La mayoría de los presidentes llegan debilitados, el anfitrión peruano cayó tres semanas antes de la cita. Son marcadas las ausencias de Donald Trump, que canceló a última hora por la crisis siria, y Nicolás Maduro, vetado.

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13 de abril de 2018, 7:08 AM
13 de abril de 2018, 7:08 AM

Latinoamérica no atraviesa una gran crisis económica. La mayoría de los países crece. Pero la corrupción y los escándalos han devorado a su élite. El apoyo a la democracia baja, varios líderes están al borde del abismo o ya de salida. En este contexto, este viernes comienza en Lima la Cumbre de las Américas, una cita regional importante, centrada precisamente en la corrupción. “Daña la gobernabilidad y la fibra moral, los ciudadanos demandan acciones, debemos buscar acuerdos”, clamó Martín Vizcarra. Él mismo es un símbolo: lleva tres semanas en el cargo porque su antecesor, Pedro Pablo Kuczynski, cayó por el caso Odebrecht, que ha arrasado la política regional y aún sigue causando estragos.

La corrupción puede paralizar Latinoamérica y frenar su recuperación. Vizcarra no disimuló la gravedad del momento en el que llegan a Lima buena parte de los presidentes de la región —con las sonoras ausencias de Donald Trump, que canceló a última hora por la crisis siria, y Nicolás Maduro, que ha sido vetado porque la mayoría de los Gobiernos le consideran un dictador— y lanzó un mensaje a decenas de empresarios reunidos en una cita previa a la cumbre: hay que acabar con los sobornos y obras amañadas. “Es necesario encarar de manera decisiva el problema de la corrupción. Todos los esfuerzos por nuevos empresarios se verán limitados si no combatimos los sobornos. La adjudicación direccionada de obras solo traerá insatisfacción de los ciudadanos y debilitamiento de las instituciones. Invito al sector empresarial a sumarse a esta cruzada”, dijo. No hay datos precisos de la corrupción, pero hay uno parcial que es demoledor: solo Odebrecht, la gran constructora brasileña, según el departamento de Justicia de EE UU, pagó 780 millones de dólares en sobornos.

Los datos de cómo afecta eso a las instituciones son muy claros. Según el Latinobarómetro, la encuesta regional más respetada, el apoyo a la democracia viene cayendo inexorablemente entre los latinoamericanos desde hace cinco años. Y la corrupción tiene mucho que ver. “Es como una diabetes invisible, la corrupción, la inseguridad y los abusos de poder son el trío que destruye la democracia. Estamos en una región en la que el sueño democrático se diluyó por las aspiraciones de poder de los líderes que pasaron por encima de la democracia, al menos en la mitad de los países latinoamericanos”, sentencia Marta Lagos, responsable de esa encuesta que cada año muestra una mayor insatisfacción con la élite que empezó cuando acabó la época dorada de las materias primas pero sigue ahora que las economías se están recuperando.

El 45% de los latinoamericanos consideran que viven en una “democracia con graves problemas” y el 12% cree que su país “no es una democracia”. Solo el 5% cree que vive en una “democracia plena” y la cifra no para de bajar. La insatisfacción con la democracia crece ininterrumpidamente desde 2009 después de unos años de bajada drástica mientras las aprobaciones medias de los Gobiernos han pasado del 60% de 2009 al 36% de 2017. La corrupción se ha colado por primera vez como cuarto problema, después de la economía, la pobreza y la delincuencia. En Brasil y Colombia es el principal problema.

Los ciudadanos parecen cada vez más indignados y los Gobiernos caen, como sucedió con el peruano, o están bajo mínimos en valoración, como le sucede al brasileño Michel Temer, que tiene en la cárcel al principal líder de la oposición, Lula da Silva, pero él mismo también está rodeado de escándalos de corrupción con su entorno más directo implicado y corre el riesgo de caer en cualquier momento. No son excepciones, los escándalos de corrupción afectan a gobernantes o exgobernantes en la mayoría de los países.

En este contexto de debilidad generalizada, solo se salvan algunos presidentes como el argentino, Mauricio Macri, que mantiene una valoración alta para la media de la región, el chileno Sebastián Piñera, que acaba de regresar al poder, el uruguayo Tabaré Vázquez, o el ecuatoriano Lenín Moreno, que conserva un fuerte apoyo aunque tiene problemas por su enfrentamiento frontal con el expresidente Rafael Correa. Otros están de salida como el mexicano Enrique Peña Nieto o el colombiano Juan Manuel Santos. El propio Temer también apura sus días en el cargo.

“El tema de la cumbre está bien elegido, el problema es que muchos presidentes se van a sentir incómodos hablando de corrupción porque les afecta. La región está creciendo, pero de forma mediocre, un tercio de Asia, hay nuevas demandas de sectores de clase media, que exigen a sus gobernantes medidas sobre corrupción, desigualdad e inseguridad. Va a ser muy importante ver qué medidas se toman en financiación de la política, transparencia con obras públicas y lavado de activos”, explica Daniel Zovatto, director de IDEA internacional para América Latina. El especialista recuerda que América Latina está “en el medio del superciclo electoral, 15 de 18 países tienen elecciones en tres años, tres grandes este mismo año. Son las elecciones del enojo y el descontento, el enfado está generando grandes niveles de incertidumbre en Colombia, Brasil y México”. Por eso la cumbre llega en un momento de gran inquietud y debilidad política en la región.

En otras cumbres de las Américas no hubo acuerdo en el comunicado final, pero esta vez Perú espera lograrlo. Las diferencias sobre otro asunto central del encuentro, la crisis de Venezuela, siempre complican cualquier consenso. Además, es la cita en la que Raúl Castro se despide de los encuentros internacionales, la última vez que un Castro protagoniza una cumbre latinoamericana, esta vez rodeado de presidentes muy debilitados.