La poeta y académica chilena Margarita Bustos analiza Pasaporte, poemario de Claudia Vaca, que enfatiza en la degradación de la especie humana y el cambio del valor-moneda por la naturaleza

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14 de septiembre de 2019, 4:00 AM
14 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Cuando Gabriela Mistral nos dice en una de sus tantas reflexiones respecto a la poesía, y cómo mira el mundo quien escribe: “Yo creo que cuando nacemos, los que vamos a hacer versos traemos en el ojo una viga atravesada.

Esa viga atravesada nos deforma, ya sea transfigurándolo o en otra forma, todo lo que miramos y nos hace para toda la vida antilógicos y antirrealistas (…)” Pienso en la PoÉtica que escriben los ojos y la voz de Claudia Vaca, por varias razones que explicaré a continuación.

La autora de Pasaporte (de un e-Lector) nos sitúa frente al libro como lectores que a priori podemos elegir: qué leer, cuándo hacerlo, elegir educar nuestras experiencias colectivas e individuales, elegir mirar el mundo más allá del neoliberalismo devorador, escoger situarnos en los significantes y sus significados robados, caminar dentro de las palabras democracia, dictadura, ciudad, voto y los tejidos semánticos que podemos (re) construir a partir de ellas, elegir crear/reESCRIBIR una ética que recobre el sentido de las palabras para volverlas a escuchar habitando la memoria de una Latinoamérica sin fronteras de odio.

Sin embargo, esta invitación requiere de parte de nosotras/os/es otras formas de mirar y decirnos, demanda situarnos y la hablante lírica nos exhorta desde la trashumancia del viaje de quienes migran, y las barreras tangibles e intangibles que se enfrentan a diario en este éxodo de caminantes hambrientos, huyendo de la violencia de sus territorios, esperanzados por discursos y espejismos construidos por hombres cuya gula consume vidas, recursos naturales, afectos y memorias.

Claudia Vaca también carga con un Pasaporte y los obstáculos del código de barras, de la borradura de nombres e identidades, sabe que como lo expresara Gabriela Mistral, ha podido ver con una viga atravesada, tiene una responsabilidad PoÉtica con otros/as e-lectores, con el libro como pasaporte para que circulen nuevos discursos y didácticas por diferentes latitudes, para que el decolonialismo se cuele en los versos, en los ojos y las palabras en tránsito. Al respecto en el poema Discurso, nos dice:

“las palabas se hacen cenizas

tosiendo la vida

seguimos la ruta de cada vocal

nos lavamos los oídos

en el río del éxodo

flotan las fronteras y el visado.

La autora sabe que el visado y quiénes “lo confieren” categorizan los cuerpos y subjetividades, no es lo mismo migrar siendo mujer blanca cisgénero, que migrante aimara transgénero. En los poemas Democracia de lobos, Liquidaciones, Mendigos, Visados, nos interpela utilizando una actitud apostrófica y a momentos se desplaza a la voz carmínica para recordarnos que canta y escribe desde su propia experiencia como mujer, migrante, sudamericana, abordando la territorialización del yo que muchas veces pasa desapercibido sobre todo desde una identidad autoral femenina.

La teórica feminista anticolonialista Valeria Flores comprendiendo el lenguaje como herramienta epistemológica territorial, señala que: “El lenguaje es un estratégico campo de batalla, un sitio de pugnas en torno a los modelos de (in)inteligibilidad del mundo, de los (79) mundos. Es el cuerpo en la experiencia de la herida, de la ofensa, de la venganza, de la lesión, del terror, de los golpes, de las cicatrices, de los crímenes, de los asesinatos colectivos. En su territorio se despliegan las máquinas de producción de saber/sentir/hacer que modelan una determinada relación entre el conocimiento y la sociedad” (Flores: 2013).

Este poemario también nos impele a preguntarnos: ¿Cómo es posible ejercer nuestro derecho a una Educación, nuestro derecho a migrar, nuestros derechos en Democracias e Ingenierías que la voz poética que habita en las páginas de Pasaporte nos revela no están garantizados? Poemas cuya voz apelativa nos habla de frente indicándonos que habitamos entre lobos adictos al cocadólar, cuyas monedas de cambio son las personas del campo y la ciudad, que debemos desconfiar del ingenio ingenieril que rediseña una y otra vez la explotación y la pobreza...con estados que sólo sirven a sí mismos. Así lo observamos por ejemplo en el poema Ingeniería de la Pobreza: “(…) en la era del socialismos de la pobreza

se ingiere más fruta pasada de tiempo

se cosecha el verde antes de que brote

todos IN en la foto de la proGENIE para que RÍA

la POBREZA en desvariados idiomas

del gabinete ministerial experto en capitalizar el sonido

de estómagos vacíos”

Resignificando las penurias de viajeros que migran cotidianamente en condiciones infrahumanas, pero sobre todo invitándonos a mirar de frente cómo opera el Voto, la innovación, la Democracia, La Ciudad, el Éxodo. A diferencia de los discursos y promesas de políticos y economistas de izquierda y derecha, la hablante lírica nos muestra los nudos críticos y nos recuerda que podemos intentar desanudar(los) como e-Lectores, mientras viajamos junto a un libro, dentro de la historia y las emociones que éste genera en nosotros/as, cuando dialogamos con otros/as. Claudia Vaca deconstruye el lenguaje en actos de habla que posibilitan acciones en la Ciudad Leviatán y fuera de ella, un lenguaje cuyas mayúsculas y guiones nos invitan a leernos antilógicos pero más e-lectores que nunca.

Este pasaporte porta el signo de los tiempos, el símbolo del capital, papel moneda, cocadólar, paseo Huérfanos con Estado, también palabras lúcidas, insurgentes que nos hermanan devolviéndonos la posibilidad de elegir y votar/botar las fronteras de los Estados sirviendo al colonialismo y al capitalismo, las fronteras de la desmemoria y las que nos habitan en el lenguaje.