Los elegidos trabajaron en el cambio climático y en la innovación tecnológica al crecimiento económico

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9 de octubre de 2018, 4:00 AM
9 de octubre de 2018, 4:00 AM

Los estadounidenses William D. Nordhaus y Paul M. Romer han sido galardonados con el Nobel de Economía 2018. El primero por integrar el cambio climático en el análisis económico determinando los costes y beneficios de reducir las emisiones contaminantes. El segundo por hacer lo mismo pero con las innovaciones tecnológicas, explicando qué hace que una economía innove y, por tanto, crezca más que otras. “Sus hallazgos han ampliado significativamente el alcance de análisis económico mediante la construcción de modelos que explican cómo la economía de mercado interactúa con la naturaleza y el conocimiento”, ha destacado la academia sueca.

William D. Nordhaus

Nacido en 1941 en Albuquerque (Estados Unidos), es profesor en la Universidad de Yale. Su principal contribución consiste en crear modelos económicos que integran también el cambio climático, los daños que provoca y las políticas correctoras que se pueden utilizar. En opinión de Nordhaus, los agentes económicos no pagan un precio por las emisiones de carbono. Así que él es partidario de corregir esas llamadas externalidades negativas aplicando impuestos al CO2. Y estos deben implantarse de forma global, para evitar el fenómeno del free ryder, es decir, que unos países no combatan el cambio climático porque sean otros quienes lo hacen.

“Los gobiernos, empresas y hogares no pagan hoy prácticamente nada”, dijo este año al recibir el premio Fronteras del Conocimiento de BBVA. Sus investigaciones permiten poner un precio a las emisiones tal y como se intenta hacer en el mercado europeo de derechos de emisión de CO2. De hacerlo, se invertiría más en otras tecnologías como las renovables, sostuvo el nuevo premio nobel.

Paul M. Romer
Nació en 1955 en Denver (Estados Unidos), es profesor en la escuela de negocios NYU Stern y ex economista jefe del Banco Mundial. Según explica el Banco de Suecia, Romer ha demostrado de qué forma el conocimiento puede funcionar como motor del crecimiento económico a largo plazo.

Hasta los estudios de Romer, el progreso tecnológico que impulsa el crecimiento económico era una especie de caja negra de la que no se sabía nada. En los modelos de los economistas era como un maná caído del cielo, un elemento exógeno e imprevisible. Sin embargo, Romer prueba que el progreso tecnológico es algo que se produce en una economía de mercado y que hay un contexto en el que se puede fomentar.

Mientras que el crecimiento basado en la acumulación de factores productivos tiene unos rendimientos decrecientes, el crecimiento basado en ideas e innovaciones es sostenible a largo plazo. Puede suceder cuando una empresa puede tener una posición lo suficientemente monopolística como para poder recuperar los costes de innovar.

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