El actor argentino habla de Muralla, la cinta que se estrena este 13 de septiembre. Echarri admite que hacer público su apoyo al kirchnerismo le representó un costo en su carrera artística, pero aclara que su oficio como actor está por debajo de su rol como ciudadano. Espera que la ley del cine sea una realidad en Bolivia. Así se lo manifestó a Álvaro García Linera

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8 de septiembre de 2018, 4:00 AM
8 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Muralla, la ópera prima del boliviano Rodrigo ‘Gory’ Patiño, tendrá su avant premier el jueves 13 de septiembre en Cinemark, con la presencia de todo el equipo de la película, que incluye a los actores nacionales Fernando Arze, Cristian Mercado y el argentino Pablo Echarri.

Este thriller, de 99 minutos, plantea la desgarradora pregunta: ¿Qué estarías dispuesto a hacer por salvar la vida de tu hijo? La cinta se sumerge en el mundo de la trata de personas. Es la historia de Coco Muralla (interpretado por Arze), exarquero de San José, quien atajó un penal histórico en la década de los 90 y que en la época actual tiene problemas económicos, maneja un minibús y es alcohólico. Además, su hijo enfermo debe someterse a una operación. Para costear el tratamiento, Muralla se involucrará en una red de tráfico de niñas.

Echarri interpreta al siniestro médico responsable del tratamiento de los ‘bultos’ que ingresan en la red, lo peor de la máquina perversa de ese inframundo. El actor argentino ha confirmado su presencia en Santa Cruz de la Sierra para el estreno de la película. Antes de que llegue la fecha, habla con Brújula de la película boliviana y de su carrera como actor de televisión, teatro y cine. Echarri responde sobre su desempeño como representante del colectivo de actores en Argentina y acerca del costo que le ha representado exteriorizar su apoyo al kirchnerismo en su país.

El actor y productor, de 48 años, se dio a conocer a mediados de los años 90 como galán de telenovela. Entre sus más exitosos trabajos se encuentran las telenovelas Resistiré y Montecristo, y las películas Plata quemada, Apasionados, Peligrosa obsesión y El método, por la cual fue nominado al Premio Goya al mejor actor revelación. También se destacó interpretando a José de San Martín en la película Belgrano (2010).

_¿Cómo fue la experiencia de haber actuado en Muralla?

Fue satisfactoria en todos los sentidos. Primero, por encontrarme con un grupo de gente realmente muy amable, buenos compañeros de trabajo, con mucho entusiasmo por el camino que tenían por delante, sabiendo que estaban iniciando una labor compleja, algo a lo que estaban apostando muy fuerte. La oportunidad me permitió desembarcar por primera vez en Bolivia. Fue una experiencia muy grata, sin duda.

_La historia toca aspectos delicados y actuales en las sociedades de la región, como la trata de personas, el alcoholismo y la pobreza como desencadenante de conflictos mayores. ¿Cómo ves que han sido abordados estos temas en la película?

Con un altísimo respeto, con rigor informativo. Tuve acceso a gran cantidad de investigaciones que se hicieron previo al rodaje, tanto de Leonel Fransezze (productor) como el mismo Gory, quienes, ni bien llegué a La Paz, me introdujeron en el mundo de la trata de personas, visto desde la realidad boliviana. Pero también podemos hacer un análisis particular del tema en cada uno de nuestros territorios, que ya que se trata de un flagelo que ocurre en todo el mundo. Por mi parte, me llena de satisfacción poder aportar con mi granito de arena para que se pueda hacer algo por acabar con este problema.

_Según Gory, las calles de La Paz son un personaje más en la historia. ¿Coincidís con él acerca de esta apreciación de la ciudad?

Sin duda. Yo quedé impactado cuando llegué a La Paz. Me encontré con una ciudad con una personalidad única, con características irrepetibles en otras partes de Latinoamérica, con un movimiento y una circulación de la vida diaria que logró llegarme mucho. Creo que es ineludible que La Paz, en esta película, sea una protagonista más; de hecho, la película fue rodada enteramente en escenarios naturales. Yo aprendí a reconocer el calor de su gente y sus bellezas particulares. Entiendo que no se hubiera podido contar esta película en otra parte. Los espectadores se van a encontrar con una La Paz bella y dura, por la historia de este personaje entrañable, de este arquero, recordado y olvidado, que, ante el ocaso de su carrera, tiene que recurrir a situaciones extremas para poder ayudar a su hijo enfermo.

_¿Te motiva más tomar proyectos, como este, con temáticas duras?

