La pintora cruceña abre su casa-taller para mostrar los pliegues de una obra que ya tiene identidad propia. No ahorra críticas a las autoridades que olvidan a los artistas

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24 de septiembre de 2018, 4:00 AM
24 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Su casa-taller no necesita número. Se la reconoce por las paredes blancas bien pintadas y por un pequeño cartel negro con letras blancas que lleva un único nombre: Hartmann.

De inmediato nos reciben dos cachorros y Roxana, que, con su delantal blanco manchado de pinturas, parece haber salido de un universo de pinceles, tarros de colores y lienzos recostados en cada uno de los cuartos.

Desde aquel refugio caótico y desconcertante, sus ojos verdes miran el mundo con la sencillez y la transparencia de quien camina con los pies descalzos. Le han dicho con insistencia que parece tener cohetes en los pies, porque no para. Escribe, piensa, calcula, se concentra, lleva a los chicos a la escuela, está en las redes, toma posición sobre el mundo que la rodea y, fundamentalmente, pinta. Esos trazos que con pasión y rabia buscan reflejar la inmensidad del encuentro humano, sus vínculos con el entorno, el diálogo entre lo cotidiano y lo trascendente.

Roxana recuerda que su abuelo le inculcó el placer de la lectura | Foto: Hernán Virgo

Hija de unos chuquisaqueños migrantes amantes del teatro, la literatura y la pintura, ella se siente una cruceña de pura cepa, que no concibe su obra, que es su mirada del mundo, sino a partir de los contrastes y los colores de una ciudad de Santa Cruz exuberante, violenta y generosa como ninguna.

#LaCosaEsHaciendo es su hashtag de batalla y su principal creencia, porque ella no para de hacer una obra pictórica que ya tiene densidad y sello propio, de criticar su entorno, de buscar cómo transformarlo. Así habló con EL DEBER.

“Nací aquí en noviembre de 1977 y he visto cómo se ha transformado Santa Cruz en lo que es hoy. Soy una mezcla y, como tal, me siento cruceña. Me quedo con la transparencia del cruceño, que se ha vuelto un tanto turbia en el último tiempo, pero que en esencia existe. Rescato la bondad de la gente, el sentido de los cruceños de ser bonachones, que tiene la habilidad de mandarte a la mierda y que, a los tres segundos, te está abrazando”.

No queda indiferente frente a la lucha quijotesca que es ser artista en nuestro medio. “Aquí no es como en Europa. Aquí el artista está apremiado por el pago de los servicios, desconcentrado porque no sabe si mañana va a comer o dar de comer a sus hijos”, se lamenta.

“El gobierno, tanto local como nacional, se olvida de que el arte y la cultura son importantes y deben ir de la mano del desarrollo económico. Aquí hay mucho progreso, pero cero desarrollo. Santa Cruz tiene grandes avenidas, hoteles cinco estrellas y eventos internacionales, pero no tiene gente que lee, gente que piensa, gente que critica. Estoy generalizando, pero en general, le damos valor a otra cosa. Hoy el artista demanda atención del Estado porque la autogestión hace que podamos representar a un país, pero que el Gobierno no está ni enterado. Aquí a nadie le interesa generar masa crítica o producción artística. Es mejor apoyar el show. Es mejor gastar el dinero en otras cosas y no en lo que de verdad construye país”.

Hartmann cuestiona que Angélica Sosa les llame élites culturales, enfatizando que el municipio da recursos para las obras de las artesanas y reposteras de los barrios alejados. “Si entendemos cultura como todo lo que hace el hombre, entra todo en la misma bolsa. Sin embargo, yo hice un recorrido por los distritos y es muy poca la inversión estatal. No sé en qué distrito estarán dando clases de repostería porque ni siquiera eso vi. Ese argumento me parece fuera de lugar. Si bien es importante que toda persona aprenda a hacer cuñapés, también lo es que las personas aprendan a pintar, a leer, a declamar y, si no lo hacen, que valoren, que sientan las ganas de visitar un museo gratuito los domingos. Es absurdo tirarse no sé cuánta plata en las retretas que no son más que un show de pueblo pobre. Es una falta de respeto total hacia la cultura y hacia el derecho de la gente a acceder a productos culturales. No hay derecho de que Sosa se burle así, solo queremos desarrollo integral”, opina.

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