“De la TV como, en el cine sueño, y en el teatro vivo”. Es lema que rige la vida del actor cubano que estos días visita Bolivia 

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16 de diciembre de 2018, 4:00 AM
16 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Impresionantemente sencillo, en los ademanes, en el trato, y en la forma de vestir. Si estuviera en la calle, sería difícil pensar que hace unos años era el galán cubano de las telenovelas.

Hace poco terminó la sexta temporada de El señor de los cielos, y Francisco Gattorno (54), el actor que hacía el rol de un general cubano corrupto, por el momento se concentra en su rol como embajador de la marca de vitaminas Alfa, que lo trajo a Bolivia.

Durante la entrevista, realizada en el hotel Radisson, habla de su exitoso pasado como actor, desde los inicios con Una novia para David, su paso al estrellato con el filme cubano nominado al Oscar Fresa y Chocolate, y la inolvidable telenovela La Dueña. Abordó la locura que le despierta el teatro, vicio que mantiene de toda la vida.

 ¿Cómo fue tu infancia?

Tuve una infancia bien bonita en Santa Clara, en el centro de la isla (Cuba), donde se instaló por primera vez una computadora en el año 72. Mi familia era del campo, teníamos caballos, mi abuelo sembraba maíz, yuca, boniato, tenía plantaciones de mango, criaba cerdos, y yo rodeado de muchos amigos. Siempre digo a mis amigos que ojalá nuestros hijos pudieran tener la infancia que tuvimos, nos la pasábamos jugando con cosas que inventábamos, un caballo podía ser un palo de escoba. No había drogas.

¿Por qué el arte?

En Cuba hacíamos una especie de matutino en las escuelas, se presentaban muchos sketchs. Ahí empecé, me fue llamando la atención porque era muy tímido. Actuar es un vicio que no se puede dejar, y mis compañeros me incitaron a dedicarme a estudiar actuación. En 1980 hice la prueba para ingresar al Instituto Superior de Arte en La Habana, con profesores soviéticos que enseñaban con el Método de Stanislavski. Los requisitos eran extraordinarios, tenían que ver con qué libros habías leído e indagaban en el origen de la vocación por el arte. Mi abuelo fue periodista, era muy instruido y, como decía nuestro prócer José Martí, “ser culto para ser libre”, frase que me acompañó toda la vida. Tuve una formación actoral que no veo en muchos lugares. Aquella época fue de mucha efervescencia cultural en Cuba.  Tu primera película fue Una novia para David.

La idea del director Orlando Rojas era trabajar con gente sin experiencia en cine y TV, que no estuviera viciada. Casi todos los que trabajamos en esa película hemos tenido carreras interesantes. Fue un suceso en Cuba, emblemática, ganó muchos premios en San Sebastián. Pero sin duda, Fresa y Chocolate tuvo mayor trascendencia por su nominación al Óscar como Mejor película extranjera. Fue uno de los primeros filmes contestatarios en Cuba porque se atrevió a tocar una parte de la historia, una cacería de brujas que nadie se había atrevido a tocar, cuando el gobierno mandaba a los homosexuales al campo a trabajar rudo, para que dejaran de ser homosexuales, como si una cosa tuviera que ver con la otra. el director, Tomás Gutiérrez Alea, quería que el mundo supiera eso, pero con humor, porque el cubano ríe hasta de sus problemas más graves.

¿Te costó salir de Cuba?

Después de Fresa y Chocolate me invitaron a México, a hacer una pasarela porque había trabajado como modelo para Giorgio Armani en el 93. En esos años era yo un galán cubano. No me fue difícil, me dieron la visa y el pasaporte, fue rápido. En México empecé en Televisa con mi primera novela, La Dueña, que produjo Florinda Meza. Esa fue mi entrada al mundo de la fama de verdad porque, si bien Fresa y Chocolate se exhibió en muchos países de Latinoamérica, me sorprendió el mundo de la TV, fue un salto a lo comercial, a una plataforma mucho más grande donde era más reconocido porque la TV llega a más gente.

¿Cómo lidiaste con la fama?

Me asustaba mucho cuando me di cuenta de lo que había logrado, hay que olvidarse de la privacidad. Yo llegaba de un país donde la prensa no era tan amarillista como en México, donde mentían en muchos sentidos y buscaban la parte más oscura. Con el tiempo aprendí a manejar eso.

 ¿Hablaron de tu relación con Cynthia Klitbo y de Angélica Rivera, exprimera dama de México por Peña Nieto?

Sí. Me di cuenta de que era inevitable y que había que convivir con eso en mi carrera como actor. No me afecta porque el que nada debe no tiene por qué preocuparse. Con Cynthia estuvimos casados y hoy tenemos una muy buena relación, no entiendo las parejas que se aman y luego se odian. Trato de no creerme la fama, es temporal, no tiene valor, salvo que puedes hacer felices a algunas personas cuando te ven. Eso lo aprendí en Nueva York hace cinco años cuando íbamos en el metro, y mis hijas reconocieron a un actor de Hollywood, le pidieron foto y él accedió; me di cuenta de su felicidad.

Esposa. La bailarina cubana Belmaris González, madre de sus hijas

Hacés teatro con Doña Flor y sus dos maridos, ahí salís desnudo ¿Y el pudor?

