La joven afirma que el cáncer, contra el que lucha hace dos años, se convirtió en su mejor maestro

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15 de septiembre de 2019, 14:50 PM
15 de septiembre de 2019, 14:50 PM

Una mañana de agosto, mientras Jennifer Guadalupe Vargas Araúz (24) viajaba en un pequeño camión a la comunidad La Forestal, como parte de las prácticas de la carrera de Sociología, de la Universidad Gabriel René Moreno, sintió una pequeña molestia en su rodilla izquierda, a la que no le prestó mucha atención. Jamás se le pasó por la cabeza que ese era el principio del ‘calvario’ por el que está atravesando en una lucha sin tregua contra el osteosarcoma, que ella asegura va a ganar.

Pasaron los días y la molestia se convirtió en dolor. Fue al médico, le dijeron que eran sus meniscos. Se sometió a intensas fisioterapias y en lugar de mejorar, empeoró. A fines de septiembre esta joven trigueña, de grandes ojos negros y sonrisa amplia, ya casi no podía ni caminar. Levantarse de la cama por las mañanas era un verdadero suplicio.

Le hicieron estudios más completos y descubrieron que tenía un tumor. La derivaron al Oncológico, donde el 24 de octubre de 2017 le sacaron una muestra para analizarla. Un mes después, la biopsia dio el resultado que ella y su familia no esperaban: tenía cáncer de hueso.

Naturaleza. Ama a los pájaros y todo lo relacionado con el medio ambiente

Un cambio radical

De la noche a la mañana su vida dio un giro completo. No entendía qué pasaba. Nadie en su familia había tenido cáncer. Sintió que su mundo se venía abajo. Lloró. Se lamentó. Se deprimió. Cuestionó a Dios, ¿por qué a ella? No encontraba consuelo, hasta que una persona le dijo que no pregunte por qué, sino para qué, pues todo en esta vida tiene un propósito. Fue así que su actitud frente a la enfermedad cambió radicalmente.

“Cambié mi forma de ver la vida. La actitud y el buen ánimo son un arma poderosa. No iba a permitir que el cáncer me consuma. Seguí adelante, pensando en que tenía un propósito en esta vida. Mi familia, mis amigos y hasta los mismos médicos se asombran de verme siempre con una sonrisa en los labios. Las quimioterapias se convirtieron en mis mejores aliadas. Son un tratamiento muy duro con medicamentos fuertes que me dejan destruida, pero me ayudan. Por eso siempre trato de estar y de verme bien. Acepté lo que me toca vivir de la mejor manera”, afirma Lupita, como le dicen todos de cariño.

En enero del año pasado esta valiente guerrera abrió su canal de YouTube y lo bautizó como Cambita en apuros, en el que ya cuenta con casi 9.000 suscriptores, por el que sube videos que tienen hasta 152.000 visualizaciones. Al mismo tiempo comenzó a compartir en su cuenta de Facebook y de Instagram su lucha diaria contra el cáncer, algunos consejos para verse mejor y también explicaciones sobre lo que es el osteosarcoma, sus síntomas y sus causas.

“El cáncer se convirtió en mi mejor maestro. Me enseñó a valorar la vida, a conocerme a mí misma y el verdadero amor de la gente que me rodea. Aprendí a disfrutar las pequeñas cosas, a dar gracias a Dios por cada día que despierto y puedo seguir con vida. Me siento bendecida porque me han pasado cosas lindas, más que feas. De niña pensaba en ser modelo, viajar a muchos países y he podido cumplir algunos de mis sueños debido al cáncer. Jamás pensé en tener un canal de YouTube ni estar en sesiones de fotos y acá estoy, tratando de transmitir todas mis vivencias a otros jóvenes que pasan por lo mismo”, remarca.

1. Esperanza. Lupita sigue mirando el horizonte con fe, asegura que el cáncer no la va a vencer
2. Cirugía. El pasado 3 de septiembre la operaron en Brasil. No hubo un buen resultado. Eso no le quita la ilusión
3. Fisioterapia. En un momento de descanso de las terapias que hace en el Hospital del Amor
4. Su blog. Todas sus vivencias y su lucha contra el cáncer las comparte en su canal de YouTube y en sus redes sociales

Una vida dura

Vivir no ha sido fácil. Cuando tenía cinco años, su mamá, Martha Amelia Araúz, se fue a España a trabajar. Ella y sus tres hermanos, Daniela, Víctor Hugo y María Irene, quedaron al cuidado de su padre, Hugo Reyes Vargas, que se gana la vida como taxista.

“Sentí demasiado la ausencia de mi mamá. Lloré mucho. Me hicieron falta sus abrazos y sus besos. Cuando me descubrieron el cáncer se vino para llevarme a España donde están más avanzados en la cura. No se pudo y como familia decidimos que ella se vuelva a trabajar para ayudarme con los gastos que implica todo el tratamiento y también para pagar la hipoteca de mi casa”, comenta la joven que, cada que puede, lanza unas carcajadas que se escuchan en toda la casa.

Bionic Fashion Day

Estar sobre la pasarela de los sueños, colgada de sus muletas, como una verdadera diva, primero en La Paz y luego en Guayaquil (Ecuador), ha sido una de las mejores experiencias de su vida. Desfiló como una experta, sin una pierna, con un cáncer indolente aún agarrado de sus pulmones, pero con mucha fe y esperanza de que llegará a cumplir su propósito y cada uno de sus sueños, en especial, terminar el año de su carrera que le falta.

En La Paz, el año pasado, se robó el show. El organizador del Bionic Fashion Day de Ecuador, Gustavo Dávila, la invitó. Le dijo que tenía una actitud maravillosa y quería que desfile en Ecuador. El 4 de febrero es una fecha que la tiene marcada y bien grabada en su memoria. Es el día en que nació, es el Día Internacional de Lucha contra el Cáncer y es el día en que cumplió otro de sus sueños de niña, luciéndose sobre una pasarela.

