Inspirada en la infancia del director mexicano, el largometraje, que ya se puede ver en Netflix, no para de cosechar elogios como una metáfora de México y de su historia, de su presente y de su pasado

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29 de diciembre de 2018, 4:00 AM
29 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Roma es estéticamente perfecta, de esas películas que hacen que uno se deleite en el plano, en la composición, en el reflejo de avioncitos cruzando sobre charcos de agua, y que sintamos empatía por la chica indígena migrante que trabaja como empleada en un barrio de clase media alta.

Y el director mexicano Alfonso Cuarón nos dice que Roma es un homenaje a Libo. La trabajadora doméstica que lo crio allá por los años 70. Y Libo está representada por esa Cleo ficcional que encandila la pantalla con su inocencia y saber estar.

La multipremiada, multiamada, multiclase, multipluricultural Roma es la más reciente película de Alfonso Cuarón. Pocos recuerdan que el camino de Cuarón en el cine empezó con una comedia llamada Solo con tu pareja y de ahí dio un salto directo a Hollywood para hacer Little Princess y la dickensiana Great Expectations. Después del fracaso de taquilla de esta última, la industria le dio la espalda y regresó brevemente a México con Y tu mamá también, para pasar de nuevo a gringolandia con Children of men y una de las secuelas de Harry Potter. Su película más famosa fue Gravity y así, en ese ping pong entre cine comercial y cine más autoral, entre cine gringo y cine mexicano, en 2016 filmó Roma.

Roma no es una referencia a Italia ni al filme de culto de Fellini, Roma es el nombre de una colonia (barrio) de Ciudad de México. Una especie de Zona Sur o Equipetrol mexicano. En Roma vivieron Cuarón, su familia y Libo, su ‘criada’ (dirían vulgarmente los mismos mexicanos). De sus experiencias infantiles con Libo sacó el 90% de las escenas de la película.

El guion arranca a finales de 1970 mostrándonos a Cleo (interpretada por la gran Yalitza Aparicio) en sus labores domésticas. Cleo es una muchacha parte de la diáspora mixteca. Por eso Roma se escucha en español y también en mixteco.

Cleo tiene una rutina muy establecida dentro de la casa, y además se ocupa, junto a otra doméstica, de la crianza de los cuatro niños de la familia. Cuarón, que también hizo la dirección de foto, utiliza lentos movimientos de cámara para mostrar el ir y venir de Cleo siempre desde cierta distancia. De acuerdo a Emmanuel ‘Chivo’ Lubezki, el tres veces ganador del Óscar a Mejor Fotografía, amigo íntimo de Cuarón desde los 16 años y la primera opción para hacer la fotografía de Roma, se decidió filmarla componiendo las tomas no en el eje X, que es el usual, sino en el eje Z. Esto significa que la cámara se mueve como un tercer personaje que observa, pero no comenta la historia. Cuarón lo definió como “el fantasma del presente que está visitando el pasado, sin involucrarse, solo observando, sin tratar de emitir un juicio o comentario”.

Esto da pie a dos lecturas, una que asume Roma como la “historia que Cuarón quiso contar”, la “película más personal de Cuarón”, su “vivencia”, a la que por lo tanto no se le puede cuestionar mucho más ni exigir mayor densidad. Es lo que es, admiremos la obra y punto. Gracias por compartir con nosotros una parte de tu vida, Alfonso Cuarón. Qué emotiva memoria, qué pedazo de historia de México, qué recreación, qué arte, qué talento, qué visibilización de lo invisible. Repartiendo avemarías hasta se puede llegar a decir que la brecha de clase se acorta y que las mujeres terminan unidas como tiene que ser. El feminismo entra también de rebote.

