Alegría y temores. Como cuenta uno de los entrevistados, después de adoptar viene un periodo de tensión similar al de los padres biológicos. La vida en pareja cambia radicalmente y se forman nuevas rutinas. Incluso es posible que se produzca una ‘depresión post adopción’. Estos son algunos motivos 

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8 de abril de 2018, 4:00 AM
8 de abril de 2018, 4:00 AM

El tiempo de espera de la pareja o de la persona que decide adoptar es muchas veces angustiante. Fernando Pinto y su esposa, Sarah Cortéz, describe ese tiempo como infinito y cargado de una fuerte ansiedad. 

“Uno quiere que eso termine pronto, pero está supeditado al trámite burocrático judicial. El trámite que iniciamos con mi esposa concluyó cuando el Sereci (Servicio del Registro Civil) nos entregó el certificado de nacimiento con nuestra filiación”. 

Con el certificado concluye todo el trámite, que puede demorar hasta tres años, como en el caso de Fernando y Sarah, que adoptaron a Lucas. 
La pareja conoció a Lucas a los dos meses de edad. Cuando cumplió tres meses, ya lo tenían con ellos en guarda provisional, pero aguardando los informes de la Defensoría, de la Gobernación y de varias instancias más. 

Bajo el mismo techo
Cómo cambia la vida. En el caso de Fernando y Sarah, hubo un cambio radical. Estaban “como un niño con juguete nuevo”, sin desprenderse de Lucas y a ratos sin saber qué hacer con el juguete. La sensación embargó a Fernando, que es padre de una hija mayor, producto de su primer matrimonio.  

¿Voy a poder cuidarlo? Según Fernando, al poco tiempo se dieron cuenta que él y Sarah habían sincronizado sus rutinas con Lucas. Cuando el pequeño dormía y empezaba a moverse, ellos despertaban. “Era como si tuviéramos un sexto sentido. Despertábamos para ir a ver por qué se movió, como si fuéramos padres primerizos. Yo no soy primerizo, pero me vi contagiado por esa magia del niño y empecé a tener la sensación de ser primerizo”. 

¿Y si tiene alguna enfermedad? Javier Villa y su esposa (foto principal) adoptaron a Francisco. Su llegada alteró a toda la casa, en la que también vivía Agustín, el hijo biológico de la pareja. 

Los cuidados amorosos que los padres adoptivos brindan a sus hijos en nada difieren de los que reciben los hijos biológicos. Francisco lloraba mucho y los esposos se angustiaban porque no sabían qué podía haberle causado el problema. Cada dos días tenían que acudir a una atención de emergencia, hasta que detectaron que algo en el tercer mes de embarazo de la madre (una hemorragia, drogas o cualquier otra cosa) afectó su cerebro. 

¿Cómo será la relación con los hermanos biológicos? Francisco no puede hablar. Se comunica con señas y asiste a la escuela. Tiene dificultades con lectura y matemáticas, como muchos niños, pero las peleas con su hermano mayor, Agustín, son tan saludables y frecuentes como las de otros hermanos. 
Javier Villa cuenta que, al principio, Agustín soñaba que Francisco hable.

“Hoy no le importa. Pelean de igual a igual y se defienden afuera”, dice el papá.

Entre la hija de Fernando y Lucas hay una gran diferencia de edad. Ella tiene 29 años y está casada, y Lucas ha cumplido cinco. Desde que empezó el proceso de adopción, la hija mayor acompañó a su papá a visitar a Lucas al hogar donde estaba. Hay un contacto constante entre ellos. 

Las otras miradas 

¿Qué pasa si luce diferente? Un día, Javier y su esposa estaban de visita donde unos familiares. Estaban con sus hijos: Agustín, que tiene los ojos y la tez claros, y Francisco, que es moreno y tiene los ojos negros. Uno de los primitos, de corta edad, preguntó a la mamá: “¿Por qué Francisco tiene los ojos negros y Agustín no? ¿Es porque Agustín salió de tu panza?”. Se produjo, durante unos instantes, un silencio en el que los demás estuvieron incómododos, pero rápidamente vino la respuesta: “Sí, Agustín salió de mi panza y adoptamos a Francisco cuando tenía dos meses”. 

En la escuela, cuando a Javier le preguntan por qué sus hijos son diferentes, cuenta que uno de ellos fue adoptado y listo, el tema deja de ser tabú. 

¿Cuándo le cuento todo? Javier Villa es sicólogo, y según su experiencia, lo mejor es que los niños lo sepan desde temprano.  Fernando Pinto es abogado y sabe que la ley reserva al niño el derecho de saber su origen, aunque no establece ningún plazo. 
Fernando mira al futuro y ve que Lucas empezará a hacerse preguntas, porque su pelo ensortijado es distinto al lacio de su papá, y sus rasgos también difieren. Según calcula papá Fernando, eso ocurrirá a los 15 años. 

Javier Villa ha visto de cerca casos en los que los hijos se enteraron muy grandes de que habían sido adoptados. “Eso trajo problemas en la familia y terminaron en el sicólogo. Es un golpe muy fuerte descubrir algo que no sabía. El adolescente se siente engañado, hay rechazo, enojo y rabia. Es una experiencia dura”. Por eso considera que es mejor contarle cuanto antes. 

¿Y cuando sean grandes?
En la adolescencia es probable que ocurran cuestionamientos. Así como los hijos biológicos manifiestan que quieren irse de la casa por cualquier motivo, es probable escuchar decir a un hijo adoptivo esto: “No sos mi papá, no tenés derecho a educarme”. Villa sabe que esto puede suceder, así que no hay que perder la serenidad. 

¿Hay una depresión post adopción?
Así como en las madres que acaban de dar a luz-dice Villa- hay cambios hormonales grandes que a veces las deprimen, la primera época de cambiar pañales y ver la rutina alterada puede afectar a la pareja. Es normal. Así es cuando llega un hijo. 

MÁS CLAVES 

Hombre y mujer. Según el sicólogo Javier Villa, la idea de criar al hijo de otra persona no es tan fuerte. Se desarrolla la paternidad cuando el hijo está presente. En cambio, en el caso de las madres, el instinto de realizar cuidados es más fuerte. 

La pareja. Por lo general, los lazos se fortalecen después de la adopción. Es el caso de Fernando Pinto. Después de 15 años de matrimonio, ambos sentían que se habían desgastado. Lucas los transformó y los unió aún más. 

Confianza. Si el niño fue adoptado cuando ya era grande, hay que darle un tiempo para que las relaciones se afiancen. Quizá no sea conveniente llevarlo inmediatamente a múltiples actividades, hasta que se habitúe a la presencia y al cariño de su nueva familia. 

El ‘amor a primera vista’. A veces, no se lo siente desde el principio. Para que esto no genere culpa o ansiedad por pensar que no se desarrollará el vínculo, hay que considerar que es normal. La relación se irá cimentando poco a poco.  

Diferencias. Cuando llega el niño, la pareja puede darse cuenta de que sus ideas acerca de la educación son distintas. Será útil establecer pautas educativas generales en las que ambos estén de acuerdo.