“Era casi imposible que vaya, pero me ayudaron a conseguir los pasajes. En estos eventos podemos mostrar al mundo que una discapacidad física no nos detiene. No tener una parte de nuestro cuerpo no es un impedimento para salir adelante, sino que demuestra que a pesar de todo, seguimos luchando con más ganas. Me encantó la experiencia. Lo disfruté al máximo. Estaba sin un pelo, sin pestañas ni cejas, pero me sentí una reina”, rememora.

5. Modelo. Su sueño de niña se cumplió. Hizo varias sesiones de fotos. Incluso la eligieron de modelo para una joyería

Batalla tras batalla

Ha pasado poco más de dos años desde que se subió al ring para pelearle al cáncer. Ha vivido momentos de mucho dolor. El 11 de abril de 2018 le amputaron su pierna izquierda. Fue un golpe demasiado duro, aunque ya estaba preparada para afrontarlo. Había leído mucho sobre el osteosarcoma y en la mayoría de los casos la mejor opción era la pérdida del miembro afectado.

Ya en esa etapa del cáncer, el dolor que sentía era insoportable. Paraba dopada casi las 24 horas del día y los siete días de la semana. Cuando el doctor le dijo que las ‘quimios’ no habían hecho efecto y no quedaba otra salida que la amputación de su pierna, no lo pensó dos veces y le dijo que de una vez haga la cirugía si iba a salvarle la vida. Su buena actitud sorprendió hasta a su traumatólogo.

“Mi vida vale más que una pierna. Creo que si una parte de tu cuerpo en vez de ayudar, te hace la vida más difícil, es mejor que te la saquen. Cuando la amputaron, me sentí liberada. Recuperé mi autonomía e independencia. Antes dependía de una tercera persona. Me movilizaba en una silla de ruedas porque mi rodilla perdió la movilidad. No podía ir al baño ni cambiarme por mi cuenta, necesitaba ayuda. Ahora hago todo yo, con muletas, pero sola”, comenta Lupita.

A fines de 2018 detectaron que el cáncer había hecho metástasis y tenía nódulos pulmonares. Se sometió a otras sesiones de quimioterapias, que otra vez la dejaron destruida, solo su físico, no su espíritu ni sus ganas de vivir. De nuevo quedó sin un pelo; eso es lo de menos, lo malo fue que esos tumores no redujeron ni un milímetro.

Nuevamente se sintió desfallecer. La noticia le cayó ‘de la patada’, como ella misma dice. Se enojó mucho. Lloró lo necesario. Se sacudió, sonrió y se puso de pie. Se dijo que es solo una batalla perdida, no la guerra.

“Este cáncer no sabe con quién se metió, no va a poder conmigo. No me voy a dejar. Si es que me llega la hora, lo haré peleándole a esta enfermedad. Me sentiré feliz porque lucho con todas mis fuerzas para aferrarme a la vida. ¿Si tengo miedo? Claro que sí, no a la muerte en sí, porque sé que hay una vida mejor después de esta, sin enfermedad ni dolor; sino porque siento que no he cumplido con mi propósito. Creo que todavía no es mi tiempo, tengo muchas cosas por hacer y mucho para dar, pero si Dios lo decide así, lo aceptaré”, dice con voz pausada y un tanto cansada. Y es que los nódulos en sus pulmones le quitan el aliento.

8. Cruceñaza. Fue elegida por EL DEBER como una cruceñaza
9. Con su papá. Lupita, de niña, junto a su primer amor

En el Hospital del Amor

Hace tres meses que se trasladó a ciudad de Barreto, en San Pablo (Brasil). Gracias a la ayuda de unos amigos y de sus familiares consiguió dinero para viajar y ser atendida en el Hospital del Amor. Cuando contesta el teléfono indica que no puede hablar largo porque se cansa.

Durante la entrevista, a ratos parecía que se quebraba. Se quedaba callada y tomaba aliento, pero no por el dolor emocional, sino porque, a pesar de los analgésicos y del tratamiento que le hacen, el dolor físico no desaparece, pero trata de olvidarse pasando el tiempo haciendo sus videos, leyendo libros, respondiendo mensajes en sus redes, chateando o viendo series y películas con sus hermanas, Daniela y María Irene, que la acompañan.

El 3 de septiembre, Lupita fue sometida a una nueva cirugía para tratar de extirparle los nódulos del pulmón derecho. Sin embargo, no fue posible, porque eran demasiado grandes y estaban pegados a las costillas de la espalda y al esófago. Los médicos simplemente abrieron, vieron el estado y volvieron a cerrar.

Cuatro días después subió un video a su canal contando que, lastimosamente, la cirugía no salió como esperaban, que le dolía mucho la situación por la esperanza que tenía y que no se sentía bien. Fue una noticia desalentadora. Se desanimó, pero una vez más se levantó. “Esto no acaba acá. Una puerta se cierra, muchas otras se abren. Mientras hay vida hay esperanza. Para Dios no hay nada imposible y yo voy a seguir luchando mientras tenga fuerzas, esas que vienen de arriba y de la gente que me ama y está siempre apoyándome y dándome fuerzas”, apunta.

Lupita ahora tiene otra cicatriz más de guerra en la espalda, en forma de J, que comienza arriba de la paleta y termina debajo del seno derecho. Cuando las mira se siente fuerte, representan su lucha. Son señales de que no se rinde. Y no lo hará, de eso está segura. Luchará hasta el último aliento de vida que tenga. Por ahora se ilusiona con la prótesis que le donarán en Brasil, para volver a bailar, una de sus pasiones.