Cantan, bailan, mezclan música y pintan paredes como parte de una subcultura urbana que nació de la marginalidad

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7 de octubre de 2018, 4:00 AM
7 de octubre de 2018, 4:00 AM

Todos los jueves en la noche se juntan en la Manzana Uno. Sacan su talento de la periferia y lo posicionan cada semana en el corazón de la ciudad, tal como hicieron en los 70 y 80 sus creadores, cuando diseminaron el hip-hop desde el Bronx neoyorquino al resto del mundo.

Distribuidos en círculos paralelos, muestran el talento que desarrollaron dentro de los cuatro elementos básicos de esta subcultura urbana: grafiti, rap (canto improvisado), breaking (baile) y mezcla musical (DJ).

Esta rutina es parte de la estrategia que los mantiene unidos, porque cuando empezaron, cada cual andaba por su lado, hasta que el evento Invasión Urbana, realizado inicialmente en la Villa Primero de Mayo y sostenido por tres años consecutivos, los presentó y consolidó como una hermandad.

 

 

Hermandad estigmatizada

Los orígenes marginales no ayudan a hacer justicia a este movimiento. Al haberse gestado por los hispanos y afrodescendientes discriminados en Estados Unidos que encontraron en el hip-hop un modo de expresión de sus penurias y de rebeldía a través del arte, se lo sigue relacionando con pandillas. Sin embargo, para los hiphoperos cruceños, se trata de la oportunidad de ser artistas formados en la calle, con una disciplina que puede llevarlos del barrio a torneos mundiales en otros países. Pero lo mejor de todo, aseguran que se trata de un estilo de vida con códigos universales, inclusividad, horizontalidad y detonador de la autoestima.

Ariel Castillo, más conocido como Chull one o Chullpa, integrante del colectivo Esencial Corp, reivindica esta causa artística. “Hay una estigmatización de que está ligada a la pandilla y queremos romper eso, si se puede reflejar lo que realmente somos ayudaría muchísimo. En el hip-hop hay mujeres, niños, mayores, familias, de todo, ellos encuentran en esta cultura una respuesta”, opina.

Y a pesar de ese espíritu inclusivo, no son muchas las chicas. Valeria Saravia, conocida como Vash, y que ya lleva 20 años en hip-hop, asegura que hay muchas seguidoras, pero pocas activas. Según ella, deben ser como unas ocho b-girl (las que bailan), una grafitera, tres improvisadoras o MC, lo que en total apenas alcanza la docena. “Lo que pasa es que acá lo toman como una moda, si está de moda bailar, lo hacen; luego cantan, pero no hay constancia e identidad. No es que nos releguen los hombres, nunca, depende de cómo la mujer quiere involucrarse”, dice. Ella y sus compañeros coinciden en que el ‘free style’ (improvisación) se maneja como una disciplina, por eso se batalla con cosas inteligentes, no con misoginia, “se desarrollan técnicas, escrituras, se saca flow, no es necesario denigrar sino resolver improvisando, además, por lo general la respuesta de una mujer en una batalla de rap es mucho más contundente que la de un hombre. En el hiphop todos somos iguales, el mayor problema tiene que ver con la sociedad, que les dice jueguen a las muñecas, eso no va con nosotros”, aseguran.

“Hermano”, “hermana”, es la palabra clave con la que se dirigen uno a otro. “Es porque unión, aprecio y respeto son las bases de este movimiento. Tenemos hartos hermanos a nivel mundial”, dice Vash.

Hip-hop cruceño

Ariel calcula que en la capital cruceña, los hiphoperos activos llegan a los 150 a 200, de los cuales medio centenar se encuentra cada jueves en la Manzana Uno.

