Opinión

De Brasilia a Caracas

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12 de enero de 2019, 4:00 AM
12 de enero de 2019, 4:00 AM

En un espacio de diez días S.E., haciendo gala de una insólita ubicuidad, ha estado presente en la asunción del mando de Jair Bolsonaro en Brasilia y en la retoma presidencial de Nicolás Maduro. El primero elegido democráticamente y el segundo, como todos sabemos, en un desvergonzado asalto al poder, por encima de todas las normas y haciendo gala de un cinismo sin límites.

S.E., acompañado de su exótico canciller, hizo de tripas corazón para ir a estrecharle la mano a Bolsonaro, adversario irreconciliable de Lula, reivindicador de las posiciones de derecha, un modelo acabado de lo que S.E. ha detestado y repudiado a los cuatro vientos. Pero hizo muy bien en ir porque cuando se trata de Brasil no valen pretextos. Además de que S.E. había tenido el raro privilegio de ser invitado, lo que no sucedió con sus amiguetes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Bien que fuera S.E. y hay que reconocerlo así. Brasil ha sido y seguirá siendo un vecino cuya amistad se debe cuidar mucho, porque desde que el general Banzer se empeñó en construir el gasoducto en 1974 (lo que le significó recibir mil injurias y un juicio de responsabilidades de quienes después aprovecharon de las ventas de gas), esos ingresos nos han dado de comer, es decir, que el gas ha sido “el sueldo” que recibió Bolivia. Por supuesto que esto no relega la importancia de lo que fueron las ventas a Argentina, sin cuyos cheques mensuales hubiéramos hambreado.

Hoy, décadas después, el gas sigue siendo vital para la sobrevivencia de Bolivia. S.E., tal como afirmó que seríamos la Suiza de América, dijo también que Bolivia sería el centro energético de Sudamérica, pero tuvimos que conformarnos con lo que somos, apenas un país productor. No se han descubierto nuevas reservas lo que sí ha sucedido en Brasil y Argentina. Además de que ha bajado el precio del gas y no se ha podido cumplir los contratos con nuestros dos compradores. Eso, aunque el ministro de Hidrocarburos diga que estamos pasando de la época de oro del gas a la época del platino, deberíamos preguntarnos: ¿no estaremos más bien camino de la época de la chatarra?

Bien que haya ido S.E. a Brasil, aunque su diplomacia debió ser más previsora. Lo cierto es que la troika Choquehuanca-Huanacuni-Pary no ha sido lo mejor que podía esperar la Cancillería nacional en 13 años. El presidente Piñera ya anunció la construcción del corredor bioceánico que de la costa brasileña pase por Paraguay y Argentina hasta los puertos chilenos. Al parecer nos capujaron nuestro viejo proyecto, que nació como el ferrocarril Santos-Arica, hoy transformado en un corredor bioceánico que remataría en Ilo, Perú. Pues parece que Chile nos ganó de mano, además de que Piñera ha anunciado un TLC con Brasil y lo ha invitado a participar de la Alianza del Pacífico, mientras que los bolivianos seguimos aferrados al ALBA. Al contrario de lo que afirma el canciller Pary (que no sabemos dónde vive), este 2018 fue funesto para nuestra diplomacia, porque estamos perdiendo el Pacífico y el Atlántico de un solo escopetazo.

El hecho es que S.E. también ha viajado a Caracas, a la retoma del mando de Maduro, lo que es una vergüenza. Opuestos a todos nuestros vecinos que no han asistido a la farsa, contrarios a la Unión Europea y EEUU, el canciller del sombrero seguramente que no tuvo coraje para convencer a su jefe que viajar a aplaudir a Maduro sería un enorme desprestigio. Ir a Caracas ha sido algo que deploramos los bolivianos, y les decimos a los venezolanos que se trata de una fantochada masista y no de un sentimiento nacional; que S.E. no nos representa y que les deseamos todo éxito a quienes, como ellos, luchan por su libertad, que están muy cerca de lograrla.

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