Yo creo que las temáticas ‘light’ son parte del oficio de actor, en el afán de poder vivir de lo que hago, sostener a mi familia. No participo exclusivamente de proyectos como Muralla, porque he realizado mucho trabajos que son más livianos, si vale el término; pero, sin duda, cuando aparece algo de este tipo, una temática social fuerte y tengo la oportunidad de tomar una herramienta de concientización sobre distintas problemáticas, digamos que le agrega un plus importantísimo en lo que son mis deseos como actor a la hora de interpretar un papel. Eso lo cuenta también, un poco, el historial de proyectos en los que he participado, trato de no perdérmelos porque sé que pueden dejar huella.

_¿Cuáles son las mayores satisfacciones que te ha dado el oficio de actor?

Recuerdo la telenovela Montecristo, basada en el libro de Alejandro Dumas, que, trasladada a la realidad argentina, hacía foco en los años de plomo de la dictadura militar, en los hijos y nietos expropiados. Eso nos dio la posibilidad de generar un contenido de altísimo alcance masivo y también acercarnos al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo y haber sido asesorado por ellas. Desde entonces no pude alejarme nunca más. Recuerdo haber trabajado también en la película Crónica de una fuga, que contaba la historia de cuatro detenidos en un centro clandestino. Esa cinta fue de un alto valor dramático, desarrollada en el género del suspenso, pero a la vez logró generar un montón de conciencia en la gente. También ha sido una satisfacción haber actuado en La leona, la última telenovela que hice en Telefé. Es la historia de una trabajadora textil que, junto con sus colegas, lucha contra el cierre de la fábrica en la que trabaja. Una postal de la Argentina desde la llegada del menemismo hasta la crisis del 2001 y un poco más acá.

_La dictadura de los años 70 y sus secuelas han sido reflejados ampliamente en el cine argentino. En tu criterio, ¿qué otro periodo de la historia argentina merece ser contada en filmes?

Bueno, creo, por ejemplo, que los orígenes y nacimiento de Argentina sería uno de ellos. Estaríamos hablando de un cine histórico, basado en la época de la lucha por la libertad, cuando se podía reconocer un compromiso del pueblo por elevar esas ideas independentistas, que hoy están ocultas y desgastadas detrás de las propuestas neoliberales, que intentan hacer olvidar esos momentos de la patria en los que el pueblo se jugaba por tener, ni más ni menos, que la independencia económica o la libertad política de acción. Argentina ha abordado esta temática en los años 60 y 70. Recuerdo que me tocó interpretar, en una coproducción con Colombia, el encuentro de San Martín y Bolívar y cómo este se perpetuó. Lo que la época de la dictadura argentina tiene de estridente y significativo es la cercanía con esos hechos y lo sangriento de su tránsito. Pero esos dos episodios serían los más interesantes. Las temáticas más valiosas para abordar son los momentos en los que los países peor la han pasado. Entonces, convengamos que la última dictadura argentina fue uno de los hechos más terribles de la historia.

_¿Qué consejo le darías al que intenta hacer cine en un país en el que no existe una ley nacional que lo respalde?

Soy muy optimista por el cine, sobre todo en países en los que se ha desarrollado poco. Es necesario que entendamos la importancia de ser testigo de tus búsquedas y necesidades, como esa idea de contar con leyes que te permitan tener una estructura sólida y una industria. Paraguay, por ejemplo, ha promulgado su ley de cine, ahora está buscando reglamentarla y crear el instituto nacional de cinematografía. Cuando filmé Muralla en La Paz tuve la posibilidad de encontrarme con el vicepresidente Álvaro García Linera para hablar de la realidad del cine en Bolivia y de fomentar la cultura cinematográfica, pero también para tratar de alertarlo sobre el alcance del audiovisual en la actualidad, por ejemplo, la televisión digital, que se está convirtiendo en el espacio en el que hay más posibilidades de crecimiento.

Sé que en Bolivia se viene discutiendo desde hace tiempo sobre una ley de cine y que hay esperanza de llegar a buen puerto con su promulgación. A mí me trae mucha alegría y buena perspectiva eso, porque entiendo que para poder competir con el monopolio de la industria más fuerte, que es la estadounidense, la única forma de hacerlo es con leyes sólidas y que los países se unan, que se hagan más coproducciones.

