Patricia Faur. La sicóloga argentina tiene casi tres décadas de profundizar en la mente de las mujeres que atraviesan una patológica forma de manejar sus romances

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7 de julio de 2019, 4:00 AM
7 de julio de 2019, 4:00 AM

 ¿Cómo hace alguien que cayó en los brazos equivocados para sanar y no recaer?

Lo importante es entender que los vínculos adictivos no son con una persona determinada y no es que uno sale de los brazos de esa persona y se curó, porque puede tener la misma relación con otro y otro, o incluso quedarse adicta a una relación que terminó hace muchos años. Para sanar hay que atravesar ese vacío, esa sensación de soledad, de carencia que no se va a llenar ni con esa persona ni con otra. Es un duelo personal, llorar las cosas que uno no tuvo y dejarlas atrás, entender que ya no somos niños, que la infancia prescribió, que algunas cosas no estuvieron, pero que ahora somos adultos y tenemos la posibilidad de armar un escenario diferente.

 ¿La culpa gobierna más a las mujeres?

No sé si la culpa gobierna más a las mujeres, creo que no. Tal vez su autoestima depende mucho más de tener una pareja o de estar bien afectivamente al lado de un hombre. La autoestima de los hombres se define más por haber sido exitosos en lo laboral. A pesar del feminismo y de todos los cambios, esto todavía está en el imaginario y creo que tardará algunos años en deconstruirse. ¿Cómo describe a la nueva generación de mujeres?

No me gustaría decir que hay una masculinización de la mujer, deberíamos salir de los esquemas de lo femenino y lo masculino porque si no seguimos ligando lo masculino a lo agresivo y lo femenino a lo dulce; eso también nos ha hecho mucho mal todos estos años porque dividió el mundo entre hombres, que si eran débiles eran femeninos, y mujeres que si eran fuertes eran masculinas. La nueva generación de mujeres tiene tal vez una mirada extremista, pero todos los cambios de paradigma son así hasta lograr el equilibrio. Celebro esta nueva generación que nombra lo que no podíamos nombrar antes, que le llama acoso a una incomodidad de soportar en la calle barbaridades, mientras que las más grandes lo habíamos naturalizado. Uno sabía que pasaba por una obra en construcción y le iban a decir groserías, y entonces cruzaba de vereda; las chicas jóvenes hoy dicen “por qué tengo yo que cruzar, el otro no debería decirme nada”. Y tienen razón en lo que consideran acoso y abuso, y han salido a pelear por la violencia de género, por las muertes, los muchos feminicidios.

Ellas luchan, no me gusta decir por igualdad de género porque mujeres y hombres no somos iguales, es igualdad de derechos. Por supuesto que esto trae consecuencias en los hombres y en las mujeres y en las parejas, pero la gente joven lo está trabajando intensamente, con mucha confusión por momentos, pero es bienvenida la confusión que dará lugar a mejores vínculos.

Tiene especial interés por las relaciones nocivas.

Mi interés por los vínculos adictivos y la dependencia afectiva es de muchos años. Tuvo que ver con la pregunta de por qué tantas mujeres inteligentes, bonitas, potentes y brillantes entregaban su vida y su dignidad en vínculos intolerables, con una enorme violencia emocional y un abierto desamor. Me dio mucha pena ver vidas desperdiciadas, con el tiempo entendí que estas mujeres deseaban ser necesarias para alguien, para sentir que tenían algún valor, entonces buscaban hombres también necesitados, que tuvieran algún problema del que ellas los iban a rescatar a través del amor, y como esto no pasaba, esas relaciones terminaban muy mal. Entender qué era la dependencia emocional me permitió, desde hace muchos años, trabajar en esto y ayudar a esas mujeres a que cada una brille con luz propia.

¿Es debilidad la empatía?

