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15 de marzo de 2019, 4:00 AM
15 de marzo de 2019, 4:00 AM

La crisis humanitaria de Venezuela nos hace pensar y recordar lo que el economista Gunnnard Mirdal nos indicaba, que los países son pobres porque son víctimas del “círculo defectuoso” de la inversión. Él decía que los países se empobrecen cuando ni el Estado ni los privados hacen inversiones; por tanto, se deriva el empobrecimiento. Y la pobreza genera miseria, hambre y especialmente la desnutrición de la sociedad.

Y hablamos de una desnutrición no solo proteínica sino también en lo mental. Las sociedades pobres, si no hacen esfuerzos para salir del hambre y de la miseria, se degeneran, se enferman y colapsan. Y lógicamente ese esfuerzo se hace cuando los políticos y gobernantes consideran que la pobreza, el hambre y la miseria son los principales enemigos de la sociedad. No como está sucediendo ahora. El Gobierno y la oposición no se dan cuenta de que el problema no es la política.

La situación desde 2009 no ha cambiado mucho. Una ONG llamada ‘Hambre en Bolivia’, realizó una encuesta que indicaba que, cerca del 20% de los niños en Bolivia hasta los 9 años, no consumen productos cárnicos y el 21%, entre los 4 y los 8 años, no consumen lácteos. Es más, el estudio aseguraba que la mitad de ese mismo grupo poblacional ni siquiera tenía acceso a una proteína tan básica como es el huevo. Esto sin detenerse en otros aspectos de la encuesta donde se habla de la baja ingesta de frutas y verduras. Aterrador este panorama y lo paradójico es que buena parte de estos niños viven en las áreas rurales, donde se produce la comida que consumimos todos los bolivianos.

La proteína de la carne y la leche son esenciales en el desarrollo físico y mental en las primeras etapas de la vida. El país está levantando niños mal nutridos sin ninguna expectativa de vida, muchos de los cuales hoy refuerzan las filas de viven en las calles ante la imposibilidad de tener acceso a una buena educación y a un futuro laboral que les permita llevar una vida más digna. Son pequeños que no han tenido infancia, son niños tristes que se convierten en adultos antes de los 14 años. Nuestra niñez enfrenta un futuro incierto cuando se mezclan el hambre y el analfabetismo.

Aunque tenemos claro que esta problemática y su solución es responsabilidad -en buena parte- de las entidades del Estado, los líderes y quienes conocemos muy bien al sector agropecuario, no podemos permitir que estas cifras continúen creciendo. Promovamos la creación de escuelas en las veredas o cerca de nuestras empresas ganaderas y emprendamos programas orientados a contribuir con la nutrición de nuestra población infantil y a generar políticas de orden social que involucren a la familia campesina.

Esta invitación es a todos los que trabajan en el campo, a los ganaderos, forestales, agricultores, mineros y otros que se encuentran en las aéreas rurales a no perder la sensibilidad social, pues no debemos olvidar que, especialmente los cruceños, producimos dos de los productos básicos más importantes de la canasta familiar esenciales para el desarrollo físico y mental de nuestros niños y de todos los bolivianos: la carne y la leche.

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