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18 de enero de 2019, 4:00 AM
18 de enero de 2019, 4:00 AM

La extraordinaria fortaleza de Bolivia al ser el quinto país del mundo con mayor biodiversidad, junto a la riqueza de su patrimonio cultural, contrasta con las débiles y contradictorias políticas de preservación y aprovechamiento de estas ventajas apostando al ecoturismo en lugar de perseverar en una visión centralmente ‘extractivista’ que refuerza la vieja cultura prebendal y rentista.

La información estadística sobre el sector de turismo en Bolivia es insuficiente. Se estima que el ingreso de divisas al país por este concepto fluctúa en alrededor de 800 millones de dólares, un monto equivalente a menos del 10% del total de exportaciones de bienes, generando empleo directo e indirecto para solo unas 250.000 personas y aportando con un escaso 4% al PIB. La contribución promedio del sector de turismo al PIB en el mundo supera con creces este porcentaje, lo que indicaría que Bolivia tiene un amplio margen para potenciar la ‘industria sin chimeneas’.

Según el Índice de Competitividad en Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial, Bolivia ocupa el puesto 100 entre 141 países, con 3.29 puntos sobre 7, lo que muestra que las condiciones que ofrece el país para el desarrollo del turismo son significativamente menores a las del promedio mundial y regional.

En los 14 subíndices que componen el índice de la competitividad en viajes y turismo, Bolivia tiene puntuaciones que están por debajo del promedio de la región en 13 de ellos y solo sobresale en uno, el de competitividad en precios, sobre todo por los bajos precios de la gasolina y el bajo costo de vida.

La competitividad en la industria turística no es una tarea exclusiva del Estado, sino que también depende mucho del aporte de los actores privados, por lo que es necesario buscar los mecanismos que permitan el concurso de ambos sectores, pero sobre todo definir la vocación del desarrollo nacional alrededor del ecoturismo, única manera de encontrar coherencia casi simétrica entre ecología y desarrollo.

La comprensión cabal de los determinantes del turismo en nuestra economía permitirá elegir los varios instrumentos de política pública para desarrollar este sector y asignar los escasos recursos estatales allá donde tengan el mejor retorno económico y social frente a otras necesidades de gasto e inversión.

Debe ponerse énfasis en la inversión pública para la dotación de una infraestructura que constituya un verdadero soporte al turismo: construcción de accesos por vía de carretera, aérea o fluvial a los destinos turísticos. Por otra parte, si bien Bolivia es un país seguro en términos generales, las variables peor valoradas son el escaso acceso a los servicios básicos sanitarios y al agua potable, determinando condiciones de riesgo para la salud de los turistas.

También será importante definir políticas en materia de impuestos para alentar el desarrollo del sector, como la aplicación de exenciones tributarias o la devolución del IVA en el momento de la salida del turista del país, además de incorporar los avances y las innovaciones tecnológicas y la integración de servicios en toda la cadena de valor, desarrollando plataformas que acerquen al turista con la diversidad de servicios y opciones en los que el sector privado tiene mucho que aportar.

Sin embargo, insistir en la promoción del ecoturismo bajo la modalidad del turismo comunitario como el eje de la transformación productiva y como factor para erradicar la pobreza y para contribuir la sustentabilidad ambiental y la preservación y valorización del patrimonio cultural del país, es uno de los temas de reflexión y debate al cual invito a los candidatos que se aprestan a terciar en la coyuntura electoral.

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