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18 de mayo de 2018, 4:00 AM
18 de mayo de 2018, 4:00 AM
Con el alza salarial, el
pago del doble aguinaldo, la presión impositiva y ahora la subida del precio de la energía eléctrica, emprender o mantener una pequeña o mediana empresa será un acto de heroísmo en Bolivia. Difícil que un inversionista pequeño o mediano prospere y genere empleos formales en estas condiciones tan complicadas. Producir solo para sustentar al Estado o para cubrir únicamente una pesada planilla salarial es nada atractivo para el privado que asume riesgos. De mantenerse este escenario que desincentiva el emprendimiento, será más conveniente cerrar las empresas y dedicarse a la venta callejera de algo, sin tener que pagar tantos impuestos, salarios ni dobles aguinaldos.

 
Por un lado está bien reducir
las subvenciones para liberar al Estado de ciertas cargas que se deben destinar más bien a la infraestructura productiva y a la generación de empleos. Es más necesario hacerlo en un momento de desaceleración económica, en el que bajan los ingresos y suben los costos. Sin embargo, la medida no alcanza si hay despilfarro estatal en otros ámbitos. La austeridad debe ser realmente total y no de discurso o afectando solo a algunos. Es tiempo de que el Gobierno ajuste de verdad sus gastos  y que afine las inversiones en verdaderas necesidades como el incentivo a la producción. 

 

Para que la Alcaldía
y los vendedores informales no jueguen todos los días al gato y al ratón, es recomendable buscar, encontrar y ofrecer espacios adecuados para los comerciantes. No hay que bajar tampoco la vigilancia en los mercados reordenados. Y los que compramos, no alentemos la informalidad. 
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