Socialismo a lo chino. Han pasado más de 40 años desde que China encaró su apertura. Reconoció los errores del pasado, transformó arrozales en centros de negocios, y ahora hace sentir su influencia en todo el mundo. Visitamos Shanghái y su pujante distrito el Pudong

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11 de agosto de 2019, 4:00 AM
11 de agosto de 2019, 4:00 AM

FOTOS - JUAN CARLOS RIVERO

La entrada al enorme pabellón ferial tiene un lema en letras grandes escrito en chino e inglés, que en español sería “Bajo el gran estandarte de la estrategia nacional”. Arriba en la pared del vestíbulo donde se inicia el recorrido se repite la misma frase y se añade el nombre de la exposición: “Exhibición de la apertura del Pudong”.

Más abajo, las fotos de los último cuatro presidentes chinos: Deng Xiaoping, Jiang Zemin, Hu Jintao y el actual Xi Jinping. Todos ellos son los artífices de esta ‘apertura’, que merece una exposición cuyo recorrido le lleva alrededor de una hora al visitante.

La zona del Pudong es el buque insignia de la Reforma y Apertura China que comenzó a gestarse en 1978. En cuatro décadas China pasó de ser un gigante comunista pobre a ser la gran potencia económica que amenaza con sobrepasar dentro de poco a Japón y a Estados Unidos, en el tamaño de su economía.

Pero sigue siendo nominalmente un país comunista. El Partido dirige los destinos del país y aplica ‘el socialismo con características chinas’, otros de los eslóganes acuñados a partir del célebre congreso de 1978, en el que el Comité Central del Partido Comunista de China determinó que para llegar hacia el socialismo había que ‘modernizar’ la economía.

De los errores se aprende

“Cometimos muchos errores y aprendimos de eso”, explica Fu Jie, subdirectora del Buró para América Latina del Partido Comunista. Habla perfectamente el español, porque ha estado de misión en varios países latinoamericanos. “Pensábamos que estábamos cerca de alcanzar el comunismo, pero nos dimos cuenta de que no podíamos lograrlo si no teníamos una buena economía”, explica.

Uno de los errores a los que se refiere podría ser el periodo de 1958 a 1962, conocido como el Gran Salto Adelante, llevado adelante por Mao Tse Tung, el histórico líder de la Revolución China que triunfó en 1949. En cuatro años se colectivizaron las tierras en una reforma agraria fallida que generó una hambruna por la que murieron al menos 10 millones de personas.

“La Revolución Cultural también fue un error”, agrega Fu Jie. Entre 1966 y 1976 se combatió a los ‘enemigos del capitalismo’, destruyendo gran parte del acervo cultural de la milenaria nación asiática, solo por no coincidir con los principios del comunismo.

De ambos grandes errores aprendieron y la presidencia de Deng Xiaoping fue la bisagra para el cambio que se comenzó a consolidar en el ya mencionado congreso de 1978. El legado de Deng es el de las cuatro modernizaciones: fortalecimiento de la agricultura, innovación de la industria, de la defensa nacional y la ciencia y tecnología.

Es en esa lógica que se crean proyectos como el de la ciudad de Shenzhen, conocido como el Silicon Valley chino, epicentro de la vanguardia digital asiática, y el Pudong, sede de más de 1.000 empresas globales de diferentes sectores, enclave urbano futurista que hasta hace 27 años era una agreste zona de arrozales.

De todo esto se trata la exposición del Pudong, de ver la increíble transformación. “Sabíamos que no podíamos avanzar en el socialismo si no teníamos una economía fuerte”, refuerza la delegada del Partido encargada de explicar esto mismo a cada delegación de periodistas, políticos, empresarios o académicos latinoamericanos, que son invitados cada año para conocer sobre la Apertura China.

La muestra tiene un orden cronológico, que va siendo explicado por una guía y traducido por una intérprete. La primera parte rescata fotografías y réplicas a escala de los barrios pobres que conformaban el Pudong antes de 1992, año del despegue. Una célebre imagen muestra a dos familias compartiendo la mesa del almuerzo colocada en el pequeño patio compartido por las dos diminutas viviendas. “Prefiero una cama en Puxi que una casa en el Pudong”, rezaba un popular refrán de antaño.

