Luego de navegar en las profundidades del cuento, el escritor argentino publica su primera novela juvenil con Otero Ediciones, parte de la saga Club de lectura

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29 de septiembre de 2018, 4:00 AM
29 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Más allá de los talleres literarios que imparte en San Miguel, Fabián Dorigo no se acostumbraba al contacto con adolescentes. Sus cuentos, muchos de los cuales han recibido premios y menciones internacionales, han estado enfocados en el lector adulto. No fue hasta que conoció al escritor cruceño Róger Otero, director de Otero Ediciones, que la incursión en el género juvenil dejó de ser una ‘ocurrencia’.

Otero hizo posible la llegada de Fabián a Bolivia por primera vez, oportunidad en la que se contactó con estudiantes de secundaria de diversos colegios y se vio rodeado de juventud, como no lo hacía desde que se dedicó a la docencia. La red neuronal es el libro de Dorigo con la editorial cruceña, que ha publicado a otros argentinos, como Juan Guinot y Martín Sancia.

Es la primera parte de una saga que se titula Club de lectura, la cual une dos de las pasiones del autor: la literatura y la tecnología. Fabián tiene 55 años, nació en Buenos Aires, vive en Tucumán y es licenciado en sistemas de la información.

En La red neuronal, ocho jóvenes que viven en países diferentes y tienen en común el club de lectura al que pertenecen de manera virtual, empiezan a observar episodios anormales y recurrentes en el comportamiento de los mayores. Alrededor suyo, los adultos sucumben a la tentación de malgastar su tiempo y su dinero como chiquillos bobos a los que el mañana no les importa. Flashbacks Cuando se le consulta acerca de las primeras lecturas que lo acercaron a la escritura, el argentino retrocede hasta los años 70 cuando cursaba la escuela secundaria y leyó ¡Viven!, la novela sobre el milagro de los sobrevivientes de los Andes.

No obstante, Dorigo examina un poco más sus recuerdos y asegura que el deseo de ser escritor le nació desde la primaria, cuando le tocaba realizar los típicos ejercicios que consistían en escribir oraciones con una palabra que dictaba la maestra. “En una ocasión me asignaron la palabra combate. Cuando hacía los deberes, pedí a mi madre una oración con esa palabra. Entonces ella sugirió: ‘Mi abuela vive en la calle Combate de los Pozos’. ‘¿Acaso la abuela vive en esa calle?’, le pregunté. ‘No’, me respondió”. De esa manera, Fabián Dorigo descubrió que en la literatura se podía ‘mentir’. Se había encontrado con las primeras señales de la ficción.

A partir de ahí se preocupó por escribir sobre las cosas que le importaban y sobre las que su agudeza le permitía. Muchos de esos escritos hoy los califica como descartables, pues considera como importante todo lo que comenzó a escribir a partir de los 30 años. Desde que se mudó a Tucumán en 2010, comenzó la etapa más fructífera de Fabián, cuando se decidió mandar cuentos a concursos que volvían convertidos en premios. En un año llegó a ganar ocho premios.

El concurso del Fondo Nacional de las Artes fue uno de los más importantes que ganó. “En mi país es muy difícil destacarse con un libro de cuentos. Allá, todos te dicen que debes tener una novela, pero yo quería publicar cuentos”, comenta. Fabián tenía como 60 escritos, entonces armó un volumen, lo mandó al fondo y su trabajo recibió la primera mención honorífica. Ese incentivo le dio ánimos para enviarlo a las editoriales. Una de ellas, la colección Mulita Narrativa, aceptó la que hoy es una obra referencial del argentino: Nada personal. Los cuentos de Nada personal están estructurados a partir de atmósferas opresivas que dejan sin aliento al lector.

Los relatos se ubican en el difuso límite que trazan la intriga y el género fantástico. Un mundo en el que lo cotidiano estalla por el aire. Aunque durante varios años Dorigo se rehusaba a las ediciones de autor, el cuento se convirtió en la forma de expresión más adecuada a su búsqueda personal. “Siempre estoy escribiendo cuentos, generalmente lo hago de a dos o de a tres.

Ahora voy por la tercera parte de Club de lectura y ya estoy pensando en una segunda saga de otro tema muy distinto a este. Con el cuento me siento mucho más cómodo; cuando escribo una novela, me cuesta mantener la tensión”, explica el escritor, que defiende la idea de escribir solo cuando hay algo para contar. Por eso está de acuerdo con la cita de Kafka que dice: “Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo? Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro”.

 

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