El brasileño Luciano Brito es un experto en esa montaña de la literatura llamada en Busca del tiempo perdido. Habló en la FIL de la obra del francés y de los diversos temas que habitan

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8 de junio de 2019, 4:00 AM
8 de junio de 2019, 4:00 AM

“Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té.

Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino.

Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena”. Cuando Luciano Brito leyó estas líneas sintió que algo especial se gestaba en su vida y su carrera. De esa manera, el brasileño, doctor en literatura, abrazaba para siempre a Marcel Proust (1871-1922).

En busca del tiempo perdido ha marcado su labor desde que realizó su tesis sobre la obra del célebre autor francés y le ha permitido llegar a varios rincones del planeta difundiendo el pensamiento de uno de los clásicos inmortales de la literatura europea.

Brito se encuentra en Bolivia. Esta semana dio una serie de conferencias tituladas La Madeleine de Proust y los laberintos de la memoria, como parte del programa de la Alianza Francesa en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra, en el marco de la participación de la Unión Europea como invitado de honor de la FIL 2019. En estas conferencias habló de la fascinación de Proust por el crimen y la voluntad de escribir, además del Proust excéntrico, salvaje y político.

Perspectivas

Al momento de estudiar a Proust, una de las principales inquietudes de Brito tenía que ver con desmitificar ciertas imágenes en torno a los juicios sobre algunos fenómenos sociales. Uno de ellos es el crimen. “Nos hemos acostumbrado a pensar que el crimen viene del extranjero, del otro, del que no pertenece a nuestra cultura. Proust era un fascinado por el crimen.

Yo intento demostrar es que esta oposición entre cultura, pensamiento y crimen no existe en Proust. Es uno de los mayores ejemplos de la literatura occidental del siglo XX; sin embargo, cuando hablamos de su visión sobre el crimen, muchos ponen en duda las razones de su fascinación. El gran desafío para él es poder transformar la voluntad de matar en voluntad de escribir”, asegura.

En ese sentido, el experto considera que la literatura de Proust puede tener una función terapéutica, puesto que las personas con tendencias criminales, en lugar de dejarse llevar por su instinto, se terminan inclinando por la literatura.

Hay muchas imágenes que circulan de Proust como un escritor institucional, como el gran escritor francés, casi como una especie de gurú. Brito propone un Proust muy político. “Hay una idea del intelectual francés contestatario, que confronta al poder. Proust se presenta de una forma más oblicua. Todo pasa por la manera de escribir y destruir figuras de autoridad”, expresa.

Luciano Brito considera que Proust tendría hoy una visión muy pesimista de la Francia actual: “Estaría muy choqueado, porque el pensamiento está siendo sofocado por las crisis en los niveles académicos. Hay una crisis general en las ciencias humanas. Proust tenía una gran esperanza en la literatura como poder para influir en las sociedades, porque la veía como una verdadera fuerza para mover el mundo. En estos tiempos sería tal vez un gran pesimista”.

Brito también se ha interesado por cuestiones como la sexualidad y la guerra en los textos del francés. Desde que empezó a leer Proust no ha parado. Y siempre descubre cosas nuevas.

Partiendo del hecho de que existen obras literarias extensas, que no solo se pueden leer en un orden cronológico, Brito recomienda que en la lectura de En busca del tiempo perdido se intente alterar el orden de la lectura, es decir, que lo cronológico no sea una condición invariable al momento de sumergirse en las miles de páginas de la obra. “El narrador no sabe lo que va a pasar con él, por lo tanto, cuando leemos a Proust tampoco sabemos lo que va a pasar.

Proust ha inventado un narrador, que está completamente perdido, que no conoce su vocación de escritor. Tenemos que leer 3.000 páginas para darnos cuenta que es así”, explica el brasileño. Asimismo, recomienda a las personas que quieren hacer de la literatura una forma de vida, comenzar por En busca del tiempo perdido.

“Es un modelo de la mejor literatura, que después puede ser destruido. Esa es una gran cualidad de la obra de Proust. Él no quiere que lo idolatremos, eso es parte de una ética muy proustiana. Es decir, tenemos que amar los libros, pero después tenemos que olvidarlos”, añade.

Una de las cosas que Brito ha aprendido es que todo error puede tener algo de positivo, entonces nada en Proust tiene desperdicio, así no nos guste lo que leímos. “No se puede negar que cuando empezamos a leer a Proust queremos imitarlo, entonces, esto puede derivar en una especie de adicción e idolatría hacia el autor”, asevera Brito, que, asimismo, sostiene que el verdadero lector de Proust es el que, luego de leerlo, ya no es más un lector, es un escritor. “Cuando uno no quiere abandonar la lectura, el camino natural es la escritura”, finaliza.