De acuerdo con un reciente estudio de la OMS, en Bolivia cada persona consume una media de 8,9 litros de alcohol puro al año. Este consumo se sitúa por encima de la media de América Latina y el Caribe

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3 de marzo de 2019, 8:00 AM
3 de marzo de 2019, 8:00 AM

Más que ser un país narco, Bolivia parece un país etílico. Un ejemplo: cuando organizó la fiestita de primer año de su hija, B.P. recibió una crítica de su cuñado. “Pucha que son tacaños. Sin bebida dizqué”. En el siguiente cumpleaños, el cuñado llegó con un aire triunfal: “Aquí traigo unas cervecitas”.

“Oye, es el cumpleaños de mi hija, no el mío. No hay trago porque ¡está cumpliendo un año!”. Desde entonces, el cuñado se molestó. Por donde pudo, los tildó de tacaños.

Con el tiempo, B.P supo que el cuñado tenía un problema con el alcohol. Hay gente que no puede sentarse a almorzar si no bebe. Hay gente que no entiende un bautizo, un matrimonio, un divorcio o cualquier pequeña alegría o incluso una minúscula ansiedad, sin tener el alcohol a su lado.

No pueden, físicamente, hacer frente al alcohol. Para entender qué pasa, puede ser útil saber que hay en el cerebro receptores llamados delta y mu. Ambos están relacionados en la sensibilidad inicial y, después, con la necesidad de alcohol.

Así funciona

La necesidad de alcohol se relaciona con un aumento de la liberación de dopamina a partir de una estimulación de estos receptores opioides. A la dopamina se le dice ‘la hormona de la felicidad’. A mayor liberación de dopamina, más refuerzo de la ingesta de alcohol, según una investigación publicada en la revista Human Mutation.

La investigación refuerza estas palabras de B.P.: “El problema no es la bebida. La bebida esta ahí simplemente; ella no tiene ningún problema conmigo. Soy yo el que tiene problemas con la bebida”.

B.P. habla desde la experiencia. Desde hace años dirige en una parroquia cruceña un grupo de familiares de alcohólicos, que han llegado a entender que aunque no beban, también están contagiados. También se apoyan, siempre desde el anonimato, aplicando los doce pasos de Alcohólicos Anónimos para dejar de lado el trago.

Ojo, solo se lo puede dejar de lado, porque no hay cura para el alcoholismo. Es cierto que si se usa una sustancia ‘enemiga’ de los receptores opioides, como la naltrexona, se reduce la necesidad de ingerir alcohol. Ha funcionado en humanos y en animales y tambíen disminuye la recaída en el alcoholismo, según los investigadores Radel y Goldman.

Cuando hacen falta más estudios, los investigadores suelen decir que sus datos “aún no son concluyentes”. Es lo que dicen Radel y Goldman sobre la naltrexona.

En los últimos años se ha investigado con otro ‘enemigo’ del receptor; es el opioide nalmefeno. Se usa para reducir el excesivo consumo de alcohol. Hubo algunos resultados alentadores, pero tampoco son concluyentes.

También se trabaja con algunas sustancias para reducir el síndrome de abstinencia alcohólica, pero sigue siendo una enfermedad incurable. Como dice Ángel, integrante de Alcohólicos Anónimos, el alcoholismo es enfermedad física y mental.

Por qué, por qué

¿Por qué empieza a beber el boliviano? Sí, se usa como rito de paso a la edad adulta en el colegio, así que es frecuente escuchar que los adolescentes digan: “bebé, no seás maricón”. Pero Ángel dice que no hay un motivo claro. Hay una predisposición. “No bebemos tanto porque somos un país pobre o porque murió un familiar o porque nos divorciamos. Puede tratarse de una persona que nunca bebió y, en algún momento de su vida empieza a consumir. Durante ese tiempo el alcoholismo estuvo inactivo. No se activaba, pero se activa por alguna alegría excesiva, por la tristeza, por un divorcio, o incluso hasta porque hace frío; bebe y empieza a sentir placer, siente que se libera”, dice.

Ángel, como alcohólico, ha escuchado a los médicos explicarle que el alcoholismo es una ‘enfermedad de alergia’. Ante el alcohol, el cuerpo experimenta una reacción anormal. En muchas personas se desencadena el rechazo con vómitos y una sensación de malestar. En las personas alcohólicas ocurre lo contrario. “Es una alergia de atracción, de afinidad. Su organismo reacciona de una forma anormal, pidiendo más alcohol”.

Artista. Rilda Paco denunció con un cuadro el alcoholismo y fue amenazada. Cuenta que en la época del Carnaval, en Oruro aumentan la violencia contra la mujer y la violación a niños

Incontrolable

No pueden controlarlo. Ni bien tomen una copa, la cadena bioquímica se activa y el alcohólico se mete en problemas. Puede tener a la esposa internada y beberse la plata para la clínica; no le importa. Lo único que quiere es más alcohol, y su mente se engaña diciendo que podrá controlar la próxima copa. Nunca es así.

