Opinión

Devaluación y crisis en Argentina

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14 de mayo de 2018, 4:00 AM
14 de mayo de 2018, 4:00 AM

Los argentinos viven desde hace años obsesionados con el dólar. Tras muchas devaluaciones y desilusiones, la gente se “dolarizó”. La casa, el auto, el crédito, lo que sea, en fin, se paga en pesos, pero el cálculo del valor dólar está siempre ahí, porque las convulsiones vinculadas con la divisa estadounidense han sido recurrentes. Cada tanto se pregona la estabilidad; inclusive hubo paridad de uno a uno con el dólar. Esa “convertibilidad” impuesta durante el gobierno de Carlos Menem se derrumbó tras los acontecimientos de diciembre 2001 que ocasionaron la caída del entonces presidente Fernando de la Rúa. Luego se produjo la cesación de pagos de la abultada deuda externa.

Desde la década del 30 del siglo pasado el país platense se ha caracterizado por sus crisis cíclicas en lo económico y que inevitablemente han repercutido en lo político. Se cuenta que cuando un periodista le preguntó a Jorge Luis Borges -en medio de una más de las tantas situaciones críticas-  si la Argentina ya había tocado fondo, el ilustre escritor respondió sarcásticamente: "No, la Argentina tiene la peculiaridad de hundirse indefinidamente”. El actual mandatario Mauricio Macri heredó una economía artificial fruto del populismo del matrimonio Kirchner. Subsidios por doquier y controles cambiarios, ocultaban la gravedad del problema. Al inicio de su mandato Macri sinceró la economía, liberó el tipo de cambio y progresivamente retiró los subsidios, aunque en medio de protestas. Pese al torrente inflacionario, se crearon precarias condiciones de estabilidad y se aprovechó al dólar, por estar barato y con bajos intereses. Súbitamente el dólar se fortaleció y subieron sus tasas de interés, generando la fuga del capital “golondrina”. La presión sobre el peso argentino se hizo inevitable.

Argentina -además de inflación- tiene déficit fiscal y de balanza de pagos. Para colmo, varios desastres naturales perjudicaron las cosechas de granos y se exportará menos. Si Macri logra el acuerdo de préstamo contingente (“stand by”) con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una entidad muy antipatizada en la nación vecina, se le impondrá reducir el gasto y deberá disminuir el plan de obras públicas, orgullo de su gestión y uno de los seguros que tenía para ganar los próximos comicios. Este panorama complicado -a solo un año de las elecciones- abre posibilidades para el retorno de los peronistas al poder. Habrá que ver si el ala moderada se impone o lo hace el ala dura del kirchnerismo, sin descartar una sorpresa del propio Macri. Como sea, los augurios a corto plazo no son buenos. La crisis no se resolverá fácilmente.

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