De ninguna manera, la empatía es una cualidad maravillosa, sin ella los vínculos no son posibles. De hecho, cuando una persona es narcisista y no tiene en cuenta al otro, no hay posibilidad de vínculo ni de amor, y podemos decir que las sociedades actuales tienen como enfermedad prevalente la depresión porque tienen muy poco en cuenta al otro. Si el empático cae siempre en las redes de un narcisista, no necesariamente este empático, sí el dependiente emocional, que es una persona desvalorizada, entonces sí queda fascinado y atraído por la seducción del narcisista. La necesidad de afecto no solo no es mala, es humana. Lo que sí es cierto es que hay apegos patológicos y eso es otra cosa.

¿Se ha desvalorizado el sufrimiento ajeno?

Esta es una sociedad mucho menos empática, solidaria, a veces digo que es una sociedad de sufrimiento cero, donde una de las cosas con las que no quiere enfrentarse, en general la gente, es con el sufrimiento del otro. Por ejemplo, vemos en las aplicaciones como Tinder o Happn que las personas se conocen, tienen algunos encuentros y cuando alguien no está interesado en continuar la relación, simplemente desaparece sin dar motivo.

Y con esto uno se pregunta, más allá de la violencia que implica no responder, o el silencio, hay algo que también es lo que se quiere evitar. Las personas quieren evitar sentarse en un café y decirle a alguien: “La verdad es que no estoy interesado, algo me pasó”. Es como si no se pudiera soportar el sufrimiento ajeno. Tiene más que ver con una cuestión cultural, y no lo digo yo, lo dicen los sociólogos de la posmodernidad y de la hipermodernidad, que esta es una sociedad muy narcisista y hedonista que busca el placer, la gratificación personal, es poco empática, es una sociedad que desvaloriza el esfuerzo y el trabajo de ponerse en el lugar del otro.

 ¿Evita nombrar a la violencia de género?

Por supuesto que hay una violencia específica de género, hay cosas que seguramente ocurren a las mujeres y no a los hombres, no tiene que ver solo con el tema de la fuerza física, sino con ciertas cuestiones del imaginario patriarcal que en el último tiempo se han conversado bastante, al menos en mi país, como abuso, pero sobre todo acoso callejero en los medios de transporte. Todo eso tiene que ver con género, pero yo trabajo mucho con la violencia intraconyugal, o intramarital, y ahí no hay algo específicamente de género; hay otra violencia que podemos nombrar, que es la emocional, sicológica, que a veces es muy sutil, contra los ancianos, contra los niños, contra los hombres, y esto no tiene ni género ni edad.

¿Es normal el estrés conyugal y social?

No es normal. El estrés es un sistema de alarma que nuestro organismo genera para adecuarse al medio ambiente, pero cuando hablamos del conyugal no nos referimos a discusiones de pareja, a infidelidad, a un problema puntual, sino a un modo de relación que se fue naturalizando con los años y que tiene que ver con el maltrato sicológico y con la violencia emocional, la descalificación, la desvalorización, el sarcasmo, la burla, el desamor, la indiferencia y el silencio, todas estas cosas que con el tiempo van generando un daño porque son sistemáticas y continuas, eso es el estrés conyugal.

No solo sufren esto las mujeres, los hombres también, ellos padecen mucho cuando las mujeres tienen una posición económica mejor, o una posición intelectual o cultural superior, y desde ese lugar muchas veces las mujeres dominan, sienten que tienen el control de sus hijos, descalifican o desautorizan a sus maridos delante de los hijos y eso es muy doloroso. En cuanto a ellas, la verdad es que sufren muchísimo la violencia, la propia, de sus maridos, la emocional, las amenazas de abandono, los celos.

 ¿Cómo reconocer esa violencia cuando empieza?

Lamentablemente no se reconoce al comienzo, sino mucho tiempo después, cuando las personas ya están enfermas, cuando su cuerpo estalló bajo la forma de enfermedades, o cuando están deprimidas, con angustia. Al principio lo naturalizan diciendo “en todas las relaciones pasa”, porque tienen miedo de darse cuenta de que hay que terminar.

