En el centro de la ciudad. La casona de la calle Junín guarda la historia de los Terceros Banzer. Oscar Terceros Suárez desempolva sus recuerdos en esos pasillos y patios, de más de 104 años. Está a una cuadra y media de la plaza principal y tiene innumerables historias

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6 de enero de 2019, 4:00 AM
6 de enero de 2019, 4:00 AM

El texto de esta nota forma parte de la colección Historias de vida, publicadas en www.marcosgrisi.com. Para elaborarlo Grisi entrevistó Oscar Terceros en la misma casona y transcribió en primera persona su relato.

Testimonio

La casona de la familia Terceros Banzer, ubicada en la calle Junín 271 de la ciudad de Santa Cruz, fue comprada originalmente por mi tía abuela, Manuela Terceros Mendivil, hace 104 años. Ni ella, ni ninguna de sus hermanas tuvo descendencia, por lo que la propiedad pasó automáticamente a la única familia que sí tuvo descendencia, la del hermano menor Adalberto, mi abuelo.

Mi abuelo Adalberto Terceros Mendivil nació en 1891, y llegó a ser un hombre muy reconocido en la sociedad cruceña de ese entonces. Se casó con mi abuela, Josefina Banzer Aliaga, el 22 de octubre de 1922. El sacerdote a cargo de la ceremonia fue Monseñor Santisteban.

Fruto de este matrimonio nacieron Adalberto, Carlos, Marcelo (mi padre), Mario, David, Carmen y Josefina Terceros Banzer.

Mis abuelos estuvieron casados sólo 18 años debido al accidente que sufrió mi abuelo Adalberto con el avión Juan del Valle.

Accidente del Juan del Valle

A sus 47 años de edad, en 1938, mi abuelo fue nombrado por el presidente Germán Busch como superintendente de la comisión mixta de la construcción del ferrocarril Corumbá-Santa Cruz. Ésta era una obra muy importante para el desarrollo de la región.

Para la inauguración del primer tramo desde Corumbá hasta Puerto Suárez, se contrató un avión para llevar a una comitiva de honor. En él viajaron el prefecto del departamento Jenaro Blacut, el alcalde municipal José Saavedra, el rector de la Universidad Rómulo Herrera y su esposa Blanca Catera de Herrera, el contralor departamental, el poeta cruceño Agustín Landívar, y otras personalidades. Eran en total 14 pasajeros, incluida la tripulación.

El 4 de noviembre de 1940, después del mediodía, el avión salió del aeropuerto El Trompillo rumbo a Roboré, para reabastecerse de combustible. Salieron de Roboré a las 16:00 de la tarde, y una hora después vino un vendaval muy fuerte del sur, que sacó al avión de su ruta y lo botó hacia el norte. A pesar de que el piloto estaba todo el tiempo conectado por radio con el aeropuerto de destino, nunca pudieron encontrar la pista de aterrizaje.

El avión voló y voló hasta que se le acabó la gasolina, y desapareció sin dejar rastros. Durante más de un año nadie supo dónde se encontraba.

Finalmente, en febrero de 1942, un cazador solitario encontró los restos del fuselaje. Estaba metido en el monte, a unos 100 kilómetros al noroeste de Corumbá.

Cuando llegaron los rescatistas, vieron que había cadáveres alrededor del avión, y alguno recostado contra los árboles. Mi abuelo estaba sentado en su asiento de la cabina con un crucifijo de oro que tenía en la boca, que lo conserva ahora uno de mis tíos. Su reloj estaba parado a las 19:05 de la noche.

Épocas difíciles

Mi abuela Josefina se quedó viuda a los 42 años y con siete hijos a su cargo.

Los años pasaron y cada uno de los hijos fue haciendo sus vidas. Mi padre Marcelo se graduó como abogado a sus 20 años, y en 1947 se casó con mi mamá, Anita Suárez. Mi hermana Marcela nació en 1948 y después yo, en 1950.

Políticamente, esa época era muy agitada y muy idealista. El MNR llegó al poder en 1952, y mucha gente en Santa Cruz estaba en la Falange, que era el partido de oposición. Eran tiempos peligrosos, la persecución en todo el país fue terrible. Mi padre y mis tíos mayores eran falangistas, y fueron capturados y llevados a campos de concentración.

A mi padre se lo llevaron a los campos de concentración en Uncía y en Coro Coro. Estuvo tres años allá y después un año en La Paz bajo vigilancia. Recién a su regreso pudo conocer a su tercera hija, Beatriz, que nació mientras él estaba detenido.

Años después nacieron mis otros hermanos. En 1958 nació mi hermano Francisco, y después vinieron Fernando, en 1959, y Cristina, en 1960.

Las navidades en casa

Un lindo recuerdo que tengo de la casona es cuando celebrábamos la navidad. La sala de la casa se decoraba preciosamente, y se llenaba con una fragancia de pinos que era una delicia.

La enfermedad de mi abuela

La salud de mi abuela se fue deteriorando desde el momento en que quedó viuda a sus 40 años. Seis años después de la muerte de mi abuelo, le detectaron un tumor en el cerebro, que fue curado parcialmente. Después llegó todo el período de represión del MNR, con sus hijos perseguidos y encarcelados. Vino la matanza de Terebinto el año 1958, y después la matanza del cuartel Sucre en La Paz y la muerte de Únzaga de la Vega el año 1959.

Yo creo que todo eso le minó mucho la salud. Ella empezó a perder la motricidad, y poco a poco fue perdiendo sus facultades, entre ellas, la memoria.

Mi abuela murió en septiembre de 1968, a la edad de 70 años. No recuerdo que haya estado mucho tiempo en cama. Cuando murió, yo tenía 18 años y estaba en el último año de bachillerato. Había vivido con ella todos los días de mi vida, y había estado en todos los almuerzos y en todas las navidades. Era el fin de una época.

2. Biblioteca. Libros y pertenenecias de los primeros habitantes de la casa también se conservan allí.
3. Conexiones. Desde la calle, las puertas interconectan los distintos ambientes.
4. Fachada. Así se ve la fachada en la actualidad.
5. Abuelos. Ellos son Josefina Banzer Aliaga y Adalberto Terceros Mendivil
6. Accidente. La fotografía del avión de la tragedia de 1940, en la que desapareció Adalberto.
7. Los hijos. La foto fue tomada luego de la confirmación de la muerte de Terceros Mendivil
8. En sepia. Retrato familiar de 1957

1. Archivos. Los documentos de la historia familiar fueron digitalizados y se guardan en la casona.
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