Jenecherú, brasa constante. Rubén Poma quiere filmar una película y digitalizar su trabajo

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17 de junio de 2018, 13:00 PM
17 de junio de 2018, 13:00 PM

Empezó haciendo radio en la Yacuiba de su infancia, a los 14 años, cuando asomó esa voz de túnel que le valió uno de sus primeros apodos: Trueno. Por las noches fijaba el dial y acercaba el oído a los programas de La voz de Alemania o de la BBC. Siempre había tiempo para jugar fútbol donde se pudiera. 

De vez en cuando veía pasar por el pueblo a unos extraños personajes, altos y con sombrero negro. Tenían el labio perforado y un brillo celeste que se movía al ritmo del guaraní. 

Nunca le enseñaron quiénes eran esos personajes ni supo que lo que tenían en el labio era la tembeta.

Hizo el servicio militar en Camiri y estuvo a cargo de un equipo de fútbol y también dedicó un tiempo a la acrobacia. 

Mientras estudiaba Derecho, ya en Santa Cruz, siguió frente al micrófono de las radios Centenario, Santa Cruz y Piraí. Entonces apareció su primer mentor. 

Lorgio Serrate Vaca Díez, autor de Tiempos Viejos y catedrático de Derecho, comenzó a mostrarle detalles de la Santa Cruz que iba desapareciendo. Después llegaron Hernando Sanabria Fernández, a quien recuerda como un señor respetable pero a la vez abierto, amplio de criterio y muy inclinado a compartir su sabiduría. Acompañó a Noel Kempff Mercado, el naturalista más influyente que tuvo Santa Cruz, a grabar el canto de las aves antes de que asome el sol; el médico e investigador de la historia Aquiles Gómez le mostró que las costumbres merecen la atención de toda una vida y Germán Coímbra le mostró el acervo popular de Santa Cruz. 

Cuando Lorgio Serrate fue nombrado director de Cultura y Turismo de la Alcaldía, invitó a Rubén Poma a desempeñarse como su secretario.

El jefe del departamento de Cultura era el poeta Raúl Otero Reiche. También se relacionó con el recopilador de historias y cuentista Róger de Barneville. Con todos esos personajes tan bien informados, era necesario tener cuidado si se quería opinar de cualquier tema. La semilla de la lectura, la pasión por la naturaleza, la cultura y la superación personal quedaron sembradas en el futuro realizador de Jenecherú. 

2. Ayuda. Huáscar Bustillos (biólogo) y Víctor Bernal (camarógrafo y productor).

3. Jipurí. Víctor Bernal fue clave en los inicios de Jenecherú. El programa se emite en Canal 2, cada sábado y domingo. 

El nombre

Con la inquietud por recuperar palabras que ya estaban desapareciendo, dio con una que guardaba una historia interesante. Jenecherú. La palabra original es jendi sheru, que quiere decir ‘mi padre el fuego’ en guaraní. Los carretoneros antiguos, que no hablaban guaraní, conocían esta palabra. Ellos, en sus carretones, llevaban siempre una brasa, porque en esa época no se conocía el encendedor y hacer fuego por fricción era dificultoso. Se llevaban brasitas en una gavetilla de palmera o directamente llevaban un tizón. “Cuando llegaban a la pascana, usaban este jendi sheru, que castellanizado quedó en jenecherú”, cuenta Poma. 

En la mitología de los grupos indígenas, el fuego significó una revolución, así como el posterior desarrollo de la agricultura; no es raro que se refieran a este elemento con tanto respeto. 

Pero la palabra estaba desapareciendo. Y desapareció porque el jenecherú dejó de utilizarse, así como el baquitú, que dejó de ser necesario para avivar los fogones. Poma decidió usar ese nombre para su programa y también otros dos para saludar. Uno de ellos es el panacú, una especie de mochila que era también una antigua medida de volumen. 

Suele utilizarse con un frentero, que ayuda a equilibrar el peso que se lleva en la espalda. 

El panacú se puede fabricar rápidamente con los materiales que brinda una palmera; hay un panacú rápido para cargar los productos de la caza y otro más lento, utilizado para transportar desde plátanos hasta niños pequeños; se trata del jasayé, un recipiente tejido utilizado para guardar frutas o tubérculos. 

Al terminar cada programa, Poma decía, invariablemente, “Una jasayesada de gracias y una panacusada de buenas noches”. 

Los primeros programas
Si no hubiera sido por el Canal 11, que empezaba sus emisiones a finales de la década de los 70, Jenecherú no se habría realizado. Lo apoyó Jorge Gil, que entonces dirigía el canal; Amilkar Jaldín, Miguel Montero y Victor Bernal fueron nombres clave en los comienzos del programa. 
Santa Cruz, Vallegrande, Porongo y Cotoca fueron los primeros sitios de donde Poma recogió historias. Con una camarita Panasonic en formato U-Matic registraron la fabricación de melao y la alfarería en Cotoca. 