Sabiendo que existe la posibilidad de una ley en Paraguay y en Bolivia, que Uruguay va en el mismo sentido, que Colombia, Perú, México y Chile tiene sus sendas leyes y que Brasil tiene no solo ley de cine, sino también de televisión y nuevas plataformas, eso me da un augurio muy positivo de que nosotros, como región, vamos a estar más cerca de generar contenidos audiovisuales en coproducción para ser más competitivos. Lo que debería hacer el gremio de cineastas y del sector audiovisual es unirse y llevar adelante un diálogo con el poder ejecutivo. Porque no hay peor gestión que la que no se hace.

_ ¿Qué te dijo el vicepresidente García Linera?

Estuvimos hablando, básicamente, de la realidad cinematográfica, de la importancia del audiovisual para la construcción de sentido y de la exportación de valor cultural. Coincidimos en que un país no puede ser solamente la venta de gas o la comercialización de sus productos agrícolas, sino también la exportación de contenido cultural. Los norteamericanos, por ejemplo, lo han hecho muy bien en la época de la guerra de Vietnam. Ellos crearon un género narrativo con el cual lograron colonizar mentes en el mundo, de acuerdo con sus propios puntos de vista sobre el conflicto. Bueno, nosotros a través del audiovisual, tenemos la posibilidad de conseguir lo mismo: la exportación del valor cultural.

_¿Qué ha significado para vos representar al gremio de actores e intérpretes argentinos a través de Sagai?

Ha sido algo extraordinario. La irrupción de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes representó el reconocimiento a una condición y a un derecho inalienable, que estaba incluido en la ley 11723 de propiedad intelectual y que durante 80 años no pudo ser reglamentada. El otorgamiento de esa ley le dio dignidad al trabajo del actor, que hasta entonces venía, trabajaba y solo recibía de la Asociación Argentina de Actores un dinero fijo por cada repetición de su programa. Hoy por hoy, los actores que son exhibidos en distintos canales reciben un trato justo. El objetivo principal de Sagai es repartir y recaudar; pero, además, la institución cuenta con la fundación Sagai, que otorga subsidios a actrices embarazadas, que da un premio a los actores mayores de 80 años y un encuentro anual en un teatro. También genera espacios en común para los actores. Cuando aparece una institución como esta, con recursos para que sean volcados en beneficio de la gente, sin duda que les cambia la vida.

_¿Estaba en los planes quedarse 12 años?

No estaba en los planes, pero ocurrió que nunca se presentó ninguna lista opositora. Este año recién pudimos hacer por primera vez el ejercicio eleccionario y lo ganamos con el 83% de los votos. Entonces, estoy seguro de que el trabajo de Sagai ha sido muy satisfactorio para un colectivo tan castigado.

_¿El haber dado a conocer tu apoyo al kirchnerismo te ha representado un costo en tu labor como artista?

Cristalizar mi idea política es producto de un camino recorrido de un tiempo a esta parte. No fue algo deliberado, ni producto de una búsqueda de beneficio particular, sino la necesidad de poder opinar y decidir en qué clase de país quiero vivir. Pero sabemos que dar a conocer tus ideas genera este tipo de cosas, lográs un consenso con los que piensan igual o parecido a vos y un contrapunto con el que está del otro lado. Mi profesión de actor no ha escapado a esta realidad, desde que doy a conocer mi idea política hay gente que me quiere más que antes y hay otra que directamente no me quiere ver. Es una consecuencia natural de tomar posición. De todas maneras, mi oficio como actor está muy por debajo de mi rol, primero como padre y segundo como ciudadano. Se trata de poder transmitir a mis hijos la idea de que uno debe pelear por sus intereses, por el tipo de país que quiere, no solamente para sus hijos, sino también para sus nietos y los hijos de sus nietos. El hacer eso, inclusive a costa de perder algún tipo de simpatía de un sector del público, es algo que me trajo muchísima satisfacción.

_¿Qué cosas te has visto obligado a replantear?

Muchas, sobre todo en lo profesional. Yo en este momento de mi vida estoy enfocado en otras cosas que se vienen gestando desde hace años. Vengo produciendo varios programas de televisión, una película hecha, además de proyectos en el audiovisual que estoy llevando adelante. La cristalización de mi vida política vino en un momento en que ya estaba diversificándome también en este medio, con un interés de evolucionar y transitar otras áreas. Claro que hubo consecuencias, todos los actos humanos los tienen, pero, lejos de sentirme apenado por eso, me siento contento porque cada vez me acerco más al hombre que sueño ser.

Con Celeste Cid protagonizó el fenómeno televisivo en Argentina denominado Resistiré
Muralla es protagonizado por Cristian Mercado, Fernando Arze y Pablo Echarri
Actuó en Plata quemada, de Marcelo Piñeyro, basada en el libro de Ricardo Piglia