De esta cifra se desprenden unos siete crew (tripulación), que concentra hiphoperos por especialidad, hay los grupos solo de grafiteros, los de raperos, los de bailarines, etc. También existe un par de colectivos, como Esencial Corp, que aglutina hiphoperos, sin distinción de especialidad. Es el caso de Ariel, que es gestor cultural, grafitero, bitbox (hace sonidos con la boca), MC (improvisador), y que también ha sido jurado internacional y organizador de eventos que compacten a los ‘hermanos’.

Según Ariel, que formó parte de pandilla y que usó la marginalidad como plataforma para generar arte de calle, rapeando sobre racismo, drogas y política, el hip-hop en Santa Cruz se mueve solo por autogestión. “Es a puro esfuerzo personal, por nuestra pasión, porque a las instituciones no les interesa esto”, lamenta.

Recuerda que hace más de una década, los hiphoperos no estaban organizados como comunidad y menos aún se comunicaban como red cultural, pero con la iniciativa de los colectivos, se empezó una agenda regional que ha visibilizado a Santa Cruz como uno de los puntos donde se ejerce este estilo de vida. “Hemos trabajado con instituciones como la Fundación San Isidro, con Arterias Urbanas y también creamos los primeros torneos en Santa Cruz, como Improverso (de rap improvisado), luego Rap Titán, etc., algunos discontinuados por falta de recursos”, dice.

Castillo cuenta que los hiphoperos también lograron enviar a tres ‘hermanos cruceños’ al exterior, con recursos propios de hip-hop local, vendiendo poleras, haciedo colectas, etc. “Realizamos un torneo que se hace en los nueve departamentos, se escoge un ganador departamental, y luego el nacional, que nos representa en la Batalla de Maestros. El hip-hop ayudó a despegar a muchos hermanos”, dice.

Varios de los hiphoperos coinciden en que el cruceño es caldo de cultivo perfecto para desarrollar cualquiera de las especialidades. “Desde la cuna le encantan el baile, la expresión verbal, la música y los colores, el cruceño está hecho para el hiphop”, aseguran en la sesión de fotos realizada para esta nota.

Los dos más grandes eventos de improvisadores son Batalla de Gallos, organizada por la marca Red Bull, que hace poco tuvo la final nacional en La Paz, dejando a Neón como ganador (tercer cruceño), y que tendrá la final mundial en diciembre, en Argentina, con más de diez países en competencia. También está la Batalla de Maestros, hecho por hiphoperos.

Según Castillo, Argentina, Brasil y Chile son ejemplo de apoyo público al hip-hop, que se convierte en oportunidad para jóvenes marginados. Asimismo, resalta que en Santa Cruz, las especialidades del hip-hop que sufren de mayor orfandad son las de mezcla musical, ya que los equipos son muy caros, y la de grafiti, debido a los altos costos de los paneles, ya que los muros callejeros no están a la orden del día. “Con nosotros, los barrios tienen la oportunidad de dar color a sus paredes”, dice Vash. “Los chicos no piden mucha sofisticación, aunque la merezcan”, agrega Ariel.

Y si bien entre los grafiteros hay los ‘no tan legales’, si son parte del hip-hop, deben seguir códigos universales, como respetar los hospitales, las iglesias, las instituciones públicas, entre otros edificios. En caso de que alguna transnacional sea el blanco de sus expresiones, pueden pintarla como parte de su rebeldía.

Los mezcladores de música son los menos en lo que respecta a cantidad. Uno de ellos es Army, que a pesar de las dificultades se niega a ejercer otro tipo de música más comercial que no tenga que ver con rap, jazz o soul, como firme promesa de fidelidad hiphopera. Army es considerado por sus hermanos como el mayor coleccionista de enormes radios ochenteras, tiene más de 50 en su casa, rescatadas de varias ciudades del país. “Nadie regala. Las busco entre técnicos y otras personas. Las colecciono y las mantengo vivas, trato de que la esencia de la cultura hiphop siga con vida”, cuenta Army.

