Crónicas de lectores son crónicas basadas en entrevistas y vivencias literarias con algunos lectores de mis talleres de lectura y literatura en diversas bibliotecas y colegios de Latinoamérica

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4 de mayo de 2019, 4:00 AM
4 de mayo de 2019, 4:00 AM

El libro en cuanto territorio es un lugar donde llegamos y encontramos otros territorios, barrios, calles, ciudades, rostros… El lector en cuanto habitante es un ser transitando con todos los conocimientos, valores, miedos, seguridades, recuerdos y olvidos, las palabras que desconoce también lo habitan desde un vacío que será llenado, en algunos momentos cambian los roles y el lector es el territorio, donde el libro se asienta y despliega todo su potencial.

El lector no solo es un alfabetizado que transita con un alfabeto, la lectura no es un asunto de alfabetización, sino de conciencia.

La lectura es un asunto de desarrollo humano, una dosis indicada de zinc y magnesio para el cuerpo humano, es tan importante como la correcta dosis de lectura de acuerdo a la edad del lector-habitante con los guías indicados; por ello la necesidad urgente de un Plan Nacional de Lectura en Bolivia: con presupuesto descentralizado para mediadores, bibliotecarios, psicopedagogos, equipamiento de salas para diversas edades, actualización bibliográfica anual, etc.; para acompañar el desarrollo humano de los lectores, tanto los escolarizados como los que leen por su cuenta, o los que no adquieren aún el hábito de la lectura.

En este contexto, la pregunta implícita es: ¿cómo se forma un lector?, hay variadas formas de responder y variadas respuestas, relataré algunas desde los rastros de mi propia crónica lectora (aquí una reseña, por temas de espacio), para que los lectores de este artículo se animen a hacer su propia cró- nica como lectores, he reunido algunas, en el libro que espero publicar pronto, titula: Crónicas de lectores; son crónicas basadas en entrevistas y vivencias literarias con algunos lectores de mis talleres de lectura y literatura en diversas bibliotecas y colegios de Latinoamérica, que permiten ver cómo la lectura y los lectores están atravesados por diversas circunstancias, que vale la dicha considerar en nuestras decisiones diarias.

En mi primera infancia, el libro era mi abuelo, un libro andante, que tenía un tren, con él viajaba y me respondía siempre con una larga e infinita historia todas las preguntas que se me ocurrían durante el viaje en el tren del sureste cruceño, estas historias las tenía que continuar yo en mi cuaderno de apuntes, claro no dominaba el alfabeto del colegio en su totalidad, ponía las letras al revés, me comía letras, cuando no podía con las letras ponía dibujos, o señas, pegaba alguna hoja u objeto encontrado en el viaje, hacía un collage de códigos.

Luego en casa de mamá había muchas enciclopedias, que mamá compraba a crédito, o que mi tía Sari o mi tío Lucho nos regalaban en alguna navidad o cumpleaños, eran enormes libros donde teníamos todo: mapas, matemáticas, lenguaje, ciencias, historia de objetos, países y personas, etc. ahí compartíamos con mis hermanos y mis tíos-hermanos, entonces el juego consistía en maratones de cultura general, me las daba yo de profe, mi hermana Dani me seguía la corriente redactaba las reglas del juego, los más grandes apoyaban a los más pequeños, venían amigos del barrio a jugar también, yo redactaba las preguntas cada noche, me obsesioné uno poco con el tema y llegué a hacer 180 preguntas, lo tomé demasiado en serio y mis hermanos ya no se divertían, se estresaban. Así que pausamos un tiempo el juego y cada quien leía lo que se le antojaba, a su ritmo, luego me pedían que les pregunte algo y se sentían realizados de relatar sus respuestas.

Ahí entendí que lo mejor era que cada quien a su ritmo, en su libertad lea, busque, encuentre, o se vaya a pelotear, lo importante es que cada quien sea feliz a su manera, al final todos terminaban leyendo.

En mi adolescencia la casa de mi tía Chuly era el lugar de estudios, había muchísimos libros, era la biblioteca de la familia, tenían un computador que se utilizaba solo cuando era estrictamente necesario. Ahí también vivía mi tío Cecilio, quien era un docto en historia y geografía, era un deleite escucharlo.

De yapa, estaba mi primo el más listo de todos, Pelitos, siempre predispuesto a sugerirme lecturas y despejar mis dudas, así fue que hice mi tesina de bachillerato con su guía, podría decir que fue mi primer tutor en investigación junto a la profesora de Filosofía: Nancy Bozo.

¿Qué ocurre en otros contextos, donde no hay padres o familiares lectores?, en estos casos se debe promover la investigación, con las herramientas a mano, periódicos, revistas, contar historias de la familia o de algún suceso local, en estos contextos un animador de la lectura es clave.

En medio del miedo y la incertidumbre del mundo actual cada niño tendrá un período para internarse en sí mismo, elegir el libro que le interese, y experimentar el diálogo con el libro, ahí encontrará tremenda dicha y la enorme reserva de energía e inteligencia que se encuentra en la profundidad de cada uno de nosotros sin excepción de credo, condición socioafectiva, socioeconómica o sociocultural.