En un año se celebran los Juegos Olímpicos en Japón. Pero una serie de escándalos tiene a la población preocupada, como si pesara una maldición sobre el mega evento Tokio 2020

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25 de julio de 2019, 6:02 AM
25 de julio de 2019, 6:02 AM

Por el corresponsal de RFI en Tokio, Gonzalo Robledo

En una concurrida ceremonia para celebrar que queda exactamente un año para el inicio de los JJOO de Tokio 2020, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, dijo  que “nunca había visto una ciudad mejor preparada” para el certamen mundial.        

En efecto, la segunda olimpiada de la capital nipona después de Tokio 1964,  tendrá lugar en un país que impresiona a los visitantes extranjeros por su infraestructura opulenta, la puntualidad y la alta tecnología de sus trenes, la robótica de consumo más avanzada del mundo y el alto civismo de su gente.

Pero mencionar “Tokio 2020” evoca en Japón una larga lista de escándalos, preocupaciones y premoniciones que podrían ser un catálogo pesimista de cosas que pueden salir mal cuando se celebra un mega-evento deportivo de talla mundial.

El inicio de la andadura tokiota en la olimpiada quedó salpicado con acusaciones de soborno para lograr la sede. El presidente del Comité Olímpico de Japón (COJ), Tsunekazu Takeda,  renunció en marzo pasado a su cargo por la presión de una investigación de la justicia francesa sobre sospechas de un pago de 2 millones de dólares que habría servido en la compra de votos para lograr los juegos.

Plagio y muerte

La alegría que conlleva la elección de un logotipo para el evento deportivo más grande que pueda celebrar cualquier país, duró hasta que el diseño japonés fue acusado de plagio. El primer logotipo de Tokio 2020, adjudicado al diseñador Kenjiro Sano, tuvo que ser retirado cuando se conoció que era muy parecido al emblema de un teatro belga diseñado varias años antes.

El diseñador belga inició una denuncia y Sano se defendió. Pero en las redes sociales sus paisanos compartieron muchos otros diseños firmados por él que se parecían como gotas de agua a trabajos de extranjeros. Un nuevo concurso fue convocado y el nuevo logotipo, que evoca diseños tradicionales japoneses y usa tres tipos de rectángulos para significar la diversidad, fue adoptado pese a convencer poco al gran público.

Si se toman como referencia el tamaño y el precio del estadio olímpico principal, el episodio más difícil de omitir en la futura historia de Tokio 2020 será sin duda la anulación del premio para construir el Estadio Nacional a la conocida arquitecta de origen iraquí Zaha Hadid.

El diseño de Hadid, descrito por sus detractores como un “descomunal casco de un ciclista cósmico”, costaría unos 2.000 millones de dólares y transformaría el centro de Tokio.

En una trama que originó acusaciones de chauvinismo y deslealtad entre colegas, un grupo de distinguidos arquitectos japoneses se manifestó en contra del proyecto de Hadid. El gobierno convocó un nuevo concurso y adjudicó el contrato a uno de los más encarnizados opositores de la célebre arquitecta: Kengo Kuma.

Hadid, quien acusó el diseño de Kuma, producido en 14 semanas, de ser muy similar al suyo -y rehusó firmar una cláusula mordaza exigida por Japón para renunciar a la autoría intelectual de su proyecto, falleció en Miami de un ataque al corazón en marzo de 2016 mientras recibía un tratamiento de bronquitis.

El diseño de Kuma redujo las dimensiones del estadio de Hadid, reemplazó donde se podía acero por madera, y rebajó la factura a 1.500 millones de dólares.

Un costo que supera los 12 mil millones de dólares

El ahorro sigue siendo un tema apremiante y la disyuntiva para gobierno y organizadores es cómo recortar gastos sin bajar la calidad de los eventos y sin que sufran los atletas.

La factura actual de Tokio 2020 sobrepasa los 12 mil millones de dólares. Varias federaciones internacionales, entre ellas la de judo, han manifestado su inquietud por un plan japonés para abaratar los escenarios de las competiciones, en especial las que tendrán lugar al aire libre.

Las altas temperaturas previstas durante los olímpicos, que durarán del 24 de julio al 9 de agosto de 2019 y serán seguidos por los Paralímpicos (del 25 de agosto al 6 de septiembre), es otro de los problemas que elevarán el gasto pues su solución pasa por comenzar eventos horas antes de que inicien los transportes públicos, y la instalación de kilómetros de duchas de brisa fresca en calles y recintos.

Con el fin de hacer frente a la previsible congestión del tráfico durante los juegos el gobierno está animando a las empresas a ofrecer vacaciones o iniciar proyectos de teletrabajo.

La olimpiada tendrá además el tema de la reconstrucción de las zonas afectadas por el triple desastre de terremoto, tsunami y accidente nuclear de 2011. Algunas competiciones tendrán lugar en Fukushima, la provincia afectada por el peor accidente nuclear después de Chernóbil y donde los trabajos de desmantelamiento de la planta accidentada acumulan a diario toneladas de agua contaminada.

Aunque  es poco probable que el aire y los alimentos representen un riesgo para los atletas convocados en Fukushima, la presión sicológica de estar en las proximidades de una zona radiactiva será sin duda un factor en las competiciones.

Además de deportes llamados a atraer al público más joven, como la escalada deportiva, el surf y el skateboard, Tokyo ofrecerá taxis ecológicos, traductores digitales, robots auxiliares en los mostradores y en los aeropuertos, además de la conocida precisión y seguridad de sus trenes.

Con su primera olimpiada de hace 55 años, Japón cambió la imagen del enemigo feroz de la Segunda Guerra por la de un país pacifista y laborioso que estrenaba el primer tren de alta velocidad de la historia. Con Tokio 2020, confirmará que sus famosos códigos de honor y su alto grado de civismo no lo hacen inmune a los males que aquejan otros países a la hora de organizar eventos mundiales.

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