Las características comunes que tienen las mujeres dependientes emocionalmente es que se han sobreadaptado desde chiquitas, son talentosas, inteligentes, buenas con el deber, y en mala relación con el placer, no logran disfrutar mucho de la vida, se cargan, no pueden poner límites, tienen una pobre autoestima y para regularla tratan de ser queridas por todos, cuidan de todo el mundo; sin darse cuenta, permiten el abuso, la explotación económica. De algún modo pagan por amor, y como el amor no se compra, es una mala compra. Sobreofertan para estar con alguien y solo logran que necesiten de ellas, pero no que las amen.

Lo importante es entender que la dependencia emocional tiene recuperación, los estilos de apego infantiles son una vulnerabilidad, son una tendencia, pero no una fatalidad, o sea podemos cambiar los apegos patológicos infantiles, por supuesto con mucho trabajo, con autoayuda, musicoterapia y, a veces, cuando se requiere, intervienen un siquiatra y la ayuda espiritual. La persona debe entender que el amor tiene que ser una experiencia saludable y hermosa que no lleva a morir, ni a matar ni a enfermar, y que amar, en última instancia, es desear el bien del otro, y si eso no pasa, no estamos hablando de amor.

 

Su centro. Trabaja con mucho énfasis en las mujeres
Ayuda. Hace 26 años tiene un grupo de apoyo en Argentina

 ¿Cómo sanan las personas que de niños se forzaron a sobreadaptarse y a ser adultas?

Las que tuvieron que cuidar de sus cuidadores suelen ser muy demandantes. La recuperación no es sencilla, implica el duelo de una infancia que no estuvo. Una cosa es elaborar el duelo por algo que uno perdió, y otra por algo que faltó. Cuando existe ese duelo, hay tristeza y dolor, pero con el tiempo internaliza eso que se perdió. Como dice Sabina, no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca sucedió. Es muy difícil porque hay una idealización de lo que no se tuvo.

¿Las personas que sufrieron mucho se anestesian?

Cuando llegan a una anestesia emocional se da lo que llamamos un apego evitativo, no es que no sienten, hacen como que no sienten. Internamente el eje del estrés se activa y con eso también la ansiedad, son personas que suelen enfermar y deprimirse, simplemente es un mecanismo de defensa, pero necesitan del afecto y del amor, tal vez mucho más que otros.

¿A los dependientes les importa el qué dirán?

Les importa mucho porque su identidad está dañada, entonces el otro los define. El otro es el que les dice: sos linda, inteligente, valiosa, buena, mala. Y ese juicio del otro tiene una importancia fundamental porque –como dijimos- son personas con una autoestima muy pobre, no confían en su propio juicio ni en sus percepciones. Se esfuerzan en ser personas necesarias y útiles.

 A la gente que ha pasado por la vida con dolor ¿qué tanto le cuesta dejar eso atrás?

Muchos pasan por la vida con dolor emocional sin buscarlo, pero a veces las personas se quedan en un lugar de sufrimiento. No es lo mismo dolor que sufrimiento, el dolor ocurre, ya sea por una pérdida, una muerte, un abandono; el sufrimiento es quedarse victimizado en el lugar. A veces se dan cuenta, pero se quedan prisioneros, como diciendo por qué me pasó. Hay que cambiar la actitud ante la existencia, no puedo pensar que iré por la vida por atajos, donde no me encuentre con emociones dolorosas, habrá momentos de angustia, de tristeza, soledad. La vida está llena de esas emociones. Temerles y taparlas es peor.

¿Cuáles son las secuelas físicas de vivir con el dolor?

No hay dolor en el cuerpo que no tenga algún correlato en las emociones. El estrés crónico pasa factura porque el cortisol alto genera las enfermedades propias del estrés, las cefaleas, problemas cardiovasculares, autoinmunes, colon irritable, eczemas en la piel, pérdida de memoria, trastorno del sueño y de la alimentación, depresión.