Consuelo Duval. La actriz aprovecha su vida para divertir a otros y crecer

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27 de mayo de 2018, 4:00 AM
27 de mayo de 2018, 4:00 AM

De pronto, en la conferencia de prensa, se oye un sonido grave que va rebotando de micrófono en micrófono. Suena como si al increíble Hulk le hicieran cosquillas, pero después el sonido se esparce en réplicas agitadas en medio del silencio de los periodistas. 

Es la risa de Consuelo Duval, que primero acalla todo y luego contagia su alegría a los demás periodistas que la reciben en Santa Cruz. Por esa risa, su padre, le dijo una vez: “Ay hijita, qué horrible te ríes. Ojalá no te rieras así”. Paradójicamente, esa risa la hizo conocida. Se la ha escuchado varias veces en el programa que la hizo internacionalmente famosa: La familia P.Luche.  

La primera vez que EXTRA tuvo contacto con la actriz, estaba terminando su jornada a las once y media de la noche, en México. El día anterior, uno de sus dos hijos no había llegado a la casa. Lo típico: no contestaba el teléfono ni respondía los mensajes, y ya eran las cuatro de la mañana. La cabeza de Consuelo estaba llena de imágenes terribles, porque como dice, su capacidad de imaginar tonterías es inagotable. Como toda madre. 

“A las cinco decidí levantarme de la cama y fui a su cuarto. Estaba dormido como un angelito. Lo abracé y lo besé y le dije que estuve con el alma en un hilo. Me regresé a mi cama, me dormí y a las siete me estaba despertando”. 

Hay que aclarar que su hijo no es un adolescente díscolo que sale de juerga sin avisar, sino el actor Michel Duval, de 24 años, recordado por su papel en Último año, la serie de MTV. 

Aunque se acostó a las 5:00, a las 7:30 Consuelo debía estar en la locación, que está a una hora de distancia, así que llegó apresurada a que la maquillen y peinen “para jugar a una mujer que no soy yo, que es Julia, un nuevo programa que tiene Televisa para Latinoamérica y México. Es la oportunidad que me da la vida y papá Dios para hacer mi propio programa y hacer reír al público”. 

Hizo un paréntesis en esa grabación (que empieza a las 7:30  y termina a las 21:00) para visitar tres ciudades bolivianas, con parte del elenco de una serie exitosa: Los vecinos, escrita por el actor y comediante Eugenio Derbez. 

También estuvo el recordadísimo y kitsch Huicho Domínguez, de la telenovela El premio mayor. En esa misma conferencia de prensa, Manuel
‘Flaco’ Ibáñez, que interpreta al limosnero Jorjais en Los vecinos, describió así a Consuelo: “Tiene un carácter fuerte. Es una persona linda, en el escenario y fuera de él”. Es cierto, pero se quedó corto. Consuelo se define como “un corazón andante, muy blindado, preocupado por el mundo y por ver caritas sonrientes”. 

Hechos que blindaron el corazón de Consuelo: la muerte de su mamá, cuando tenía dos años de edad y tres divorcios que fueron un viaje hacia sí misma. El papá de Consuelo tardó años en hablar abiertamente de lo que sucedió cuando una peritonitis se convirtió en septicemia y acabó con la vida de su progenitora. Eso sí, alcanzó a casarse con el papá de la actriz con las últimas fuerzas que le quedaban. Murió el día de su matrimonio. 

En Tlatelolco, donde pasó su infancia, estuvo arropada por el cariño de sus tres hermanos. Lulú, mayor que ella y con ocasionales funciones de figura materna; José Luis, convertido ahora en un tenor famoso, que la quería incondicionalmente y la apoyaba siempre que la expulsaban del colegio (algo que ha sucedido un mínimo de siete veces), y Alfredo, que vive en Estados Unidos y tiene una empresa.

Se casó la primera vez porque estaba embarazada y temía disgustar a su padre 

 

Comida fría
Aunque los hermanos y también su papá estaban cerca, Consuelo buscaba una imagen materna. Las encontró en las mujeres que lavaban ropa en la azotea del edificio donde vivía, pero le parecieron un poco caricaturescas, así que ellas fueron los primeros personajes que empezó a imitar. “Esta niña está loca”, decían con cierta frecuencia en su casa. 

Su papá, siempre apurado pero nunca descuidado, la llevaba a comer a menudo. Llegaba al restaurante y, para aprovechar el tiempo, pedía que no le calienten la comida. “Por eso sé comer frío. Sé comer guardado”, cuenta. 

