primitivo y disparatado universo rural siciliano. Por fin, Camilleri se transforma en un autor de gran éxito y sus libros, con sucesivas reediciones, venden un promedio de 60.000 mil copias cada uno.

Sin embargo, el verdadero éxito le llegaría casi con años con La forma del agua, la primera obra de la serie protagonizada por Montalbano, el comisario responsable de que su autor fuera traducido a más de 35 idiomas y se convirtiera en el escritor más leído, amado y admirado en Italia, donde lleva vendidos más de 26 millones de ejemplares de los más de 35 de todo el mundo.

A partir de ahí, Camilleri publicó una larga serie de novelas policíacas, siempre con Montalbano (nombre elegido como homenaje al escritor español Manuel Vázquez Montalbán) como protagonista:

El perro de terracota (1996), El ladrón de meriendas (1996), La voz del violín (1997), La excursión a Tindari (2000), El olor de la noche (2001), Un giro decisivo (2003), La paciencia de la araña (2004), Ardores de agosto (2006), La pista de arena (2009), La búsqueda del tesoro (2010) y El carrusel de las confusiones (2015), entre otras. También siguió cultivando el género negro o histórico lejos de su comisario, como en La luna de papel (2007), La muerte de Amalia Sacerdote (II Premio RBA de Novela Policiaca, 2008), Las alas de la esfinge (2009), El cielo robado (2009), El campo del alfarero (2010), La moneda de Akragas (2012) y Mis momentos (2016). La muerte de Camilleri se imbrica con la de su afamado personaje, algo para lo que el escritor ya estaba preparado. “Como tenía ya en mente un buen final literario para mi personaje, decidí escribir el último montalbano.

Cuando iba a cumplir 80 años se me ocurrió la solución para hacerle desaparecer sin que eso me costara la vida: una metanovela.

Antes de arrepentirme, me puse inmediatamente manos a la obra y escribí el libro, que sigue ahí en el cajón, esperando a que yo me haya cansado definitivamente o a que Dios se canse de mí”, bromeaba el escritor.