En ese tiempo filmaron un trabajo sobre el brincao, un ritmo más rápido que el taquirari. Lo recogieron en Portachuelo. El enyubao otro ritmo de la zona, también fue grabado. 

El Carnaval
A mediados de los años 70, el carnaval estaba influenciado por el oropel brasileño. Lo que se publicaba en la revista Manchete marcaba las ideas locales. “Era un gasto insulso. No se beneficiaba a las costureras ni a los artesanos locales”, comenta.

Con Oscar Serrate, hijo del mentor de Rubén, trabajaron en una obra teatral carnavalera que se presentó en el Mau Mau. Se habló del medio ambiente, recogieron las voces de las provincias y la cultura local entró por primera vez en el Carnaval. 

Viajaron a Charagua, Santa Rosa de Sara y Vallegrande para incorporar sus manifestaciones en el carnaval cruceño. Se organizó una caravana cultural en la que participaron más de 1.000 alumnos de la Universidad, por el segundo anillo. Se vio nuevamente la tarasca, un juego para niños que hoy se ve con más frecuencia y se lucieron los isoceños con sus máscaras grandes. La majestuosidad de la danza de los macheteros estuvo presente. 

“Qué buenos artistas”
Después que el programa empezó a emitirse en Canal 7, la señal estatal boliviana, causó sorpresa en todo el país. Un día recibió una llamada de Potosí y una conocida le comentó: “Oye, buenísimos tus artistas”. No creían que en la zona oriental existían indígenas y además, sabios. “No tienen el conocimiento solamente, sino la acción misma. Cuando usted habla con un anciano, él da respuestas que uno no espera”.

Mostró a yuquis cantando temas que no entendían, mostró que sabían sobre el elefante, sobre la jirafa, pero nunca habían visto en sus libros un tatú carreta, o un chancho del monte, con los que convivían. Se decía con más frecuencia que ahora que los indígenas no tenían cultura. “¡No hay nadie sin cultura!” responde a ese prejuicio. Así, fue conociendo y mostrando el arete de los guaraníes, la desconocida lasaregua, que se baila cada carnaval entre ganaderos de la zona de Cuevo desde la época de la colonia, con entradas a caballo y un instrumento de viento largo.

La zona andina

“Te va a costar trabajar con los aymaras”, le dijeron. La primera entrada a la zona debía durar una semana. Visitó a los chipayas en Oruro y los alrededores de Pisiga. “Fuimos a lugares difíciles porque no había carreteras. Esta ba yo en el Salar de Coipasa, cuando llegan hasta allá en bicicleta a invitarme a otro lugar”. 

Los enviados habían pedaleado durante dos días para pedirle que visiten su comunidad. El viaje estaba programado para una semana, pero no pudo salir durante dos meses de la zona. 

“No podía permitir que la gente llegue con ese sacrificio, enviada por la comunidad, porque Jenecherú se veía en todo el país. Rastreaban dónde estaban y me decían ‘no puede ser que usted no vaya”. En esos dos meses tuvo que salir de las comunidades durante una semana para traer mayor cantidad de material. “Después dejaba el equipo y me iba incluso hasta Miami para traer una cámara más, porque no teníamos ni cámara”, recuerda. 

La digitalización

La sala de trabajo de Poma parece invadir toda la casa. Hay casetes antiguos y libros en varios lugares. Una gran pantalla conectada a una computadora con veinte discos duros guarda 120 programas digitalizados. 

Es una fracción de los más de 1.000 que ha producido en 30 años de trabajo. No ha quedado ningún rincón de Bolivia por recorrer. Escaló el

Huayna Potosí, navegó por los ríos de Huacaraje y aún guarda el sueño de filmar un docuficción. Recorre sus archivos y desafía: “¿De dónde cree que es esta danza?”. Tienen bombachas amplias como los gauchos, llevan máscaras blancas con ojos celestes, cabellos largos teñidos de celeste… y la danza se llama Los gauchitos. Pero el paisaje es de yunga, y la comunidad es Mapiri. ¿Cómo llegó esa danza hasta allá? La pregunta queda en el aire.

La película

A raíz de una serie de artículos que escribió el biólogo Huáscar Bustillos y editó la revista  EXTRA entre 2011 y 2012, llamada Bitácora biológica, Rubén Poma se contactó al investigador. Planificaron viajes e iniciaron una nueva serie que se emitió en 2016 y 2017, en canal 2. Fueron diez programas en las que mostraron la historia del chocolate en la zona de San Carlos y un interesante curichi en el que anida una vez al año una cigüeña llamada cabeza seca. Entre septiembre y octubre, los árboles “se ponen blancos”, como recuerda Víctor Bernal, conocido como ‘Jipurí’. 

Después de ese programa, llamado Vuelo sin fronteras, el municipio emitió la ley para proteger al curichi de los avasallamientos de los agricultores de arroz. Y hay mucho más para mostrar y contar. La brasa sigue encendida.