Su vida en  la pantalla grande. Cuenta la ascensión y caída de Molly Bloom, que a sus 26 años organizaba partidas clandestinas para Tobey Maguire, Leo DiCaprio y sus amigos de Hollywood; luego lo hizo para capos de la industria y titanes de Wall Street  hasta que la mafia y el FBI hicieron acto de presencia

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14 de enero de 2018, 4:00 AM
14 de enero de 2018, 4:00 AM

Molly Bloom está en la ruina más absoluta después de que las autoridades le hayan decomisado todo cuanto ganó con el póker. Aunque no da en absoluto la impresión de estar en las últimas. Bloom tenía 26 años cuando un hombre al que se refiere como Reardon (muchos de los nombres en su autobiografía son seudónimos inventados para evitarse problemas legales) la contrató como camarera, la convirtió luego en su secretaria y le encomendó la organización de unas partidas de póker con apuestas muy altas. En la primera partida, la mínima era de $us 10.000.

La partida iba a tener lugar en el Viper Club, el establecimiento frecuentado por la élite joven de Hollywood. Entre los jugadores iban a estar Tobey Maguire y Leonardo DiCaprio. “Estaba muy nerviosa. Me sentía fascinada, abrumada… ¡Era tanto el dinero que cambiaba de manos! La energía era increíble. Leo no participaba en todas las manos. Llevaba unos auriculares. Tobey le pagaba por estar sentado a la mesa. Era el gancho para atraer a otros jugadores. Si perdía, no tendría que pagar nada. En caso de ganar, recibiría un porcentaje”, cuenta.

Los hombres, en esas partidas,  hablaban de sus matrimonios, de sus vidas, de las mujeres... Tobey contó que sus padres eran tan pobres que la familia vivía en una casucha miserable por la que corrían las ratas. “Me enteré de sus proyectos cinematográficos, de los embarazos de sus esposas antes que lo demás. Escuché cosas que sorprenderían a muchos”, refiere.

Altas propinas
En una sola partida, ella sacaba más de $us 3.000 en propinas. Invirtió el dinero en comprarse unos vestidos tan elegantes como osados para las siguientes timbas. “Nunca tuve la ambición de ser actriz o una esposa de Hollywood. Lo que quería era disfrutar del poder y el dinero”, afirma.

Sus partidas pronto fueron conocidas como las mejores en Los Ángeles. Ella se ocupaba de todo. Les dio un ‘aire de fantasía’: en hoteles de lujo, con flores recién cortadas, dos masajistas disponibles en todo momento, Whisky escocés de malta, caviar y champán francés. Hasta llegó a contratar a acupuntores para que atendieran a los hombres sentados a la mesa. 

Lo que no había era coqueteos ni relaciones sentimentales entre Bloom y los jugadores. “Siempre dejaba muy clara la situación. Me relacionaba con hombres que anteponían el dinero y su carrera profesional al amor. Se convirtieron en mis modelos”, expresa.

El matrimonio y los hijos eran perspectivas muy lejanas. Un año ganó $us 4 millones. Contrató a un entrenador personal, se hizo operaciones de cirugía estética, compró ropas carísimas. Con todo, su familia a la que estaba muy unida miraba con disgusto su forma de ganarse la vida.

Su padre, Larry, un sicólogo clínico de Loveland (Colorado), siempre insistió en que Molly y sus dos hermanos destacaran en los estudios y en el deporte. “Mi familia siempre me dio amor, pero no me bastaba con eso”.

Tobey, el ‘ludópata’

Molly pasaba horas hablando por teléfono con Tobey Maguire. Le organizaba unas partidas espectaculares, pero el actor quería controlarlo todo. Quería saber quién iba a jugar cada semana, si habría algún jugador nuevo.  “Al principio, era encantador, pero pronto quedó claro que en su carácter había una faceta casi demoniaca”, afirma. Estaba empeñado en subir la apuesta mínima de sus timbas a $us 50.000. Curiosamente, Ben Affleck, al saber de la abultada cifra, se sumó al juego.

Bloom empezó a darse cuenta de que el juego era compulsivo y que los jugadores siempre quieren subir la apuesta mínima. Ella enviaba talones bancarios al hogar de Affleck y su mujer, Jennifer Garner. “Siempre hablaba con mucho amor de su mujer y de sus hijos. Es un tipo formidable”, dice.

