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14 de julio de 2018, 4:00 AM
14 de julio de 2018, 4:00 AM

Trece vidas se salvaron de una muerte lenta, angustiante y quizás aterradora. El gobierno de Tailandia no escatimó esfuerzo, ni económico ni humano. Movilizó tropas especiales, aviones, helicópteros, bombas de agua y más en la cueva. Con el monzón a la puerta y con las lluvias torrenciales acercándose a velocidades máximas, fueron valiosos los buzos, la estrategia estudiada y la acción de extranjeros (de hecho fueron unos ingleses los primeros en llegar y ver a los sobrevivientes). 

La comunicación con el mundo exterior fue posible. Los damnificados estaban ahora con la esperanza, y con la casi seguridad, de que pronto saldrían de ese infierno oscuro, rocoso y húmedo.

Sacaron a todos, el mundo sonrió otra vez, como cuando rescataron a los mineros en Chile. Toda la solidaridad con ellos, sus familias y su país.  No hubo ni una palabra fuera de tono, sino agradecimientos, héroes, abrazos de felicidad y llanto de satisfacción.

Los virtuosos extranjeros, los policías, los bomberos, los de tropas especiales, todo el mundo estaba agradecido, la prensa internacional clamaba a toda luz las virtudes de estos ciudadanos. 

Mientras en la mar, la bella mar se traga cientos de miles de refugiados. Niños, jóvenes, adultos, madres e hijos. Y nadie dice nada; al contrario, Italia cierra sus puertos, Malta hace lo propio. Meten a juicio a unos voluntarios por el pecado de salvar vidas humanas y la prensa calla. La televisión no presenta planos ni maquetas de un viaje de miserias, escapando de su pobreza y de las guerras, que no las causaron ellos, sino nosotros. 

Nosotros, por ser los que con el silencio abogamos por mantener a estas almas fuera de nuestras fronteras, nosotros que no mostramos cómo el Mediterráneo se ha convertido en una tumba de pobres y miserables incógnitos de la historia de esta humanidad. El holocausto ahora es negro, es marrón, ahora es árabe y africano. Ellos no cuentan en la gama de los virtuosos, ellos son ‘carne’, como dijo el fascista italiano de un gobierno. 

En EEUU, otro criminal de categoría indescriptible encierra bebés en jaulas y nadie dice basta en voz alta, tan alta como la que se mostró cuando los 13 rescatados salieron a la luz universal.  Los españoles que dieron refugio a 600 almas han sido criticados por partidos de derecha que ahora se vanaglorian de ser los defensores de naciones con banderas imperiales. Esos gobiernos han sido elegidos por gente que ha puesto su voto en personas que humillan la misma esencia de la humanidad.

Los tailandeses merecen todo nuestro apoyo y solidaridad tanto como los inmigrantes del globo. A ver, que nos muestren las maquetas de los viajes de hambre y desesperación de los que escapan de las guerras y de la pobreza. Que nos muestren las condiciones de oprobio en los campamentos de refugiados. Que aplaudan a los voluntarios en alta mar salvando vidas. Que la prensa critique a los que insultan a los refugiados. A ver, que los gobiernos dejen de ser tan cómplices de la muerte de miles en el Mediterráneo, por callar.

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