Dos librerías para dos millones fue el debate convocado por una escritora y un activista para hablar de las necesidades de la cultura. Las discusiones se ampliaron   

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16 de junio de 2018, 4:00 AM
16 de junio de 2018, 4:00 AM

Fue un debate que, desde su nombre, quiso llamar la atención sobre un hecho que parece insólito: Dos librerías para dos millones de habitantes. Se realizó en la penúltima jornada de la XIX Feria Internacional del Libro de Santa Cruz y fue convocado por la escritora Liliana Colanzi y el activista Cristian Égüez.  

La cita, no obstante, tenía la intención de hablar de las carencias del desarrollo cultural cruceño en general. “No se puede entender el desarrollo solo con asfalto, farándula, edificios y amplios centros comerciales. Aquí la lectura es clave, es la base de todo, pero se choca con una realidad triste, una ciudad que cuenta con dos librerías para dos millones de personas”, decía parte del texto que fue leído por Colanzi y Égüez. 

Por eso estuvo presente el director del Sistema Municipal de Bibliotecas, William Rojas, y el propietario de la librería Lewylibros y expresidente de la Cámara del Libro Peter Lewy. Por eso se convocó a la directora municipal de Cultura y al representante regional del Ministerio de Culturas (que no fueron). También se invitó a Roberto Dotti, periodista de EL DEBER, porque Colanzi y Égüez manifestaron su inquietud por la disminución de las páginas culturales de los periódicos. 

Posturas
Uno de los hechos que motivó este debate fue que este año la librería Trapezio cerró definitivamente, luego de siete meses de funcionamiento. En la mesa también estuvo Magela Baudoin, la escritora y expropietaria de la librería para dar su parecer. “Tenemos la idea de que la cultura no es rentable. Yo creo que los cambios mínimos suscitan cambios mayores, por eso abrí una librería”, explicó Baudoin, que propuso, “en lugar de tirar piedras al Estado”, que se realicen más talleres de escritura, que la Alcaldía compre libros en lugar de pedir a los escritores que los donen a las bibliotecas y que Fexpocruz no cobre alquiler a la Cámara para que la entrada a la feria sea gratis.

Peter Lewy reniega del Estado y valora los esfuerzos privados. “No todo está perdido. Tenemos muchos problemas, la Cámara tiene problemas, pero el Estado es el gran culpable de que no exista una verdadera política cultural y eso se traslada a los niveles departamentales y municipales”, expresó Lewy, quien recordó que hay como 500 librerías, pero que la mayoría, en realidad, son papelerías. 

Rojas, por su parte, conminó a los interesados a hacer escuchar su voz las veces que se realice la asignación presupuestaria municipal, porque considera que es el momento ideal para reclamar más atención a la cultura. Acerca del cuestionamiento sobre la ausencia de varios títulos de autores locales en la Biblioteca pública, respondió: “Son procesos engorrosos. Si me dan 20 libros de un autor para 20 bibliotecas, igual no alcanza. Menos para las 700 unidades educativas de la ciudad”. 

Dotti recordó que la actual crisis del papel ha obligado a diversos sectores, entre ellos de la prensa, a replantear muchas cosas. “La crisis se profundiza y vemos cómo todos estamos buscando la forma de sobrevivir”, dijo el periodista. También se refirió a la importancia de fomentar el hábito de la lectura: “Yo no sé si hoy se lee menos o se lee más, pero hay que ver también cómo se lee”.

Ese tema, uno de los que más controversia generó, se trasladó a los pasillos y estands de la feria, donde el escritor Alfredo Rodríguez dijo dar fe de que los chicos que se llevan sus libros los leen, “porque después me cuentan lo que leyeron y me piden que escriba más”.

Las redes sociales también amplificaron las discusiones. En un artículo de opinión, la historiadora Paula Peña escribió: “Los que afirman –sin dudar– que no se lee, no conocen todos los programas de lectura que existen en nuestra ciudad”. Los escritores Pablo Carbone, Claudia Vaca y Gabriela Ichaso (además de la misma Colanzi) fueron algunos de los que se pronunciaron al respecto con discrepancias y criterios en común.
En lo que la mayoría coincide es que el debate era necesario y urgente, se estuviera o no a favor de los panelistas.

Los que estuvieron en la mesa se comprometieron a promover un cambio desde el sitial que les corresponde. Lewy sugirió que sea la Cámara del Libro la que canalice todas las propuestas ante las instituciones públicas.