En la conferencia de prensa que dio en Santa Cruz, Consuelo apareció con un chupete rojo. No lo soltó en ningún momento. Después, ya a solas con EXTRA, contó que esa costumbre se originó en un episodio de su infancia:“Mi papá me llevó a la casa de una amiguita que tenía en la entrada de su casa  una mesa repleta de dulces. Entonces llegué directito a agarrar un dulce. La mamá de mi amiguita me dijo: ‘No se te ocurra tocarlos’. ¿Cómo? —le pregunté—. ‘Esos dulces nada más están ahí. No son para que los agarres’, me dijo. Entonces mi papá, que me estaba dejando en la casa, me dijo: ‘Vente, mamita. No te puedo dejar en la casa de una mujer que es tan miserable’. Y me llevó”.

En realidad, no es muy dulcera, pero donde vaya, tiene que haber algunos dulces. Además, como no le gusta que la lengua se vea blanca, los dulces rojos se la dejan colorada. 

Los divorcios

Se convirtió en una adolescente díscola. Harto de que la expulsen, su padre la obligó a que pagara sus estudios. Se las arregló para convertirse en una estudiante de secundaria que trabajaba como recepcionista en Televisa. Estaba orgullosa. No todos los estudiantes podían pagar sus propios estudios y, además, tener un buen trabajo. 

Entonces quedó embarazada. Lo malo es que, por el embarazo, perdió la beca que le otorgaba la empresa. Sus hermanos se enteraron del embarazo antes que su padre, y ellos le recomendaron casarse “para no matar a papá de un colerón”. 

Lo hizo. Organizó una boda apresurada. Semanas después del matrimonio con Rubén, le contó a su padre que sería abuelo. “¿Te casaste porque estabas embarazada?” —le preguntó el papá— y ella contestó que sí. “¿Por qué no confiaste en mí?”, se lamentó el padre. El lamento fue profético. 

Consuelo tuvo a su hija Paly, recuperó la beca, pero a los nueve meses volvió a quedar embarazada. No podía permitirse perder el trabajo, así que decidió fajarse para que no se notara la barriga, porque ya estaba actuando en Más allá del sol. 

Estaba feliz y enamorada. Solo pedía no morir temprano, como le sucedió a su madre, para poder cuidar a esos dos “pedacitos de carne” con los que no sabía qué hacer de puro contenta. 

A los pocos años, Consuelo se dio cuenta de que su esposo volvía tarde, violento y muy extraño. Las señales de que él consumía drogas estaban bloqueadas por su amor juvenil. 

Sin embargo, le pidió un examen de orina para convencerse de que él no se drogaba, y cuando dio positivo, le pidió que se fuera de la casa.
Durante un breve tiempo, Rubén vio a los niños. Un día, él pidió a Consuelo que los aliste para llevarlos a pasear. Rubén jamás llegó. No se supo de él más que alguna noticia marginal. Los niños se quedaron cambiaditos, esperando. 

Lo cuenta con humor: “El papá de mis hijos se fue a comprar cigarros y no volvió. No juzgo, pero una mentada de madre a los papás fumadores es inevitable”. 

Tiempo después conoció a Sergio, un hombre encantador que se llevaba muy bien con sus dos hijos. Cuidó muy bien a los pequeños mientras ella salía de gira por varios países. Se divorció porque él le puso los cuernos y ella no pudo perdonarlo. 

El tercer matrimonio, como le contó al periodista Gustavo Adolfo, fue su gran lección. Quería tener un cuento de hadas y lo imaginó todo. Incluso le mostraba a su papá solamente los aspectos de su vida matrimonial que ella calculaba que él quería ver. Soportó seis años de traición y falta de cariño y finalmente, decidió ser ella misma. Dejó de desvivirse por agradar a todos, por solucionar las carencias de otros para que la creyeran angelical y se dedicó al trabajo y claro, con ayuda de su fe y de una buena terapia, salió adelante. 


5. Santa Cruz. Con Carlos Bonavides, que interpreta a Huicho Domínguez, personaje de El premio mayor. Consuelo siempre lleva un caramelo en las conferencias. 

