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7 de julio de 2018, 4:00 AM
7 de julio de 2018, 4:00 AM

“Viru Viru me recibió de noche. Era mi primera vez en Bolivia y Santa Cruz de la Sierra me esperaba con un clima atípico que, viniendo de 32 agotadores grados tropicales, me resultó maravilloso de partida. En ese momento, poco sabía que ese frío iba a servir de contraste entre los días por venir y la honda calidez de los vínculos que surgirían, de todas las palabras que iban a compartirse, de las sonrisas cómplices y el brotar de ese asombro tan propio de la poesía, luz en los azares endebles de la humanidad”, recuerda la poeta panameña Magdalena Camargo Lemieszek, tres veces ganadora del premio de poesía Batista Cedeño de su país y de un accésit del Adonáis de España.

Magdalena, otras siete poetas internacionales, doce poetas bolivianas llegadas de otros países o regiones, diez poetas anfitrionas, un puñado de músicos, dos poetas y gestores tan tozudos como quijotescos, una institución que los apoya firmemente en su quijotada y en su tozudez, pero sobre todo muchos lectores apasionados por la poesía que vencieron la llovizna y el frío para escucharla durante cuatro noches seguidas, hicieron –hicimos– el quinto Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de los Anillos, dedicado este año a poesía escrita por mujeres. 

Sí, he escrito ‘hicieron el Encuentro’ porque los encuentros de poesía se hacen como el amor, y los encuentros, todos ellos, los hacen aquellos que se encuentran, como el diálogo, que ha de ser el de un yo con un tú para construir un nosotros. “Sabemos que el antídoto para la barbarie es el diálogo. Nada de lo que está diciendo el Otro es despreciable.

Tengamos la idea que tengamos del Otro, siempre no justa, siempre incompleta. Continuemos abriendo en escenarios y plazas la posibilidad de escucharnos, de atender balbuceos y alaridos de este lenguaje que es el don más preciado que tenemos. Larga vida para el Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos. Y mi gratitud más honda”, escribe Vilma Tapia, una de las voces poéticas más relevantes de la actualidad y de su generación, que es una de las varias generaciones de poetas bolivianas (las nacidas en los años 40, 50, 60, 70, 80 e incluso en los 90) que Gary Daher y yo –los tozudos quijotescos–, con el activo patrocinio de la Cámara Departamental del Libro de Santa Cruz, reunimos bajo el acogedor alero de la Feria Internacional del Libro cruceña.

“Remarco de especial manera la reunión de generaciones. Fue maravilloso escuchar a las maestras mayores, a las maestras de mi generación, a las maestras de lejanos y vecinos países, y fue un asombro permanente escuchar a las más jóvenes. Tuve la sensación de que están como queriendo retomar otra cosa, algo invisible y primordial”, prosigue Vilma, y no puedo evitar pensar en que la poesía es, de suyo, algo invisible y primordial que existe desde la noche de los tiempos, como canto y como cuento, y que, pese a su inutilidad práctica, a su aparente fragilidad, persiste y echa raíces en el corazón y el espíritu de los seres humanos de sucesivas épocas, como un árbol añoso que siempre floreciera de nuevo y sin por qué, lavando con sus flores, de alguna secreta manera, el mal del mundo, abriendo sentidos y creando sentido. 

Lo apunta, como al pasar, una de esas maestras mayores, de nuestras maestras mayores, Norah Zapata-Prill, poeta boliviana residente desde hace varias décadas en Suiza: “El encuentro fue un verdadero elogio a la poesía; combinó en su alquimia esencial lo irracional y lo racional, si por razón se entiende la convicción de que la poesía ayuda a vivir”. Sí, la poesía tiene esa alquimia y ayuda a mirar y habitar el mundo de una manera distinta; posiblemente cada vez más personas lo van comprendiendo y por eso en este Encuentro en Santa Cruz y Samaipata “todos fueron poetas y las cosas también.

Desde el surazo al norte”, como dice en vuelo otra maestra mayor de la poesía boliviana, Blanca Garnica. 

Por eso mismo, quién sabe, “fue notable el nivel de convocatoria que hubo desde el día de la inauguración hasta el acto de clausura: producía una enorme alegría ver al público llenando la sala, atento y expectante (…).

Lo más bello de todo es que se trata de un proceso que, si continúa recibiendo el apoyo necesario, está destinado a crecer y a perdurar como un epicentro de la literatura para Santa Cruz de la Sierra y para Bolivia”, plantea Magdalena Camargo. Ojalá que sea así y más poetas nacionales e internacionales, así como sus lectores y oyentes, puedan, en el futuro, tener tan gratas memorias y saudades cruceñas como las que alumbran estos haikús de la destacada poeta española María Ángeles Pérez López: Damero vivo. / Centella que atraviesa / historia y mito. // Piedra paciente. / Respiración del agua / que reverdece. // La sierra entrega / sus anillos de viento. / Sílaba abierta. // Mariposario / que abre y cierra las alas. / Vuelo del árbol. // Este de oeste. / Brújula sorprendida / por la rompiente. 

Memorias que también, expuestas en clara prosa como en el siguiente texto de la reconocida poeta colombiana Andrea Cote Botero, nos permiten hacernos una idea más objetiva de la relevancia del proceso que se está produciendo estos últimos años en la poesía boliviana en y desde Santa Cruz, y que no siempre podemos (o queremos) ver cuando estamos tan cerca en el espacio y en el tiempo:

“Del 5 al 9 de junio en la ciudad de Santa Cruz, Bolivia, se realizó el Encuentro Internacional Ciudad de los Anillos. Son pocos los eventos latinoamericanos que, como este, se han preocupado tanto por reunir un grupo diverso de escritoras latinoamericanas, representativas de distintas y variadas regiones, generaciones, tendencias creativas y entornos culturales. La excelente curaduría se preocupó, además, porque la representación de autoras bolivianas incluyera una muestra nacional completa –prosigue Andrea Cote–  otorgando así al público de la Feria del

Libro y a las invitadas internacionales una visión amplia e incluyente de la literatura boliviana. Sumado al trabajo de convocatoria, palpable en la nutrida asistencia a cada uno de los eventos programados, la elaboración de una antología de las autoras invitadas constituyó uno de los mejores logros de la organización, ya que permite extender el efecto positivo de este Encuentro en el tiempo posterior a su celebración y contribuye a la difusión de la literatura boliviana en todo el continente. Atesoro el más bello recuerdo de este festival, de Santa Cruz y su gente luego de esta experiencia insuperable”. 

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