Saracino: Narrador de cuentos e historias es la muestra que se expone en el Centro Simón I. Patiño. El escritor habla de su oficio, sus demonios, sus fascinaciones y las cosas que lo han inspirado y lo han convertido en autor de más de 80 libros

El Deber logo
1 de septiembre de 2018, 4:00 AM
1 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Cuando Luciano Saracino escribió el Ciervo y los lobos, lo hizo sin mucha expectativa. Luego se dio cuenta de lo trascendental de su trabajo. El escritor argentino de 40 años, acostumbrado a llenar de historias fantásticas la mente de los niños, reconocía de esta manera que los chicos también necesitan que se les hable de la angustia, porque ellos también la sienten en determinado momento de sus vidas y tienen que aprender a enfrentarse a los lobos que los observan y que un día se pueden llamar bullying y otro día se pueden llamar papá ausente. Porque esos lobos existen.

Saracino vive intentando escribirle al niño que fue, lo cual no le impide tomar conciencia del mundo y sostener una postura política. Eso se refleja en sus más de 80 títulos, que incluyen literatura para adultos, para niños, de terror y de aventuras, especialmente en historieta, que es el género donde más se ha reconocido su labor. También ha escrito cuentos, novelas, canciones, crónicas de viajes y guiones para TV y cine.

Una muestra dedicada a su obra se expone actualmente en el Centro Simón I. Patiño. Un homenaje al narrador de historias. Un homenaje a la palabra.

—¿En qué te basas para provocar sensaciones?

Depende del libro. Yo escribo desde dentro, no importa si es un libro, una película. Yo escribo. Ahora, es difícil que no se filtre la sensación y lo que le está pasando al personaje. Entonces cada libro, cada historia tiene que ver con un momento de mi vida. En cada uno de esos libros escribí algo que me estaba pasando mientras los escribía.

—¿Desconfiás del que puede escribir de lo que no le pasa?

No desconfío, pero no creo que se pueda hacer. Cuando Stephen King escribe sobre un perro que se vuelve rabioso, algo hay de él. Por supuesto que algo está contando. Cementerio de animales puede ser el miedo del padre de que se le muera el hijo. Bradbury no habla de marcianos, habla sobre la humanidad. No creo que se pueda hablar por fuera de uno, aunque estemos contando la historia de una comunidad de larvas que está intentando conquistar el mundo. Por supuesto que hay un oficio que te permite ocultar tu naturaleza y tus demonios.

—¿Literatura para niños o literatura infantil?

Son dos cosas distintas. Yo intento escribir literatura para chicos. La infantil es esa que trata al chico como si fuese un niño que se está transformando en adulto. Y en realidad no es así. El niño es niño, tiene conciencia, él vive el aquí y el ahora, y quiere que lo tratemos como un sujeto completo. Cuando la tía llega a la casa y le dice al nene: ‘Mi chiquitititi’, el nene dice: “¿De qué me está hablando esta pelotuda?”. En cambio, si vos te le nivelas en la mirada, el chico no se va a ir. ¿A quién se acerca el niño? Al que le entiende el tono, al que le entiende al juego. El niño es un ser absolutamente necesario para la construcción de un mundo diferente. No digo que con un libro vayamos a cambiar el mundo, pero si con un libro estamos llegando a ese chico, estamos haciendo algo importante. Podemos hacer que ese niño sueñe con un mundo más feliz.

—¿Sigue siendo importante esa imagen del padre leyendo un cuento a su hijo antes de dormir?

Sigue siendo muy necesaria. A mí me pasa muchas veces, cuando visito escuelas, que los padres me preguntan por qué los chicos no leen. ¿Quién dijo que los chicos no leen? Esa es una pregunta que viene del que me la hace, no quiere decir que sea verdad. Yo creo que los chicos hoy leen más que nunca. Hablá de tu realidad. ¿Qué acceso tiene tu hijo a los libros en tu casa? ¿Con qué biblioteca contás? ¿Qué hacés para que el niño tenga interés en la lectura? Si el niño ve al padre leyendo en casa, se da cuenta de que en esa lectura hay un placer, porque el padre está disfrutando mientras lee. Pero si el lugar de placer de la madre o el padre es la pantalla, entonces el hijo heredará ese lugar de placer. Entonces no te quejés de que a tu hijo no le interese agarrar un libro si a vos no te interesa. Si te importa más estar en la tele o en el celular. Se trata de saber cuál es el vínculo que tenemos con los libros.

—¿No podemos desterrar todavía esa idea del libro intocable, como si fuera una pieza de museo?

No sabés el placer que da ver la alegría en el rostro de un niño que espera que uno le firme un libro. Pero cuando alguien trae el libro hecho bolsa, con las manchas de cereal y la leche, ese libro me produce una emoción que no te imaginás, porque este libro viene de la trinchera. Y la trinchera es tu vida, son las marcas en las rodillas, la suciedad, las heridas, el helado que te manchó el pantalón. Todo eso está en ese libro. ¿Hay que cuidar los libros? ¡Y claro que hay que cuidarlos!, porque hay que cuidar la vida. Pero si se van rompiendo, no te preocupés que en la vida uno también se rompe. Los libros son para vos, usalos, abrazalos, rayalos, subrayalos. Si un libro hizo que subrayaras una frase, quiere decir que esa frase fue para vos, te la susurraron al oído.

—¿En cuál de todos los géneros estás más a gusto?

En la historieta es donde mejor juego. Como cuando salgo a jugar fútbol con mis amigos. Juego por la derecha. Eso sí, nunca voy a ser como el mejor. Hay quienes juegan como Maradona; yo quiero ser como Palermo, el optimista del gol, que la pateaba mil veces porque de una u otra forma tenía que entrar.

—¿Qué sentís cuando te dicen que tu libro va a ser traducido al griego, croata o coreano?

Primero me pregunto qué hace que ese libro que escribí en una casita de Villa del Parque, Buenos Aires, sea un éxito en Croacia. Nunca estuve en Croacia, no conozco a un nene de ahí, tampoco de Corea, ni de Grecia. Luego me preguntó ¿por qué no? Si, en definitiva, lo que nos produce miedo a los nenes de Corea, de Croacia, de Argentina, de Bolivia es lo mismo. La oscuridad es la misma en todas partes. Lo que habita detrás de la oscuridad es diferente. El monstruo coreano es diferente al monstruo boliviano y argentino. Como no lo vemos, lo imaginamos. Yo escribo desde ese lugar y creo que por eso los libros caminan tanto, porque escribo más de la oscuridad que sobre lo que habita la oscuridad.

—¿A qué obras le guardas especial cariño?

Una editora francesa me preguntó una vez: ¿cuántos libros tiene? Yo le respondí: 77. Pero es imposible que estén todos buenos, insistió. Y yo le dije, ¡por supuesto que es imposible! Pero hay como siete que están buenísimos. Igual le cerré la boca porque siete es un montón. Entonces pienso que cuando llegue ese momento, esa oscuridad para siempre, me llevaré siete u ocho títulos que están bien. Ometepe es uno de los que quiero muchísimo; los libros de ICH, con Olivetti; Historias de entretumbas y El ciervo y los lobos. Tengo otros más, pero esos son los principales.

“La obra de arte en esta muestra es con palabras. Me encantó”, dice Saracino sobre la exposición en el centro Patiño
ICH, la serie de historias de héroes nativos, que creó con Ariel Olivetti (izq.). Una historieta que realizó para la revista Fierro (dcha.)