El pasado. El museo muestra cómo vivían las familias chinas antes de la ‘apertura’ de 1978. Hoy, se parece a Manhattan.

Del arrozal a los rascacielos

Hasta 1987, la vista del Pudong, que se encuentra al otro lado del río Huangpu en Shanghái, era la de una favela plana. El paisaje actual es el de una ciudad de ciencia ficción con rascacielos tornasolados, multicolores y de diseños futuristas. Es considerada la Manhattan o el Wall Street chino. De hecho, el segundo edificio más alto es el Centro Mundial de Finanzas, con 492 metros de altura. El primero es la torre de Shanghái (632 metros), otro centro que alberga decenas de oficinas de firmas multinacionales. No obstante, el más famoso es la Perla Oriental (468), símbolo de la ciudad. Juntos conforman la nueva postal de la china más moderna, más capitalista.

Pero el capitalismo sigue siendo un tema tabú. Preferible es usar eufemismos como libre mercado o la siempre utilizada ‘apertura’. “Los extranjeros tienen una mirada más capitalista sobre China, pero nosotros mantenemos los ideales de igualdad para todos”, explica Shi Qian Yun, directora de la oficina para Latinoamérica del Instituto de Relaciones Exteriores del Pueblo Chino.

Chen Luning, consejero para América Latina y el Caribe de la Cancillería, coincide con esa mirada. La política y la economía parecen estar muy entrelazadas en el Socialismo con Características Chinas.

Luning lo ejemplifica con el caso de Brasil. “Sin duda alguna que con Jair Bolsonaro estamos en diferentes veredas ideológicamente hablando. Incluso durante su campaña tuvo declaraciones poco corteses con China (Bolsonaro dijo que China se estaba comprando Brasil). Pero a nosotros eso no nos afecta”, asegura. “El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, estuvo acá en mayo y se quedó dos semanas. El presidente Xi Jinping lo recibió”.

De hecho, Xi no tenía obligación de recibir a un vicepresidente, pero lo hizo como un gesto de buena voluntad con Brasil. Mourao se deshizo en elogios para el mandatario asiático y realzó el fortalecimiento de la relación entre ambos países: “Son lazos estratégicos los de Brasil con China y le concedemos prioridad. Tras esta visita, nuestros vínculos entran en una posición aún más prometedora”.

“¿Sabe por qué vino Mourao?”, pregunta expectante Luning y luego él mismo responde: “Porque Brasil es el único país de Latinoamérica que tiene balanza comercial positiva con China. En 2018 exportaron hacia acá 48.000 millones de dólares e importaron 27.000 millones de nuestro país”, explica el asesor de la Cancillería.

“Bolivia, por ejemplo, tiene gran potencial”, agrega. “La clase media china ha crecido demasiado y con ello han aumentado sus hábitos de consumo. Por ejemplo, está muy de moda en la nueva clase media china la quinua y ustedes tienen bastante. O la chía, el asaí, productos que no se dan acá, pero que hoy en día sí se consumen. También está la soya. China es insaciable, toda su gastronomía está basada en la soya”, enumera.

La oferta está hecha y hoy por hoy son los ganaderos los primeros en aprovecharla con un cupo de 20 millones de toneladas de carne inicialmente previstas para enviar al gigante asiático. “El año pasado, China importó 1.000 millones de toneladas de carne. O sea que el envío de Bolivia aun no es significativo”, opina Wang Jialei, cónsul de China en Santa Cruz.

El presente. La Perla del Oriente pone la ciudad a los pies del visitante. La ciudad entera respira vanguardismo.

De China para el mundo

Los acercamientos para abrir las exportaciones bolivianas a China se enmarcan en un gran proyecto que tiene el sello de Xi Jinping: La Iniciativa de la Franja y Ruta. A través de este megaproyecto se quiere reflotar la vieja Ruta de la Seda tanto marítima como terrestre para impulsar el libre comercio. Esa vía se ampliaría un poco más que la histórica hasta llegar a Latinoamérica, o en todo caso, abarcar los cinco continentes. En el pasado se combatió el Área de Libre Comercio de las Américas, una iniciativa impulsada por Estados Unidos, considerado el paladín del capitalismo mundial. Lo de la Franja y Ruta tiene un fin parecido, pero no es una propuesta capitalista sino del ‘socialismo con características chinas’. Una vez más, la potencia asiática recurre al eufemismo para tener aliados de uno y otro lado.