6. Familia. Con su papá, José Antonio Dussauge, que fue cantante. 

7. Infancia. Poco después de perder a su mamá, que contrajo matrimonio en su lecho de muerte. 

8. Rápido. Cuando iban a un restaurante, no pedían que les calienten la comida. Así podían aprovechar más el tiempo. 

La bronca en Televisa

El éxito no le era esquivo. Estuvo en Sabadazo;  interpretó a Nacaranda en La hora pico, el programa humorístico de Televisa; a Federica en La familia P.Luche; se interpretó a ella misma en Derbez en cuando; fue la voz de Elastic Girl en Los Increíbles (Pixar) y de otros personajes de películas de humor filmadas por Adam Sandler. 

Después de un cuarto de siglo de trabajo, en Televisa le dijeron que por ahora no estaban interesados en el humor. Quizá se debía al estrés que le causaba tener que llegar por la mañana al estudio y estar sin grabar hasta la noche, mientras sus hijos crecían. 

“¡Devuélvanme ese tiempo con mis hijos!”, gritaba para sí misma, mientras los demás veían a una persona molesta por tener que grabar tarde. Por eso la apodaban ‘dival’.  Y llegó a Televisa la Laura que ‘colmó el Bozzo’. La conductora peruana, que presentaba casos polémicos, ocupaba la misma franja horaria de Consuelo. 

Al fin y al cabo, ella no era dueña de la televisora, así que dejó pasar que la peruana tuviera un buen horario, pero no pudo soportar percatarse de que insultaba a los mexicanos y maltrataba a los colaboradores. Luego hizo saber su molestia porque otro actor, que realizaba un trabajo de similar complejidad, empezó ganando mucho más. 

Se dio cuenta de que en el estudio la saludaban con el nombre de su personaje, Nacaranda, pero nunca le decían ‘Consuelo’. Sintió que la despersonalizaban. 

Empezaron a decir que se drogaba, que era lesbiana. Una colega incluso llegó a disculparse con ella después de haber esparcido rumores falsos. 

La prensa del corazón especulaba en decenas de notas acerca de su salida de Televisa, sus supuestas peleas con algún ejecutivo de la televisora y hasta con su compañero de programa, Eugenio Derbez. La respuesta de Derbez calló todas las especulaciones: “Consuelo está loca, pero la adoro con toda mi alma”. 

A veces, ella llama a sus amigos —cuenta Derbez— y les dice que por qué ya no están hablando, por qué están distanciados, por qué se han olvidado de ella. “Cuando oye que las explicaciones empiezan, Consuelo se despide rápidamente y todo vuelve a la normalidad”. 

La normalidad

“¿Por qué no eres una niña normal?”, le dicen siempre a Bibi, la hija más ejemplar de los P.Luche. Algo así le dijo su papá a Consuelo después del tercer divorcio. En ese momento ya no tenía nada que demostrar, había superado el a veces irreal juramento de “hasta que la muerte los separe” que se suele hacer ante la iglesia y aprendió a quererse a sí misma, sin entregarse a salvar a los demás (“solucionaba los problemas de otros y así pagaba por amor”). 

Hace seis años que hace yoga. Al principio se desesperaba, porque el yoga era un procedimiento muy lento para ella, que se considera hiperactiva. 

“Aprendí a respirar, a estar tranquila por lo menos una hora de mi día y a encontrar posiciones que al principio me costaron mucho trabajo, pero que finalmente logré. El yoga me dio flexibilidad y me dio fuerza”. 

En su espectáculo, en el que cuenta su vida, muestra su excelente estado físico y su habilidad para reírse de sí misma. Utiliza libremente el personaje de Federica, porque fue registrado a su nombre, mientras que el resto de los personajes están registrados a nombre de Eugenio Derbez.  

“Eugenio tuvo la generosidad de permitir que Federica P.Luche sea una creación mía, porque es un homenaje a mi papá, porque él me crió. Esos dramas de la señora P.Luche los viví con mi papá. Es un homenaje a su vida. Por eso soy la dueña de doña Federica”. Ahora está concentrada en su propio programa, Julia vs. Julia, que está en plena grabación.  Ha decidido que trabajará diez años más: “Me he partido la madre hasta que me he cansado. He sacrificado a mis hijos, mi tiempo, mis viajes, mi vida, mi individualidad, mi estabilidad. No sé si me moriré a los 70, pero al menos habré tenido diez años para vagar y conocer el mundo”. Eso sí, antes de sus viajes, habrá una película de La familia P.Luche.  

9. Nacaranda. Durante su presentación en el coliseo Don Bosco, en Santa Cruz.