Valle de la luna en el noroeste de Argentina. El parque Ischigualasto es considerado uno de los yacimientos geológicos-paleontológicos Triásicos más importantes del mundo, y además poseedor de una peculiar belleza con sus desérticos paisajes que atraen a turistas de todas partes del mundo

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10 de febrero de 2019, 4:00 AM
10 de febrero de 2019, 4:00 AM

En un no tan lejano sitio del oeste argentino, y cerca de la pre cordillera de Los Andes, pasa los días y las noches el Valle de Luna, un sitio de otra era, ubicado en la provincia de San Juan.

Formas, texturas y colores pocos usuales se dibujan en la retina del visitante durante el recorrido al sitio que hoy guarda su tesoro en el parque de Ischigualasto, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.

Esta extraña formación, con variadas tonalidades y desniveles caprichosos, desvela las diferentes capas de la formación de la Tierra, o para decirlo de otra manera, desnuda, como naipes desplegados sobre una mesa, la evolución del planeta en el periodo Triásico.

El significado del nombre, Ischigualasto, de origen diaguita, es “lugar en donde no existe vida” o “lugar de la muerte”, sin embargo, otras interpretaciones sugieren que puede significar “lugar donde se posa la luna”.

Desde la ruta, y después de cruzar el arco imponente, se ingresa lentamente hacia el sitio atravesando varios kilómetros. El paisaje se vuelve más agreste, desolado, misterioso y hasta atemporal.

La administración turística del sitio está a cargo de la gobernación de San Juan, los precios de las entradas son relativamente módicos. El recorrido se realiza en vehículos guiados por expertos. A no más de 30 km por hora el visitante es testigo de un viaje que pareciera mezclarse con la prehistoria.

A primera vista llaman la atención los paisajes desérticos con formaciones rocosas, donde el capricho imaginario convoca a soltar la creatividad ante tantas imágenes multiformes y cautivantes.

Vestigios de vida vegetal y animal afloran desde el suelo y nos permiten conocer y estudiar el origen de la vida en este planeta. La zona representa geológicamente el periodo Triásico, en la que comienzan a evolucionar las primeras formas de reptiles con características de mamíferos (Terápsidos).

Un viaje al pasado

El Triásico es el primer periodo de la era Mesozoica, que va desde los 250 a los 200 millones de años. En esa era todos los continentes estaban unidos, el magecontinente se llamaba Pangea.

Los huesos fosilizados descubiertos cerca de Ischigualasto son una suerte de eslabón perdido entre los animales del Triásico y el Jurásico. Demuestran que, al menos en esta parte del mundo, hubo una transición paulatina, tranquila entre los animales de un periodo y otro.

Este fenómeno de gran valor geológico y paleontológico es reconocido a escala mundial y visitado por miles de personas anualmente.

El paseo inolvidable

El recorrido, que dura entre dos y tres horas, está sectorizado. La primera estación del circuito es conocida como El Gusano, debido a una geoforma que sobresale en el terreno; la segunda es el Valle Pintado, una gran depresión del terreno que tiene aspecto lunar -e inspiró el nombre Valle de la Luna- allí el viento y la erosión provocan un efecto importante.

Los guías explican que la formación del Valle Pintado se debió a caudalosas lluvias que inundaban las llanuras formando gran cantidad de barro. El fango sepultaba, en su vertiginoso pasar, animales y plantas protegiéndolos de la descomposición provocada por el aire de la atmósfera. Un paisaje lunar que hace honor al nombre del parque.

Cancha de bochas, uno de los espacios más emblemáticos y sorprendentes. Un regado de esferas perfectamente pulidas del mismo material que contiene el suelo, posadas sobre una superficie plana. Estiman que este fenómeno se dio por atracción molecular donde se agruparon distintas partículas de sedimento, lo que generó estas pelotas de piedra formadas hace 228 millones de años.

Más adelante, ubicado en lo más alto del circuito, se encuentra el submarino, una de las más icónicas figuras del sitio. El viento derrumbó una de ellas hace tres años. Casi al finalizar el viaje, se erige El Hongo, la imagen emblemática del parque, enmarcada delante de la formación Los Colorados, silente e imponente. La luz del atardecer baña los gigantes muros multiformes y devuelve una magia digna de experimentar. Detrás de esas murallas rojas e imponentes la naturaleza nos regala Talampaya (La Rioja), que complementa la gran cuenca geológica Triásica.

El asombro, la perplejidad, los nuevos conocimientos se mezclan con una amalgama de experiencias sensoriales que transmiten el calor, el viento, el paisaje lunar, la sequedad y las formaciones extrañas de las piedras y la alta gama de colores y texturas.

Es una zona resguardada de al menos 275.369 hectáreas, donde se puede observar una variedad de flora y fauna (liebres, zorros, pumas, guanacos, caranchos, cóndores) que mantiene el espíritu del pasado y presente unidos.

Datos útiles para el visitante

Los horarios de las visitas guiadas son estables y al llegar una hora antes del último turno de la tarde es posible visitar el Centro de Interpretación que desarrolló el Museo de Ciencias Naturales. El lugar resume unos 40 años de investigación científica dentro de unos 700 metros cubiertos. La puesta pertenece a la Universidad Nacional de San Juan, que alberga restos fósiles de los dinosaurios que se hallaron en el parque, en especial el del Herrerasaurus Ischigualestensis, considerado el ejemplar más primitivo conocido en el mundo.

La visita a este sitio transporta al viajero, por un lado por un eje vivencial y, por otro, turístico –científico. Transitarlo provoca sensaciones diferentes a cada instante.

Paisaje lunar. El calor, el viento, la sequedad, las formaciones extrañas de las piedras y la alta gama de colores y texturas trans - portan a otro planeta.
Centro de interpreta - ción. Donde se encuentran restos fósiles de dinosau - rios que se encontraron en al parque.

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