Grafiteros. Les gusta poner color y expresarse a través de los aerosoles

Free style con conocimiento

Hip (movimiento) y hop (conocimiento). El nombre y una charla con un activista son suficientes para entender que es más que un hobby.

Un hiphopero comprometido con su subcultura y estilo de vida sabe que sin aprendizaje y disciplina no llega a ningún lado. Los primeros pasos sí se gestan en la calle, pero exige estudio, lectura de la realidad nacional, retórica, agilidad mental, destreza en artes plásticas, vocabulario, práctica y, en el caso de los breaking o bailarines, una alimentación equilibrada.

Todos ellos, al menos los más comprometidos, conocen todos los antecedentes, la historia y razón de ser del hiphop, sus impulsores, los principales eventos mundiales, la actualidad de su país y de su región y, en el caso de los MC o raperos improvisadores (también hay los que componen sin tanto estrés), en segundos tienen la misión de armar un verso sobre el tema que les impongan. Y quien lo intente, sabe que no es reto para cualquiera. “Si quieres estudiar arte y no tienes dinero, cualquiera que haga hip-hop te dirá que sí cuando le pidas que te enseñe, porque todos ellos aprendieron de alguien más en la calle”, explica Ariel.

Por ejemplo, un DJ tiene que saber técnicas especiales como el scratch, que usa discos de vinilo y mixer, “es como tocar un instrumento. El DJ solo mezcla música, pero hay quienes crean, ellos son los bitmakers”, argumenta Army.

El grupo enfatiza en que la base de su cultura es la improvisación, “por eso se llama free style”, dicen. “Varios de los chicos empiezan a los 12 años, de acuerdo al tipo de actividad, aprenden tiempos musicales. Por ejemplo antes en la Batalla de Gallos ocupaban un minuto por lado para batallar, pero cuando llegó la Batalla de Maestros (BDM) cambió las formas de competir. Cuando decimos un 4x4, se trata de lanzar una estrofa de rap de cuatro líneas. Algunos vienen y ven a los demás, les gusta, practican y ya tienen el conteo en su mente. Les das una palabra y en fracción de segundos arman el párrafo con rima. Desarrollan el potencial intelectual y retórico, la rapidez”, dice Ariel.

Los chicos aseguran que no tuvieron mayores problemas con sus padres cuando empezaron a formar parte de esta ‘tribu’ urbana. Armamente, un MC (improvisador de rap), dice “los padres no se hacen problema cuando ven que uno aborda el hip-hop con disciplina, que en vez de llegar borracho, llega directo a casa a practicar para competir”.

Y a pesar de lo avanzado, les parece lento (van más de 20 años). “El hip-hop sigue siendo una subcultura incomprendida, a pesar de ser inclusiva y humanizadora. Vemos asaltos, pandillas, a veces venimos de ellas, pero aprendimos a decir lo que sentimos desde el arte, sin violencia, cambiando vidas de jóvenes desde sus habilidades”, finalizan.

Comunidad

Se tejió la red
Invasión Urbana fue uno de los eventos que consolidó a los hiphoperos como grupo. Se hace el 24 de septiembre y aborda los cuatro elementos básicos del hip-hop, con énfasis en tema cruceño en grafiti.

En los nueve Departamentos
La nacional de Batalla de Maestros (BDM) busca a los mejores MC o improvisadores en todas las ciudades capitales.

Libertad ante todo
El hip-hop puede fusionarse con otras variaciones, sin perder su esencia. En Cochabamba, el Curaca hace breaking con pasos de tinku. Los hiphoperos cruceños quieren hacer lo mismo con ritmos como el taquirari en las mezclas

Torneos regionales, nacionales e internacionales. La mayoría de los improvisadores de rap del país aspiran a estar en Batalla de Maestros y Batalla de Gallos (mundiales)

Breaking. Es uno de los cuatro elementos básicos del hip-hop, tiene que ver con el baile. Exige técnica, alimentación y vestimenta adecuada, además de característica hiphopera

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