Por eso, los integrantes de Alcohólicos Anónimos se informan del problema y trabajan por identificación con el enfermo, para que él mismo encuentre su diagnóstico y busque ayuda. Por eso es una enfermedad. La sicología no puede hacer nada con lo físico, y lo físico no puede sobreponerse a lo sicológico.

“En realidad se trabaja por identificación. Él mismo se diagnostica y busca ayuda”, dice Ángel.

El tamaño del problema

De acuerdo con un reciente estudio de la OMS, en Bolivia cada persona consume una media de 8,9 litros de alcohol puro al año. Este consumo se sitúa por encima de la media de América Latina y el Caribe (8,4 litros per cápita por año). Bolivia ocupa el tercer puesto debajo de Chile (9,6 litros) y Argentina (9,3 litros).

El sociólogo Guillermo Dávalos dice que la tendencia es que se llegue a afectar 45% de la población, pero “el panorama es preocupante cuando vemos los números absolutos, puesto que en los últimos veinte años prácticamente se ha duplicado el número de consumidores habituales de alcohol en Bolivia”, dice.

Esta tendencia indica que quienes han empezado a consumir son las mujeres.

El boliviano bebe a una edad cada vez más temprana. Dávalos cita el tercer Estudio Epidemiológico Andino sobre Consumo de Drogas en la Población Universitaria. La edad media de inicio del consumo de alcohol en Bolivia pasó en los últimos veinte años de 18,3 años a 17,3 años. En la misma edad de inicio junto con Perú y por encima de Ecuador (16,4 años) y Colombia (15,3 años).

“Según los indicadores de este estudio, la prevalencia del consumo en el último mes o consumo actual afecta al 32,10% de la población universitaria en Bolivia”, dice el investigador.

El país está por debajo de Perú (37,97%), Ecuador (50,44%) y Colombia (56,11%).

Otra cuestión que se indagó en el estudio está relacionada con la percepción de gran riesgo que tienen los estudiantes sobre el uso frecuente de alcohol. El 74,5% de los universitarios de Bolivia y Colombia, y alrededor de un 79% en Ecuador y Perú, perciben esta conducta como de gran riesgo. Esa percepción es mayor en las mujeres.

Uno de cada dos en Bolivia y tres de cada cuatro en Colombia dice tener dos o más amigos que se emborrachan.

Los riesgos

El solo hecho de ser joven constituye un factor de riesgo para el acoholismo, dice Dávalos.

Los jóvenes luchan constantemente por establecer sus identidades y responder a preguntas como “¿Quién soy, cuál es mi función en la sociedad, qué quiero hacer de mi vida?”.

Este es un periodo en que se duda de uno mismo, de la capacidad para para actuar. Son momentos en que algunas personas tratan de ‘olvidarse del mundo’ o de ‘ahogar las penas’ con diferentes sustancias.

En una ocasión, B.P. le preguntó a su hija alcohólica, que empezó a consumir bebidas etílicas desde muy temprana edad: “Hijita, ¿por qué empezaste a beber?”. A lo que ella respondió: “Solo por descubrir nuevas emociones, mamita”.

¿Normas?

No se trata de prohibir, sino de proveer a los jóvenes los recursos adecuados “para satisfacer las necesidades físicas y emocionales de la persona, por ejemplo, escuelas de padres, servicios de salud de fácil acceso para los jóvenes, centros sociales con actividades artísticas y socio culturales y de recreación, instalaciones deportivas, oportunidades de empleo”, plantea Dávalos.

“Entre los factores que protegen a un individuo contra el uso indebido están las actitudes personales bien desarrolladas para resolver situaciones difíciles, como la capacidad de analizar situaciones, adoptar decisiones rápidas, comunicarse con otras personas, relajarse, negociar y asumir compromisos, en suma, orientar la educación hacia el desarrollo de las habilidades sociales y de la inteligencia emocional”, dice.

B.P. cree que regulando la publicidad, que promete placer si se consume alcohol, se apuntaría a crear, como propone Dávalos, normas culturales que desalienten el consumo. Según el sociólogo, se debe “establecer una pausa municipal en la apertura de locales de expendio de bebidas alcohólicas por un par de años, hacer un censo, un empadronamiento de la oferta existente y reordenarla. “Eso disminuiría en más de un 50% y, con esos datos, monitorear el funcionamiento de los locales de expendio de alcohol”, propone.

La artista Rilda Paco pintó un cuadro en el que planteaba que en el Carnaval de Oruro se bebía sin control, usando como escudo la fe. Fue acosada y hasta amenazaron su vida. “Por el alcohol hay, en esa fiesta, violencia contra la mujer, violaciones y niños extraviados. Por eso pinté ese cuadro”, dice la artista.

El cuadro fue un espejo, y la sociedad boliviana reaccionó como Calibán cuando ve su reflejo.

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