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Cerrarle la puerta al mundo

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23 de diciembre de 2018, 7:00 AM
23 de diciembre de 2018, 7:00 AM

La multiviolación a una joven hizo cacarear al gallinero y la hipocresía volvió a salir a las calles con cara de vergüenza. Un grupo de jovenzuelos, a los que aparentemente no les falta nada, atestados de alcohol y droga llevó a una muchacha a un motel, donde la golpearon, la violaron, hasta dejarla en el umbral de la muerte.

Con fuertes epítetos se podrían calificar a cada uno de estos pequeños seres recién salidos de la pubertad con toda una vida por delante. Hoy guardan su tiempo en la cárcel con la espada de Damocles sobre sus hombros, con un presente funesto y un futuro indescifrable.

¿Pero cómo se llega a la escena de ese fatídico viernes de juerga? ¿cómo se logra tan desprolijo desbarajuste si no hubiese sido alimentado día a día en otros ámbitos, en otras películas, en otras conversaciones, en otras veladas, en otros salones y en otras aulas y sobremesas?

Dicen que los frutos no caen lejos del árbol. No son androides de otra galaxia. Forman parte de esta vereda, de esta calle en la que transitamos todos y de esta ciudad que nos cobija. ¿Pero cómo llegar tan lejos estando tan cerca? Ahora nos asombramos.

Complejo cuadro. Al escuchar a sus defensores la confusión aumenta. ¿quiénes son nuestros vecinos, qué valores estamos compartiendo, de qué nos reímos, qué aplaudimos, qué nos causa placer, qué nos revuelve el estómago y qué ciudad queremos para los que vienen? Todos somos jueces, pero nunca somos parte.

Todos señalamos, pero nunca hacemos nada. Conducimos sin mirar al otro, quemamos basura y contaminamos, desconocemos las normas y no asumimos ningún límite porque somos los dueños del pueblo y estamos orgullosos de serlo. Un ejemplo. Violamos todo el tiempo. Las normas, las buenas costumbres, el respeto, queriendo llegar primeros pisando al otro.

¿A quién le queremos ganar? ¿qué lugar pretendemos ocupar con este modo de vida? ¿En qué nos estamos convirtiendo? Las nuevas tecnologías, el acceso vertiginoso a la información, la capacidad de aprendizaje global en todas las áreas no son aprovechadas para el desarrollo.

La gran capacidad para mirarnos el ombligo. Pura superficie. El desarrollo pasa se desliza y se pierde entre los dedos mientras seguimos anquilosados sin pensamiento crítico, repitiendo los mismos prejuicios de siglos pasados. Ese anacronismo colapsó y aferrarse a ello es cerrarle la puerta al mundo

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