15 de diciembre de 2024, 4:00 AM
15 de diciembre de 2024, 4:00 AM

Bien hace EL DEBER en recordarle a la ciudadanía las cifras, el impacto y las condiciones que llevan a que Bolivia sea considerada un país que ve desafiadas sus estructuras estatales a causa del narcotráfico a través de su editorial del 12 de diciembre de 2024. Remece.

Los bolivianos han de saber que el mundo de las drogas ha experimentado cambios tremendos tras la pandemia y que probablemente llegue el momento en que la cocaína sea tan cara de producir, que la población mundial opte generalizadamente por las drogas sintéticas.

En una reciente exposición, la profesora Celina Realuyo, perteneciente al William J. Perry Center, expuso en un conversatorio organizado en Santiago de Chile sobre las amenazas globales desde la perspectiva de los Estados Unidos. Para nuestra sorpresa, el principal consumidor de drogas en el mundo, ha visto transformarse sus calles en lugares habitados por “zombies” que arrecian con el fentanilo en sus más emblemáticas ciudades. Así, mientras se calcula que producir un kilo de cocaína cuesta U$130 dólares, producir una pastilla de fentanilo cuesta U$ 0,30. Sí, 30 centavos de dólar. Por eso es que la sombra de la cocaína se dirige hoy hacia otros mercados, y en particular al europeo. Tanto el fentanilo como las metanfetaminas o el captagon encontrados en Siria esta semana, entre otras drogas sintéticas, son el futuro del consumo en un mundo global fragmentado en colectivos ávidos por experiencias límites y sin restricciones culturales efectivas que frenen la adicción.

Más fáciles de transportar, menos costosas y a la vez, más adictivas, las drogas sintéticas representan el nuevo “aporte tecnológico” para una serie de personas que a futuro no pagarán el valor de la arcaica y sucia cocaína.

Mientras ese tiempo llega, Bolivia y Colombia se empinan este año a producir la mayor cantidad de coca en su historia y tal como nos lo recuerda El Deber, el Chapare es el escenario boliviano elegido para esta parte del crimen organizado.

En ese marco, la prof. Realuyo avisa que, en los próximos años, no serán las drogas el producto que represente la mayor rentabilidad del crimen organizado, sino que será el tráfico de personas el que nos muestre la peor cara de la humanidad.

Este cambio se producirá por dos fenómenos paralelos en el mundo. Por una parte, el interés urgente -y a cualquier costo- de las personas por mudarse a países desarrollados por la falta de expectativas y por otra, una mayor violencia e inseguridad de los Estados del sur global y de aquellos que hoy además están en guerra.

Por eso, la vulnerabilidad de Bolivia -con casi un millón de personas viviendo fuera del país- es un factor a considerar. La economía boliviana lleva varias décadas con bajos salarios, escasas posibilidades de capacitación en nuevas tecnologías, falta de empleo formal, y muy pocos incentivos para los trabajadores jóvenes. De este modo, el futuro de las nuevas generaciones está comprometido, a menos que exista un cambio real de las circunstancias. No hay familia en Bolivia que no tenga familiares en el exterior y este es un fenómeno en progreso.

El año que se avecina es crucial para pensar en un cambio país. Un cambio que proporcione una alternancia en el poder, una transformación de circunstancias que determine un cambio de rumbo nacional. La clase política que ha sido responsable e irresponsable con Bolivia, tiene nuevamente una oportunidad para darle la vuelta al destino. Por ello, con preocupación se observa la incapacidad de aquellos que aparecen en las encuestas. Hombres que no se plantean en un esquema sino continuista, más o menos disfrazado de recambio o bien, personas sin energía vital para enfrentar los desafíos actuales de una Bolivia inmersa en un mundo complejo y con nuevos códigos.

Carlos Dabdoub, señalaba en septiembre que: “Otro término que complementa al concepto de Estado fallido es el llamado “estado paralelo”. Se lo usa para describir la existencia de un nexo clandestino entre el liderazgo político formal con facciones al interior del aparato del Estado, el crimen organizado y/o los expertos en violencia. En particular, se dice que en el “estado paralelo” se pueden distinguir otras tres variantes principales de la gobernanza criminalizada: el “estado corrupto”, especialmente “vocacional”, el “estado mafioso” y el “estado de los señores de la guerra o guerrillas”. (EL DEBER, 18-09-2024)

Así, no importa el nombre que le demos. El punto es que no se le cree al Estado boliviano que combata el narcotráfico; menos aún que intente alterar las condiciones de producción de drogas.

La profesora Realuyo terminaba con un mensaje muy claro, “el retroceso de la democracia es el mejor ambiente para el cultivo del crimen organizado en América Latina”. Restituirla es un deber de todos y cada uno de los bolivianos. La resignación, el abandono o la desinteligencia no son opciones ni en la próxima elección presidencial de Bolivia o la de Chile que ocurrirán con semanas de diferencia.



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