La representante del PC, Fu Jie, lo explica muy claramente: “Nosotros, como Partido Comunista, tenemos relaciones con absolutamente todas las corrientes políticas, sin hacer diferencia si son de izquierda o derecha. Por ejemplo, en Bolivia mantenemos contacto con gente del Movimiento Al Socialismo, Demócratas, Unidad Nacional y el FRI, entre otros”.

Pero ese pragmatismo socialista con tintes capitalistas va más allá del discurso. “Cuando comenzamos con el proyecto del Pudong, uno de nuestros grandes problemas era la falta de dinero. Entonces empezamos a generar ideas para atraer la inversión extranjera y hoy somos uno de los centros más atractivos para ella”, resume Liu Guangyong, subdirector de la oficina de Relaciones Exteriores regional de Shanghái.

Eso también está explicado en la Exhibición del Pudong. A través de videos, cuadros y una réplica de tamaño natural de una bodega de contenedores, la muestra arroja una maraña de números, estadísticas e infografías para llegar a una conclusión: en los últimos 10 años se ha dinamizado de manera vertiginosa el comercio exterior, reduciendo la burocracia a su mínima expresión. Crear una empresa del tamaño que sea no dura más de dos horas tras recolectar previamente todos los requisitos vía internet. La ‘desaduanización’ de cualquier producto también tarda apenas un par de horas tras agilizarse todos los sistemas de control de la carga.

Una empresa extranjera que quiere invertir en el Pudong tiene ventajas competitivas prácticamente insuperables, como la exoneración de ciertos impuestos o la concesión de predios fiscales sin costo alguno. Y si bien, constitucionalmente, el Estado es el dueño de toda propiedad, las compañías tienen la seguridad jurídica de que se respetará su inversión en terrenos que se adjudicarán por largos años y con opción a renovación e incluso compra y venta entre concesionarios. Lo irónico es que el gobierno ‘comunista’ de China hoy por hoy impulsa el libre comercio, mientras que el ‘capitalista’ Donald Trump promueve medidas proteccionistas. “Mientras China promueve el multilateralismo, EEUU cierra fronteras”, grafica Fu Jie.

Futurista. Desde la presión del agua hasta la seguridad se puede monitorear en este centro ubicado en un barrio de clase media baja.

El recorrido por la exhibición tiene una última parte dedicada a la tecnología. Un espectáculo con esferas de luces sincronizadas robóticamente mezcla el arte con la ciencia. Prototipos de satélites, naves espaciales, máquinas de alta tecnología para la medicina, una robótica de avanzada y mucho énfasis en las energías limpias son muestras de un país que aspira a ser la primera potencia mundial.

Quedan en la nebulosa muchos temas sensibles como el de la libertad de prensa, la oposición política o el medioambiente. Aunque oficialmente, cualquier funcionario chino tiene respuestas para cada interrogante y desafía a su interlocutor a realizar cualquier tipo de pregunta. “China está acostumbrada a los ataques. Por eso construimos la Gran Muralla, para defendernos. Fuimos invadidos por mongoles, ingleses, franceses, japoneses, y nosotros nunca invadimos a nadie”, dice Fu Jie.

Ese argumento es la base para la otra gran apuesta de Xi Jinping: La Comunidad de Destino Común para el Ser Humano. “Básicamente consiste en plantear soluciones conjuntas a grandes problemas comunes de nuestros países como el cambio climático, el terrorismo, el narcotráfico o la pobreza”, explica Fu Jie.

Parece idílico, pero es una política de Estado, una apuesta que de irse concretando afianzará aún más el liderazgo de China a nivel global.

Símbolo. Desde Beijing se puede visitar la Gran Muralla, construida para defenderse de las invasiones. China no ha invadido a nadie