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19 de mayo de 2019, 4:00 AM
19 de mayo de 2019, 4:00 AM

El asunto de la empresa Neurona grafica a la perfección lo que es un modelo de negocios tan usual en economías dominadas por un “capitalismo de camarilla” (o “capitalismo de caras conocidas”). Un capitalismo de amigotes que ganan contratos gracias a su red de contactos con gente del Gobierno. Por supuesto que la empresa que gana nunca es la mejor, sino la más leal al “proceso de cambio”. Hay pocas dudas sobre la calidad de estos ‘empresarios’: son malos y su producto estrella –el documental El robo- habla por sí solo. Se trata de un cuentito de malos y buenos con final feliz. Los malos fueron los neoliberales que rifaron el país, los buenos los revolucionarios que vencieron a esa lacra.

¿Se puede permitir que alguien presente un guion tan abrumadoramente obvio? No se busca calidad, se busca voceros del minibús gubernamental. En ese sentido, lo que me interesa destacar es que la culpa de que el señor César Hernández haya llegado al país ha sido endilgada a la persona que auspició una cena en 2014: la conductora de Esta Casa no es Hotel, Susana Bejarano. Se deja entrever la posibilidad de que sea cómplice al haber realizado una nueva cena en 2016 con los mismos señores ya pringados de contratos. De “voluntarios” del “proceso de cambio” en ese año de elecciones presidenciales, a prósperos empresarios dos años después. ¿Cabe alguna duda de la complicidad? Pues sí, yo dudo. No creo que el problema sea identificar a un culpable. ¿Significa que la persona sindicada es inocente? Tampoco.

El problema es darnos cuenta de que lo censurable es que el asunto es impersonal. Se trata de un modelo que funciona, al margen de alguna persona de carne y hueso. ¿Cómo puede ser eso? Hay tres elementos que aclaran.

1. Hay mucha plata para publicidad. Ya en la elección de 2014 el Gobierno llegó a usar $us 150 millones aproximadamente (datos del investigador Julio Linares) en su campaña mediática. Ese monto no lo conseguiría el conjunto de oposiciones políticas de toda la historia de Bolivia para llevar adelante toda su campaña y, sin embargo, es el monto que maneja el MAS tan solo para el capítulo medios-redes. ¿Llegará toda la oposición a lo largo del siglo 21 a juntar un tercio de ese dinero? Lo dudo, y lo más preocupante es que este año el MAS usará iguales o mayores montos. La constatación es: hay plata y los contratistas deben estar atentos.

2. El MAS no dispone de esos recursos de forma abierta y competitiva. La plata es solo de ellos y está lista a ser entregada en forma directa. ¿Competencia entre empresas? Por supuesto que no. Se da el dinero a quien se vea por conveniente.

3. ¿Y a quién se lo entrega? Precisamente a los Hernández/Iturri/y un largo etcétera de leales a toda prueba. La forma de distribución es clánica: solo se da a los amigos, parientes, conocidos, conmilitones y demás militantes. Hay plata y se entrega arbitrariamente a quien ‘desde arriba’ se decida y, de yapa, no menor, se entrega solo a aliados de esta revolución antiimperialista de izquierda.

¿Qué se pretende enfatizar? Que lo de menos es lo de Neurona. Es solo el ejemplo fotografiado de cómo funcionan las cosas. Estamos distraídos auscultando cómo se ‘agarraron’ de Bs 12 millones los amigos mexicanos, cuando en realidad hay otros tantos $us 148.800.000 fluyendo de la misma o similar manera en juego.

¿Había que haber recomendado a esta empresa para que gane o, peor aún, hay que haberle ‘sacado’ una coimita para que les dé el contrato? Por supuesto que no: solo hay que asistir a cenas. No tienen siquiera que hablar del asunto. Causan gracia las explicaciones que se dan: “Pero en esa cena ni siquiera hablamos de El Robo. ¡Claro que no! Pero tampoco hablaron de los crímenes de Maduro contra su pueblo, del vergonzoso accionar de un Tribunal Electoral privatizado por el Gobierno o de las infamias contra el candidato Mesa. ¡No pues! Da igual lo que hablaron, lo cierto es que reforzaron con total seguridad el discurso mentiroso e inmoral del Gobierno. A eso se llama habitus de acuerdo a Pierre Bordiue y ese habitus se fagocita a quienes se meten en el centro de un determinado escenario.

He ahí cómo funciona este modelo de corrupción solidificado por el MAS: de forma impersonal. Nadie es culpable pues, pero todos los son al consentir estos lazos establecidos en lo que el antropólogo Javier Auyero llama la “zona gris” de la política, donde las cosas no se deciden de forma transparente y legal, pero tampoco lo hacen de manera secreta e ilegal. Ni legal, ni ilegal, ni culpable, ni inocente. Pero si inmoral.

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