Opinión

Cara a cara

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3 de octubre de 2018, 4:00 AM
3 de octubre de 2018, 4:00 AM

Un día después del funesto fallo de La Haya se abrió una nueva etapa de beligerancia verbal, que ahora suma como objetivo a los jueces de la Corte Internacional. Evo Morales disparó contra los magistrados y, de paso, contra La Moneda, en tanto que el Gobierno chileno lo conminó a aclarar si acata el dictamen y condicionó el diálogo. El presidente boliviano dijo que respeta a la CIJ, pero no comparte su fallo al que llamó “injusto”. Adelantó que elevará una protesta a la ONU y que demostrará lo que considera “contradicciones”. En conclusión, se perfila un aumento de la tensión después del veredicto, cuando lo más pertinente debería ser la prudencia de ambos lados y el despliegue de esfuerzos para dialogar como buenos vecinos.

El 17 de octubre los representantes de Bolivia y de Chile se volverán a ver en La Haya, esta vez por el Silala. Sería horrible que nuestro país pierda otra vez, ahora en condición ya no de demandante, sino de demandado. En Chile temen que la Corte “compense” a Bolivia por la derrota del lunes. De nuestra parte, corresponde una defensa discreta y profesional, evitando repetir errores que nos llevaron a una tremenda frustración.

Los efectos electorales del fallo se sienten en Chile, donde el excanciller Heraldo Muñoz ya suena como presidenciable por su partido. Aquí también, ya que algunos opositores como Jaime Paz y Rafael Quispe responsabilizan a Evo Morales y hasta se ha pedido un juicio de responsabilidades.

Otro efecto del revés es la promesa gubernamental de potenciar el corredor bioceánico para unir Ilo con Santos, además de consolidar Puerto Busch. Hacerlo realidad da para largo tiempo, pero se deben ofrecer rápidas y claras señales de querer hacerlo, evitando nuevas y falsas expectativas.

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