Telerealidad. El filme de Peter Weir sobre la vida televisada de un hombre desde que nace, se adelantó a nuestra costumbre de vivir en las redes sociales

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10 de junio de 2018, 4:00 AM
10 de junio de 2018, 4:00 AM

Cuando hace 20 años se estrenó The Truman Show, los espectadores no podían creer que el personaje de Jim Carrey pudiese ser algo más que ficción. Hoy, aquella increíble historia es en algo terriblemente cotidiano.

La película, dirigida por el australiano Peter Weir, fue recibida como una de las mejores de aquel 1998 tanto por la sorprendente interpretación de Carrey -hasta entonces solo conocido por sus muecas- como por la historia que contaba, que parecía totalmente disparatada e impensable.
Carrey era Truman Burbank, un feliz agente de seguros con una vida perfecta. Tenía una encantadora esposa (Laura Lynney), un fiel amigo (Noah Emmerich) y una bonita casa blanca en la paradisíaca isla de Seahaven.

Pero tras pocos minutos de filme, ese mundo se desmorona cuando Truman descubre que su vida no es real. Es más, nada de lo que hay a su alrededor es real e incluso nació para ser el protagonista del primer reality televisivo.

En un mundo sin internet

En 1998 no se sabía lo que era un reality, las redes sociales todavía eran persona a persona y Mark Zuckerberg tenía 14 años. Faltaba un año para que se estrenara la primera edición de Gran Hermano en Holanda. De ahí que la película de Weir -que ya había dirigido La sociedad de los poetas muertos (1989)- fuera tratada más como una comedia que como el retrato de una terrorífica realidad.

La comparación con el mundo retratado por George Orwell en 1984 fue inevitable. En ambos casos los movimientos de los seres humanos eran
monitorizados y su rutina condicionada por quienes controlaban las cámaras.

Al igual que en la obra de Orwell, se consideró que la imaginación de Andrew Niccol, el guionista de The Truman Show, había ido más allá de lo que el mundo real podría llegar a degenerar algún día.

Y ni siquiera Peter Weir fue del todo consciente del acertado retrato del futuro que mostraba su película. “La vida es escandalosa y la película lo refleja”, dijo el realizador en una entrevistareciente, pero su lectura era más filosófica y metafórica que real.

Así, consultado sobre si ese mundo de Truman podría convertirse en realidad, habló de un extraño caso, el de una chica que colgaba fotos de su dormitorio cada dos minutos en internet. 

Lo dijo tan sorprendido como los espectadores que dos décadas atrás vieron su película sin imaginar que esa vida televisada de Truman se volvería, incluso por cuenta de la propia voluntad de los usuarios de redes, que suben fotos y videos de su día a día para mostrar e influir.

Truman somos todos
Considerada una alegoría religiosa por algunos, una metáfora sobre la libertad por otros y una reflexión sobre la pérdida de realidad por el propio director, con el tiempo queda claro que fue una película visionaria.
Mezclando la idea de Orwell con el filme, en Holanda surgió el formato televisivo Gran hermano que muchos rechazaron por la intromisión en la intimidad de personas anónimas, pero que hoy funciona en muchos países.

La multiplicación de redes sociales, desde el Myspace de los 90 a Twitter e Instagram, la exposición voluntaria de la vida privada pasó de ser una costumbre a ser un un medio de vida para las legiones de ‘blogers’ e ‘influencers’ que deambulan por ese mundo paralelo. Un mundo que avanzó The Truman Show en esa maravillosa fábula orquestada por un Ed Harris que interpretaba al creador de la ficción, el instigador de un mundo que, por una vez, saltó de la pantalla a la realidad.

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