El escritor vallegrandino fue amigo y editor de Víctor Hugo Viscarra, que el 2 de enero hubiera cumplido 60 años.

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4 de enero de 2018, 9:42 AM
4 de enero de 2018, 9:42 AM

Manuel Vargas fue amigo cercano de Víctor Hugo Viscarra, el escritor paceño que como pocos relató su vida desde las calles. Correveidile, la editorial de Vargas, le publicó varios de sus libros, incluyendo Borracho estaba pero me acuerdo, uno de los más importantes de Viscarra, quien el 2 de enero hubiera cumplido 60 años. Viscarra falleció el 24 de mayo de 2006 víctima de una cirrosis. 

En esta entrevista, Vargas habla de sus primeros contactos con Viscarra, y del lugar que ocupa su obra dentro de la literatura boliviana.

_¿Cómo lo conoció usted a Víctor Hugo Viscarra y cómo le llegaron sus trabajos?

En los años 80 yo trabajaba en Canal 13 Televisión Universitaria, cuando solamente había dos canales en La Paz: el 7-oficialista, y el 13. En ese tiempo sabía de Viscarra, que había publicado una primera edición de su libro Coba. Lenguaje secreto del hampa boliviano. Como jefe de producción de dicho canal, mandé a un entrevistador para que le haga una nota. Bien recuerdo que al final de la entrevista, le pidieron: "despídase en coba", y él respondió: "chauchera".

Después vino lo de las cervecitas en Los Laureles, un local de la Av. Mariscal Santa Cruz, que ya no existe. El detalle es que yo no pagué por el consumo: él me invitó. En realidad fue la única vez que compartimos unos tragos, y no fue hasta emborracharnos.

El tercer encuentro fue cuando volvió de una larga temporada en Cochabamba, dispuesto a publicar en La Paz. Nos encontramos a través del poeta Jaime Nisttahuz; yo estaba iniciando mi trabajo de editor en Correveidile. Fue entonces cuando me dio el famoso cajón de papeles, recortes, dibujos, cuadernos para que yo pueda revisarlos y a ver si se armaba un libro. De ahí entresaqué los primeros relatos, que se llamarían Alcoholatum & otros drinks. Siempre con el apoyo, como editor, de mi amigo el narrador Germán Araúz, quien le puso casi todos los títulos a los libros de Viscarra.

Entonces también “me mostró” el folder completo de su autobiografía, que con el éxito de Alcoholatum, se animó a entregármelo para su publicación.

_¿Qué significa para la literatura boliviana la obra de Víctor Hugo Viscarra?

La obra de Viscarra da a conocer nuevos espacios, colores y lenguajes dentro de lo que podría llamarse literatura boliviana. Ingresa a un mundo ignorado, o poco, o mal conocido, o negado a veces por la tradición literaria: la escritura testimonial, que, sin pretensiones “literarias”, está más allá o más acá de los géneros tradicionales como el cuento, la novela o el ensayo. Y con un lenguaje que, sin cerrarse en localismos dialectales, se acomoda con claridad y sencillez a los temas tratados. Acá podemos decir que “el lenguaje es el hombre” y no tiene para qué andar buscando ni teorizando sobre nuevos y creativos lenguajes.

_¿Cómo era la rutina de Viscarra a la hora de leer y escribir?

En sus últimos años siempre tenía amigos que le prestaban libros, especialmente de literatura. No me consta que los hubiera leído, pero los cargaba, hasta que los perdía o los guardaba en alguna parte. Una vez me invitó a tomar unas cervezas, como pago yo le prometí y luego le regalé un libro de Huysmans, la novela Allá lejos, porque describía el submundo de París, con misas negras incluidas, y yo suponía que le podía interesar. Cuando le hablé de las Memorias de un alcoholista, de Jack London, se interesó mucho y se lo presté. Él siempre me prometía devolvérmelo algún día, pues yo no lo había leído. Me resigné a perderlo, pero un día apareció con el libro, mejor dicho con una buena fotocopia empastada del libro, para devolvérmelo. Por otra parte, siempre cargaba todo tipo de revistas y suplementos culturales de periódicos, especialmente bolivianos.

En cuanto a su escritura, es sabido que lo hacía en cuadernos y en hojas sueltas. Si mal no recuerdo, la obra que vino a llamarse Borracho estaba opero me acuerdo (título puesto por el editor Germán Arauz), se llamaba Memorias de la noche, y lo tenía escrito a máquina, en un folder amarillo. Supongo que él lo pasó a máquina cuando vivía en Cochabamba, junto a su amigo el escritor Alfredo Medrano, cuando “trabajaba” temporalmente en la Casa de la Cultura. Conservo solo una fotocopia del primer capítulo. En la última temporada escribía en computadora, en una parroquia de El Alto, donde su amigo el padre Germán. Los cuentos que se publicaron bajo el título Avisos necrológicos, me los entregó en un disquete.