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19 de mayo de 2018, 4:00 AM
19 de mayo de 2018, 4:00 AM

Hace 26 años, recorrí –ávido de descubrir la Bolivia profunda– la zona de Patacamaya y Coro Coro. Me impactó su grandiosidad y me deslumbró la vistosidad de la vestimenta colorida de los collas, que entraña el alma aimara, profunda, misteriosa, ancestral. Ahora, al retornar, te sorprenden los altos niveles de pobreza, los caminos angostos de tierra, la ausencia de una estructura productiva sostenible. Siegan todavía a hoz y cultivan sus tierras con el arado romano. 

Dos datos corroboran esta realidad lacerante de nuestro altiplano: muchas comunidades –Calacoto, Cacobiri, Callapa, Ulloma, Chapichipini, Quilloma, Tomata, Santa Rosa– carecen de agua para las personas y para los animales, y en tiempo de sequía tienen que andar hasta dos horas para encontrarla. El otro dato lamentable es que los alumnos invierten hasta cuatro horas para acudir a la escuela, a 3.000 metros de altura y 15 grados bajo cero, por sendas tortuosas. No se puede vivir así en el siglo XXI. Así lo entendemos las Fundaciones DISI, de Valladolid, y la de Hombres Nuevos, en Bolivia. 

El 7 de abril fue una jornada entrañable y solidaria. Celebramos con los aimaras de Quilloma, Tomata y Santa Rosa la construcción de tres internados, gracias a la colaboración generosa de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Valladolid. Una construcción sencilla, funcional, con todos los servicios, dirigida por el presidente de la Fundación DISI, José Antonio Cedrun; y los arquitectos, la española Yolanda Domínguez y el boliviano Alfredo Soliz; José Lino Rocha y Lorena Moy, de Hombres Nuevos; y la coordinadora general María Guarachi, aimara. También ya hemos iniciado el proyecto de agua para todas esas comunidades. 

Recorriendo aquellos caminos polvorientos e inhóspitos se levanta una pregunta: ¿Cómo es posible que en estos años de bonanza económica no les haya llegado agua e internados a estas comunidades para que los alumnos no tengan que caminar durante horas para ir a la escuela? Tal vez la causa radica en la Bolivia invertebrada, sumida en la corrupción, narcotráfico, contrabando y extorsión. 

Creo que los aimaras, los guarayos y todos los bolivianos –de alma sosegada y corazón abierto, pero sumidos en la pobreza llevada con dignidad– merecen atención, cuidado y ayuda. Pero eso llegará el día que nuestros políticos y la sociedad civil apostemos por el bien común y el cuidado de la ‘casa común’.

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