La otra lectura puede ser que aunque el foco está en Cleo y la historia se vive desde Cleo, es la mirada de Cuarón lo que vivenciamos como una especie de filtro o ¿estorbo? Quizás sea por eso que nunca llegamos a conocer del todo a Cleo. En Zona Sur, de Juan Carlos Valdivia, no se profundizaba en los personajes que hacían las labores domésticas porque su mirada y estructura narrativa partían desde la familia jailona. En el caso de Roma, es la visión de Cleo, el mundo de Cleo, el que vemos como protagonista, por eso puede hacer ruido que siga siendo la interpretación de Cuarón de la colonia Roma la que esté por encima de la del personaje que le da sentido a la película. O sea, compartimos con Cleo experiencias fuera de la casa familiar, fuera de la vida como empleada doméstica, lejos de los patrones, recibimos con ella noticias duras, encuentros jodidos, situaciones traumáticas, pero a pesar de que la estructura narrativa y la mirada es de ella, que todo pertenece a su universo, es el sentir de Cuarón respecto a todo eso lo que se impone.

En la película chilena La Nana, dirigida con acidez por Sebastián Silva, “la Raquel” era una empleada doméstica que llevaba 23 años sirviendo a su familia, no decía mucho, pero sabíamos que estaba amargada y emputadísima. No pasás 23 años sirviendo a los demás sin que ocurran cosas dentro de ti. En el filme brasileño Que horas ela volta?,de Anna Muylaert, la vida de Val, la cariñosa empleada de una familia paulista, se veía trastocada cuando su hija adolescente le cuestionaba su posición dentro de la casa de sus patrones. Con esto no quiero decir que todas las empleadas domésticas resienten su trabajo, faltaba más, sino que al estar esas historias centradas en la mirada de estas mujeres, podías ver más matices que los de la alegre servidumbre. Por ejemplo, no sé hasta qué punto el que estés “de encargo” y que tu patrona te apoye soluciona del todo el problema que te aqueja.

En Roma, hay un maniqueísmo un poco exasperante. Incluso la llegada del padre a la casa está orquestada como una escena de cine noir. El examante de Cleo termina de confirmar su villanía con una forzada participación en El Halconazo, manifestación de universitarios mexicanos que terminó en masacre, luego de que el Gobierno infiltrara a grupos paramilitares.

Los indígenas que aparecen en pantalla son valorados por su estoicismo, su silencio, su sumisión como una virtud. Cleo es la empleada soñada, la que tiene que usar sus horas de sueño para limpiar los quichicientos puchis que un solo perro deja en el transcurso de horas en el garaje. Cuarón ama a esa Cleo-Libo que lo crio y que, según entrevistas, sí le contó del hambre de su pueblo, de su vida sufrida como adolescente mixteca, de sus privaciones y sueños no cumplidos, nada de eso es necesario que se conozca a través de Cleo porque en Roma tenemos que seguir viendo a los sirvientes con los ojos de distancia fría y agradecimiento de los patrones.

Sin embargo, ambas lecturas son válidas, Roma puede ser una bonita carta de amor a una trabajadora doméstica o una mirada condescendiente a la relación entre patrón-empleado, y eso dependerá del espectador y, quizás, de sus propias vivencias y reticencias en cuanto al tema tocado.

Lo que no se puede negar es que dentro de lo técnico, que también se articula como un lenguaje, Roma puede fascinar incluso en su engañosa sensibilidad y simplicidad. La meticulosidad con la que Cuarón ha construido su carta de amor a Libo es también una carta de amor a sí mismo como cineasta. Un diseño sonoro cuidadoso, lleno de capas, unas composiciones de escenas tan coreografiadas que para que todo eso marche debe haberse ensayado mucho, un cuidadoso trabajo en VFX (efectos especiales), porque sí, no se dejen engañar por el blanco y negro y por la historia sencilla, Roma es una superproducción y en tomas que parecen tan sencillas y filmadas con tanta fluidez como la escena final de la playa, se usó post-producción.

Cuarón dijo que la presencia constante de aviones que remitían a la zona en la que vivía también era una metáfora de la quietud en la que se movían los personajes y otros mundos que quedaban sin explorar.

Inexplicablemente, eso me pareció lo más triste de todo.

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