Un programa piloto ayuda a los niños del oncológico con apoyo de perros

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16 de junio de 2019, 8:03 AM
16 de junio de 2019, 8:03 AM

Como si se tratara de una celebridad, salió de la peluquería directo al hospital Oncológico, donde lo esperaba la conferencia de prensa con cámaras, micrófonos... y niños.

Mike, un golden retriever de casi dos años, será el centro de atención -durante tres meses- de un programa piloto que le da una misión canina de vida. Tiene sobre su lomo una gran responsabilidad: apasionar por la lectura, bajar la ansiedad, relajar y recuperar la sonrisa de niños que atraviesan el cáncer. Su sola presencia tiene un efecto neurológico y emocional confirmado científicamente.

Mike es uno de los cuatro perros entrenados por Camilo Vadillo por cuatro meses, como parte del Programa Lectura Interactiva con Perros de Asistencia Terapéutica, impulsado por la Fundación Conectando Vidas (Funcovid), siguiendo la metodología estadounidense READ (Reading Education Assistance Dogs).

Por el momento, Mike será el protagonista de las jornadas de lectura de 40 minutos, cada viernes, en la escuelita del Oncológico. Luego de los tres meses de prueba, si los impulsores consiguen los fondos necesarios, la iniciativa continuará, ya con Pancho, Tito y Nina, otros canes que se acoplarán a la altruista aventura.

Entrar al Oncológico, el primer hospital del país que recibe caninos, no fue tarea sencilla. Ayudó la apertura de los encargados de Pediatría y de La Escuelita a los vientos de cambio. Sasha Unzueta, cirujana, voluntaria y directora de este programa, llegó llorando de felicidad a contar a sus compañeros de causa que aprobaron el ingreso de Mike al centro hospitalario. Pero para que el permiso se mantenga, el golden debe hacerse chequeos médicos cada tres meses, baños medicados antes de visitar a ‘sus niños’, cumplir con estrictos protocolos de vacunas, pero, sobre todo, ser paciente, sociable y relajado, para que durante los 40 minutos de clases mueva la cola mientras los niños enloquecen con su presencia. “Hay que llevar un control muy riguroso porque se trabaja con pacientes inmunodeficientes y el perro tiene que estar en condiciones óptimas”, explica Belén Ibáñez.

 

No son novatos

El equipo de trabajo que se involucró en el programa casi llega a la decena de personas, todas trabajando sin paga, pero son cuatro los que lideran las actividades. Belén Ibáñez, licenciada en Sicología, especializada en Denver (EEUU) en intervenciones asistidas con animales y encargada de Eqovolare, el Centro Integral de Terapias y Actividades Asistidas con Animales; Sasha Unzueta, médico cirujano, actual directora del programa y voluntaria en otros grupos que trabajan en el Oncológico; Camilo Vadillo, con experiencia de 11 años como adiestrador canino; y la sicopedagoga Astrid Widgren-Ostertag. También colaboran los veterinarios Érika Valdivia y Christian da Silva, además de Lorena Arenales, entrenadora de caballos y dueña de los cuatro perros del programa.

“En Estados Unidos se entrenan perros hasta para detectar elementos que producen alergia. Es un nivel de concepción totalmente diferente. Hay centros que se dedican a este tipo de adiestramiento, a certificación para esos tipos de perros, que tienen que pasar por pruebas, protocolos, etc. Ojalá en algún punto podamos llegar a eso en Bolivia, porque actualmente no ocurre. La gente mayor todavía no le entiende, es muy novedoso, hay quienes no comprenden aún el concepto de lo que estamos haciendo”, explica María Belén.

La directora del programa, Sasha, destaca un aspecto en la labor que desarrollan, relacionada con los animales, valorados miembros del grupo de trabajo. “Es importante resaltar la parte ética del trabajo con el perro, es algo que la mayoría de personas no comprende, hay que respetar al perro, que tiene sus propias emociones. No cualquier persona puede hacerlo, por eso tenemos a Belén, que ha estudiado y planificado, y a personas especializadas en sicopedagogía que nos llevan el programa como tal, no solo es leer al niño con el perro. Lo mismo ocurre en terapias de todo tipo con animales”, arguye.

La prueba de ese respeto es que, durante la conferencia de prensa para presentar el programa, un estresado Mike fue separado del tumulto, luego de una hora de agarrada de cola y locura infantil, a fin de que se relaje.

