Consiguió una plaza en la Universidad Mozarteum de Austria, entre 130 postulantes de Europa. Se marcha en septiembre y mientras tanto mueve la sensibilidad musical de quienes lo escuchan y gestionan la ayuda que necesitará en su estadía

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10 de agosto de 2019, 4:00 AM
10 de agosto de 2019, 4:00 AM

Nació en Astillero, comunidad comarapeña de 100 habitantes, como hijo de agricultores. En septiembre, Rodrigo Alegre Vargas (22 años) se marchará a Austria, para estudiar la carrera musical en la Universidad Mozarteum de Salzburgo. Ganó una de las 15 plazas disponibles, luego de postular junto a 130 postulantes de toda Europa.

La parte ‘sabrosa’ de la historia de Rodrigo tiene que ver con el ínterin. A los siete años tuvo que irse a vivir con su hermana de 11 a Comarapa, sin un adulto que los cuide (en los pueblos se puede, aclara), debido a que el curso que tocaba a su hermana ya no estaba disponible en Astillero.

Alquiló un cuarto pagado por sus progenitores y trabajó de ayudante de taller mecánico. Rodrigo no tenía claro su sueño, pero el destino sí. Por casualidad, para tener algo que hacer, cosa que aprendió de su padre, entró a la gratuita Escuela de Música de Comarapa y fue parte del coro.

Su futuro empezó a ‘cocinarse’ con más sazón una Navidad, cuando Rodrigo Alegre Vargas era un adolescente entonando villancicos.

El profesor Édgar Lora lo escuchó y se embelesó. Aguardó por él, lo felicitó y le ofreció su ayuda, que no cayó en saco roto. Cuando Rodrigo salió bachiller con 16 años, buscó al profesor Lora y tuvo la confianza suficiente para decirle que quería estudiar Música.

“Es una anécdota hermosa. Tiene una determinación que raras veces ve uno en alguien. Nos movimos para que se venga a Santa Cruz, le ayudé con el alquiler del cuarto y hablé con un amigo empresario de Comarapa, Arturo Vera Velasco, que pagó la universidad”, recuerda Lora. Tenía siete años cuando vivió prácticamente solo por primera vez. A los 16, siendo aún menor de edad, Rodrigo se lanzó a Santa Cruz. “No fue tan drástico el

cambio, ya había forjado mi carácter en Comarapa, donde lloré y extrañé a mis padres. Ya estaba dispuesto a cumplir mi sueño, cueste lo que cueste”, recuerda.

En busca de un mejor nivel musical, dos años después, probó suerte entrando de cero a la carrera musical en la Universidad San Simón de Cochabamba, donde en uno de los exámenes tuvo la fortuna de llamar la atención de José Coca Loza, un bajo boliviano que radica en Suiza y que una vez al año visita su tierra natal para organizar un festival.

Al año de ese primer contacto, Coca se comunicó con Rodrigo por Facebook para invitarlo a postular a la Universidad de Salzburgo, elogiando el potencial de su timbre de voz.

En esa época, ya nadie ayudaba económicamente a Rodrigo, él se buscó la vida como cargador de verduras y frutas en el mercado El Arco, dos veces por semana, de una a seis de la mañana. Vivía con Bs 160 a la semana y su situación mejoró un poco cuando empezó como profesor de música de escolares.

Cuando Coca lo ‘tentó’, Rodrigo no tenía ni para el pasaje a la audición en Austria. Pero gracias a gestiones, una fundación le costeó el viaje. Mientras tanto, como no podía pagar las clases de alemán, se volvió autodidacta con libros prestados y logró el certificado del idioma.

Una vez en el Viejo Mundo, con ayuda de Coca y una semana antes de su audición, pasó clases gratis con Silvana Bazzoni, madre y entrenadora de la mundialmente conocida mezzosoprano Cecilia Bartoli, que además le costeó la ida y vuelta de Salzburgo. “Y ahí está ahora Rodrigo, haciendo maletas con esa decisión que lo caracteriza, sin miedo, enfrentando todo.

Él ha sabido usar muy bien las oportunidades que se le dieron. Los que escuchan a Rodrigo, quieren ayudarlo”, dice Lora, que actualmente lo sigue apoyando. Lo acompaña a buscar recursos para los primeros meses, ya que Rodrigo consiguió la plaza, mas no la beca, que solo puede ser solicitada después del segundo o cuarto semestre.

Juntos ya consiguieron el pasaje de ida, gracias a una persona que radica en Europa. Rodrigo asegura que si le toca lavar platos, lo hará, pero la idea es evitar sobresaltos. “Es un triunfo para Bolivia. Fue amor a primera vista con él, lo escuché en Navidad y con mi hermano dijimos: ‘Este chico es un tremendo talento’. Obviamente nosotros nunca lo imaginamos para canto lírico, pensamos en folclore comarapeño. De él salió crecer y aspirar a más. Eso es lo lindo de él. Lo que ha logrado es tan grande como lo de Leo Rosas y Hugo Dellien”, destaca Lora sobre el chico que empezó cantando en el chaco de sus padres, junto a la radio, temas vallegrandinos.