Salgo del terrible Vadinho. Una de las claves de la novela y puesta en escena, la parte más humorística, es un hombre que viene del más allá y se aparece desnudo en cama de su exesposa, justo en la luna de miel. En el teatro estar desnudo es un vestuario más. No es que yo esté todo el tiempo desnudo en escena, pero no tengo nada en contra del desnudo en teatro, que es una cosa hermosa cuando tiene un sentido, como en esta obra. Es un fantasma que funciona humorísticamente.

Nunca entendí, después de 15 años que llevo haciendo la obra, dependiendo de los públicos donde la he presentado, y de la historia cultural de cada país, de las convicciones morales, cómo tiene distintos significados. Cuando la gente se encuentra con algo que moralmente puede ser un poco cuestionable, les provoca risa nerviosa que es el mejor regalo que yo tengo en el escenario. Es una experiencia mágica que no tienen ni la TV ni el cine.

Es evidente que te apasiona

Sí, tengo formación teatral y es lo que más me apasiona. Tengo un dicho: “De la TV como, en el cine sueño, y en el teatro vivo”, porque es lo que realmente más me llena, es el arte más atractivo para mí.

 La gente en Bolivia te vio con El señor de los cielos.

Sí, como un maldito.

¿Tiene que ver con la realidad tu personaje?

Sí, existió. Es algo que el gobierno cubano nunca ha querido aceptar, y lo respeto muchísimo, pero es un hecho real, se le hizo un juicio al general Arnaldo Ochoa, que vincularon con Pablo Escobar y Mario Casillas en México, y por supuesto hubo mucha droga que pasó de Latinoamérica, a través de Cuba, a EEUU. El gobierno no quiere que se hable de eso, pero yo soy actor. De hecho fui a Cuba hace cuatro meses y la serie se prohibió, es lo peor que hacen porque cuando se prohíbe algo, más llama la atención. Cuando me ofrecieron el personaje no me interesó porque había una ‘narcodiarrea’ de telenovelas e historias de narco; creo que se ha perdido la objetividad en ese sentido, la gente ha convertido en héroes a los narcos, cosa monstruosa, sobre todo para la juventud. Pero cuando me reuní con el escritor y me contó la historia, me llamó la atención porque tengo bien fresco lo que sucedió y conozco la historia porque en esa época haciendo una película que se llamaba Caravana, cuando pasó lo de Ochoa, y vi muchas personas que lo admiraban muchísimo, luego vi gente llorando en Angola que tenía que firmar una carta autorizando que lo castiguen con la muerte. Yo como actor interpreto a todos los personajes, que interprete a un gay o asesino no me convierte en ellos.

Mucha gente en Cuba me decía “me gustaría tomarme una foto contigo, pero si lo hago me van a meter preso”. Eso está mal. El mundo ha perdido la objetividad, es absurdo. Cómo me vas a juzgar por un personaje.

¿Por qué se convierten en héroes los narcos?

Porque la TV lleva con eso casi como diez años, es como el reguetón, una epidemia, un cáncer. Hay un libro de Vargas Llosa, La generación del espectáculo, que habla de eso. No me gusta juzgar ni convertirme en paladín, la política la he evitado toda mi vida.

¿Cómo es tu relación con Cuba a la distancia?

Como casi todas las familias cubanas muchos hemos emigrado buscando mejoras en la vida. Mi madre vive en Cuba, de hecho mi viaje consistió en ir y estar con ella. Mi hermana está en Palma de Mallorca, mis tíos en Italia, mi papá en Miami, mis primas en México. Las familias cubanas están dispersas por el mundo y eso nos hizo conocer más, ser más fuertes, pero Cuba sigue siendo mi patria, es un derecho que nadie me puede quitar.

¿Tus proyectos ahora?

Quiero sacar de gira la obra Doña Flor y sus dos maridos, este año que viene, la vamos a presentar por primera vez de los escenarios de Nueva York, la quiero llevar a Miami, México, Los Ángeles, tengo una película que voy a empezar a rodar en febrero que se llama Cada quien, cada cual, Soy imagen y embajador de una marca de vitaminas, de Alfa, y hago una especie de telenovela por internet de este producto y me he sentido muy bien porque he vinculado esto a la actuación, la idea es que dure varios años. A cada país que voy a promover el producto, busco los lugares más emblemáticos, de Bolivia escogí el salar de Uyuni, escuché que es un paisaje único, haré una especie de pequeño comercial, que pondré por Instagram y Facebook. Es como hacer mi propia producción. Ya no dependo de que me llame algún productor o director para hacer algún trabajo y siento que hago una labor social muy bonita porque ayudamos a comunidades indígenas, eso tiene un valor increíble, más que todas las telenovelas y películas.

¿Hacer novelas o cine de culto no genera problemas?

Me gustó hacer El señor de los cielos porque es polémico, me fascina. No me gusta provocar, pero sí confrontar y hacer pensar, el arte que no hace pensar no es arte, el arte por diversión nada más no debe considerarse arte, el arte tiene que hacerte salir con cuestionamiento de lo que viste, ahí es cuando tiene más valor.

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