 

No cualquier perro puede

“Me han escrito muchos mensajes después de ver esto, diciendo: ‘Quiero que mi perro entre, es muy manso, quiero ayudar, quiero que lo entrenen’; hasta lo llevan al Club Hípico, donde trabajamos. Es importante hacer notar que esto no es un juego, es algo muy profesional, protocolar, se trabaja mucho para lograr las metas”, explica Belén, que se respalda en las experiencias previas en el tema en Canadá, Chile, EEUU y Europa, donde no solo se involucra a los perros en el proceso pedagógico, sino también en terapias para violaciones, maltrato físico y sicológico, estrés postraumático para veteranos de guerra, esquizofrenia y estímulo de deportistas.

No todos los perros, por muy adiestrados, están preparados para interactuar con niños. Para muestra Mike, elegido no como fruto del azar, sino de sus peculiaridades de temperamento. “Tenía mejores aptitudes naturales para hacer este trabajo porque no cualquier perro puede ser entrenado para cualquier cosa. Por ejemplo, Mike nunca podrá ser un perro de protección porque es demasiado manso, nunca morderá. Un pastor alemán, sí. Uno tiene que elegir el mejor trabajo para cada perro. Tito es más loco; Nina es la versión mejorada de Mike, es superinteligente, pero recién fue mamá; Pancho es mayor, por eso le toma más tiempo aprender”, explica Camilo.

Para este adiestrador, Mike está llevando una vida más plena que la mayoría de los perros. “La naturaleza de ellos es trabajar. Un perro no es un adorno, o un mueble con patas, lo que Mike está haciendo es lo que todos los perros de algún modo deberían hacer, tener una misión en la vida”, asegura.

En cada sesión, el rol que cumplirán estas mascotas es la que se denomina de terapia asistida, que demanda horarios ‘laborales’ específicos, a diferencia de los perros de asistencia o de servicio, que trabajan 24 horas, acompañando a personas con capacidades especiales.

 

Medición y despedida

Al seguir una metodología ya implementada en EEUU, los impulsores del programa también incluyeron evaluaciones que les permitirán medir los progresos, a pesar de ser complicado por las características del grupo, conformado por chicos entre 2 y 12 años, que además reciben atención ambulatoria, lo que no garantiza estabilidad en la asistencia. “El programa tiene un rol y unos objetivos que queremos alcanzar. Hay una planificación para metas puntuales. Se enfoca mucho en aumentar el gusto por la lectura, en que los niños puedan permanecer sentados y concentrados con alguien que está leyendo, no tanto a enseñarles a leer. Se quiere apasionarlos por los libros. Ponemos un perro para incorporar un factor emocional en el proceso de aprendizaje, la información se retiene más rápido. Los animales despiertan empatía, facilitan la relación profesor-alumno”, sostiene Belén.

Ella reconoce que siempre existe el riesgo de encariñamiento de los niños con la mascota. “Es la parte difícil, por eso la idea de seguir con el programa. Para los mismos niños es importante considerar la transición porque ellos mismos están pasando por una transición, y Mike también. Hay un tema de acompañamiento emocional que sí debe hacerse”, asegura.

Para la medición de resultados, el grupo, encabezado por la sicopedagoga, recurrirá a herramientas externas que ya estén hechas para evaluar autoestima, motivación personal, etc. “Por las peculiaridades de la población también armaremos nuestras propias herramientas, con un pre y pos test. Nos interesa medir un incremento en motivación, autoestima, y ver si logramos mejoras en la parte pedagógica, como un mayor nivel de comprensión lectora”, detalla Ibáñez.

 

Singular clase

Para quienes se preguntan ¿qué puede hacer un perro en una clase?, la respuesta es que será el centro de atención, la ‘excusa’ para que los niños posen su cariño en los libros”. Empezamos con frases como “hoy vamos a leerle a Mike”, a modo de atraer a los chicos. Lo que hace el perro dentro de la clase es que se lo entrena para que esté recostado, siempre atento a la lectura, para que se aproxime a un libro cuando estemos leyendo. Así, al niño le da la impresión de que Mike está leyendo; es netamente un tema de motivación y emoción. En la interacción, usamos al perro como un catalizador de la actividad, con preguntas como ‘¿qué creés que Mike está pensando? ¿Estás de acuerdo con lo que dice el libro?’. Con eso se crea un vínculo”, describe Sasha.

El equipo eligió trabajar con niños con cáncer por varias razones: “Por la enfermedad tienen muchos cambios, no solo a nivel educativo, sino emocional y familiar. Atraviesan muchos procesos de cambio que alteran toda su vida. Entonces, introducir esta pequeña felicidad, porque para nosotros el perro es felicidad, más dar apoyo en un proceso educativo, fue lo que escogimos”, argumenta Belén.

“Soy mamá y médico, esta profesión es para servir. Cuando conocí a Belén le dije que, independientemente de que me paguen o no, si veo a una persona en situación de necesidad, la voy a ayudar aunque no tenga los medios”, dice con certeza Sasha.

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