Los problemas empezaron cuando Maguire empezó a tener una mala racha de juego. Culpó a Molly y empezó a atacarla. Una noche, le exigió a Bloom, delante de todos los jugadores, que gruñera como una foca ansiosa de recibir un pescado; a cambio le daría una ficha de $us 1.000. Ella trató de tomárselo a broma, pero Tobey insistió. Bloom se sintió asqueada. 

“Tobey había ganado millones de dólares sentado a mi mesa y yo, en todo momento, había hecho su voluntad. ¡Ahora parecía estar obsesionado con humillarme!”. Ella se resistió a plegarse a los caprichos insultantes de Maguire y tan solo conservó el trabajo porque se las había arreglado para reclutar a unos cuantos jugadores que el actor podía desplumar con facilidad.

La mafia entra en juego

La mafia se puso en contacto con ella. Unos emisarios le pidieron dinero ‘para protección’, y ella se negó a apoquinar. Unos días después, un desconocido le propinó una paliza tremenda. “¡Te crees muy lista!”, le dijo el matón antes de estrellar su rostro contra una pared y pegarle varios puñetazos. Le metió el cañón de su pistola hasta la garganta y arrambló con varios miles de dólares que tenía en la caja fuerte. También le dijo que sabía que su familia vivía en Colorado. Molly comprendió que era mejor que no fuese al hospital ni contara lo sucedido. Se quedó encerrada en casa varios días, a la espera de que los moratones desaparecieran.

“Fue horroroso. Cuando te pasa una cosa así, no vuelves a ver las cosas de la misma manera. Llegué a pensar que mi vida se había terminado para siempre. Lo más triste era que estaba muy alejada de la realidad, de las cosas que son importantes de verdad, así que no pensé en dejarlo todo de una vez. La codicia y el afán de poder eran mis dioses personales, y terminé por perder la cabeza”, recuerda.

Y llegó el FBI

“Por si fuera poco, el FBI reparó en ella. La agencia federal estaba investigando un fondo de inversión sospechoso de estar realizando una estafa piramidal. El presidente de ese fondo resultó ser un antiguo conocido del juego en Los Ángeles. En su declaración ante los agentes del FBI se fue de la lengua y mencionó las partidas de póker de Molly Bloom. Tuvo que viajar a Los Ángeles a declarar ante un juez. Y regresó a
Nueva York con una sola idea: ganar el dinero suficiente para retirarse pronto. Sin embargo, en marzo de 2011, una veintena de agentes irrumpieron por sorpresa en una partida montada por Molly en Nueva York. Por suerte para ella, no estaba presente esa noche y le dio tiempo a irse a Colorado. Pero en menos de 24 horas las autoridades gubernamentales habían decomisado todas sus pertenencias, y todas sus cuentas bancarias estaban en números rojos.

La Fiscalía quería hablar con ella sobre el crimen organizado. No había escapatoria. El caso ya era público. Por más que su abogado insistiera en que las partidas no constituían infracción legal alguna, la prensa empezó a referirse a ella como ‘la princesa del juego’ o ‘la madame de las timbas’.

Y una mañana de abril de 2013, el FBI llamó a su puerta. Linternas centelleantes, armas automáticas, esposas de acero... Nunca imaginó que eso podría sucederle. Pasó 12 horas en una celda y fue puesta en libertad, acusada de beneficio económico de la organización de partidas de póker ilegales. Repitió una y otra vez que era inocente, hasta que en diciembre de 2013 se confesó culpable.

En mayo de 2014 fue condenada a un año de cárcel en régimen de libertad condicional y a una multa de $us 125.000. “Tuve suerte”, admite. Bloom volvió a Colorado hace dos años, escribió su libro Molly's Game, donde cuenta  su vida como anfitriona de exclusivas y secretas partidas para reconocidos artistas, deportistas y magnates, la misma que el pasado 5 de enero fue estrenada en la pantalla grande. Ella insiste en que siempre llevó el negocio ‘de forma honorable’, aunque reconoce que tomó decisiones imprudentes. “Pero el hecho es que soy buena persona”, concluye.