Es un referente del teatro en Argentina y fue uno de los invitados a las Jornadas de Investigación Teatral en Santa Cruz. Dubatti habla de su experiencia en las instituciones que dirige tanto en formación de actores como de públicos

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15 de septiembre de 2018, 4:00 AM
15 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Jorge Dubatti es un convencido de la importancia de explorar lo que él llama los territorios teatrales, esas geografías subjetivas que permiten reconocer un teatro con determinadas reglas, estéticas, ideologías y cuestiones sociales.

El argentino compartió su experiencia como director del Instituto de Artes del Espectáculo, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y se nutrió con la de los demás invitados y participantes de las segundas Jornadas de Investigación Teatral, organizadas por la Escuela Nacional de Teatro.

_¿Se puede pensar en un nuevo modelo de hacer teatro?

Estamos ante cambios muy considerables, sobre todo cuando pensamos en lo que era ser actor en el siglo V a.C., en la Edad Media o en el siglo XIX. Hoy vemos, claramente, los procesos de formación sistemática; antes, la universidad estaba pensada para las ciencias duras. Hoy se habla de ciencias del arte. Por ejemplo, en la UBA le acabamos de dar el honoris causa al grupo Les Luthiers.

La universidad reconoce en este caso un conjunto de saberes que solo los artistas pueden producir y que están a la altura de los saberes que pueden producir un químico o un astrónomo. Durante un tiempo, el teatro fue como la cenicienta de las artes, sobre todo para los políticos, que no sabían de las conquistas de este arte y pensaban que el cine y la televisión eran todo.

El teatro ha reivindicado un lugar que le corresponde. Entenderlo es entender que la teatralidad es la capacidad de organizar la mirada de los demás. Nadie puede hacer eso mejor que un actor. En este momento, el mundo se sostiene en una red de teatralidad en la que el que organiza las miradas domina la publicidad, el mercado, la política, el periodismo.

Esa es la razón por la que políticos, pastores, abogados y periodistas estudian teatro, porque se han dado cuenta de que, según uno organice la mirada del otro, vamos a tener el poder y el control del mercado.

_¿Qué ha cambiado del teatro como ese espacio en el que se encuentran público y actor?

Eso se mantiene. Eso es la especificidad del teatro, la singularidad de la reunión. Si tuviéramos que ver una película con Jack Nicholson, él no necesita venir acá, pero si vamos a ver esta noche una obra de teatro y Jack Nicholson es el actor, va a tener que viajar a Santa Cruz. El teatro es territorial, tiene que ver con una escala próxima, con una vieja estructura humana que es la estructura de la reunión de cuerpo presente.

El teatro puede tratar todos los temas y se puede actualizar todo lo que quiera, pero, al mismo tiempo, nos sigue llevando a una estructura ancestral. Por más que tengamos la inteligencia artificial, el cuerpo tiene una sabiduría y una materialidad que no podemos ignorar y de eso se ocupa el teatro.

_También se ocupa de recordarnos que tan frágiles o fuertes somos…

Totalmente, nos lleva a una escala humana histórica: el cuerpo como algo inseparable de lo humano y la reunión, que nació la primera vez que dos personas se juntaron o cuando una mujer quedó embarazada y ese hijo salió de su vientre. Esa idea, como base del teatro, es importante seguir tomándola en cuenta porque estamos viviendo una modernización tecnológica. Necesitamos lograr un equilibrio entre pasado, presente y futuro.

El teatro todo el tiempo nos está recordando la sabiduría de aquella escala humana ancestral.

_Hace casi 15 años nace la Escuela Nacional de Teatro en la periferia.

¿Qué representa para usted que se ubique ahí?

Puede ser algo positivo y negativo. En el caso de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que también está en la periferia, lo veo como algo positivo en términos de aislarse, de estudiar, de poder concentrarse y salir del mundo para poner todo el esfuerzo sin dispersiones.

Es un gesto similar al que tenía Stanislavski, Grotowski y el mismo César Brie en Bolivia. Hay que recordar cuando se fue a Yotala, a un pueblito, y forma Teatro de Los Andes. Al mismo tiempo, hay algo que implica un desafío y tal vez esa sea la desventaja. Y es que es necesario tener que recordarle a la sociedad que estamos produciendo pensamiento y tenemos el derecho a intervenir en las decisiones sociales.

_¿Es necesario recordarle también que el teatro es una actividad económica?

Claro. El año pasado se estrenaron 2.000 espectáculos en Argentina.  Si ves eso, te darás cuenta de que no se trata de un ecosistema, de un círculo teatral, sino que hay todo un mundo vinculado. Es una forma de trabajo que no tiene techo. El teatro puede ser una ciudad.

_¿Qué determina la formación de públicos?

Yo vengo trabajando en la Escuela de Espectadores en Buenos Aires desde hace 18 años y ya hemos abierto 27 escuelas en distintos países. Es un fenó meno complejo, tenemos que pensar siempre que no hay un público, sino públicos.

Están los masivos y los de nicho, de gueto. Pero también hay espectáculos en los que esos públicos se homogeneizan y se relacionan. Es fundamental formar una masa crítica, es decir, un conjunto de gente con la que uno puede contar, gente que se interesa en el área en que te desempeñas. No hay que subestimar la capacidad del público de relacionarse con el teatro.

Se visibiliza la labor de actores y directores

Expertos y estudiantes participaron de los simposios en la Aecid y de las prácticas en la Escuela Nacional de Teatro. El balance de las segundas Jornadas de Investigación Teatral es favorable

El balance fue más que positivo para los organizadores de las II Jornadas de Investigación Teatral, que se realizaron durante cuatro días en Santa Cruz de la Sierra. La actividad, impulsada por la Escuela Nacional de Teatro (ENT), contó con la participación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Escuela de Teatro de San Pablo, el Instituto de Artes del Espectáculo de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de París y el apoyo de Repsol y de la Aecid.

Los invitados internacionales fueron los reconocidos profesores Alexei Vergara, Juan Francisco Olea, Muriel Roland, Jorge Dubatti y Rodolfo García, quienes compartieron su experiencia con los protagonistas de la movida teatral boliviana.

Marcos Malavia, director de la ENT, que habló sobre la dirección del actor como base de la puesta en escena, manifestó que el encuentro ha permitido afirmar las relaciones de intercambio con estas instituciones.

“Esto es muy saludable porque confirma la buena dirección académica que estamos desarrollando en Bolivia y que permiten aportar en la formación de otras instituciones. Es así que la escuela de San Pablo y de Santiago de Chile nos han solicitado apoyo en la formación de técnicas corporales, desarrolladas tanto por mí como por Muriel Roland (cofundadora de la escuela). Pedagogos de nuestra escuela han sido invitados para exportar esas técnicas a estos países”, expresó Malavia.

La coordinadora Selma Baldiviezo destacó que la experiencia les permitió reconocer que se necesitan espacios de investigación para que el trabajo de los actores y directores sean más sólidos. “Nuestra preocupación también es formar públicos. Hay un intento de escuela de espectadores en La Paz que ha surgido en el entorno del Fitaz. Sería un aporte maravilloso, que permitiría al público obtener mayores herramientas para apreciar la labor de los artistas. A veces, uno se queda con el ‘me gusta la obra’ y no sabe el trabajo que está por detrás, ni el discurso ni los lenguajes que se utilizan”, señaló Baldiviezo

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