El hecho ha dividido a la sociedad peruana. En su carta niega las acusaciones de corrupción y deja su cadáver “como una muestra de desprecio” a sus adversarios. La familia no aceptó los funerales como jefe de Estado ni ofrendas florales.

El Deber logo
20 de abril de 2019, 4:00 AM
20 de abril de 2019, 4:00 AM

Rodeado por banderas y entre cánticos militantes, los restos del expresidente peruano Alan García dieron ayer su último recorrido por el centro histórico de Lima acompañados por miles de personas, antes de ser conducidos hacia el cementerio donde serán cremados en estricta intimidad. Así se puso fin a la despedida del exmandatario, quien se disparó en la cabeza el pasado miércoles para evitar ser detenido acusado de actos de corrupción.

Tras un responso y la lectura sorpresiva de una carta que dejó antes de suicidarse, el féretro de García fue conducido en hombros durante unas doce cuadras desde la “Casa del Pueblo”, el local principal del histórico Partido Aprista Peruano (PAP), hasta la céntrica plaza San Martín.

Los restos del líder del movimiento que fundó en los años veinte del siglo pasado el ideólogo Víctor Raúl Haya de la Torre, fueron rodeados por una multitud que coreaba el tradicional lema “El Apra nunca muere” y “A más ataques, más aprismo”.

Sus seguidores también reiteraron sus insultos contra el Ministerio Público y la prensa de investigación, a la que culpan de “vendida” y de haber llevado con sus denuncias a la trágica decisión del dos veces exmandatario peruano (1985-1990 y 2006-2011).

En la plaza San Martín, la más grande y emblemática de Lima, escenario de grandes jornadas políticas y ciudadanas, se recordó que García dio un histórico discurso al volver a Perú tras casi una década en el exilio, en enero de 2001. García se dirigió en esa ocasión ante una multitud para declarar su emoción por estar de vuelta en su país y aseguró que quizá había muerto o estaba soñando, tras lo cual su discurso alcanzó el clímax cuando recitó fragmentos de la célebre obra teatral La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca. 18 años después, el féretro con su cuerpo llegó al mismo lugar para ser despedido en medio de un bosque de banderas rojiblancas de Perú.

Despedida

En una carta que dejó antes de suicidarse, García afirmaba que no tenía que sufrir “la injusticia” de ser detenido por presuntos actos de corrupción y que cumplió con su misión como político y gobernante.

“He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos, por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse”, señaló la misiva leída por su hija Luciana García.

Escribió que sus adversarios lo denunciaron durante más de 30 años, pero “jamás encontraron nada” y aseguró que “no hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza” porque “la historia tiene más valor que cualquier riqueza material”.

“Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano, por eso repetí otros se venden, yo no”, enfatizó.

En un acto simbólico, dejó como heredero a su hijo menor, Federico Danton, quien a los 14 años firmó sobre su féretro el documento que lo inscribió como militante del Partido Aprista.