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14 de agosto de 2019, 4:00 AM
14 de agosto de 2019, 4:00 AM

El domingo, 4 de agosto, Página Siete publicó un artículo del politólogo argentino Vicente Palermo titulado Discutir el impuesto a la herencia. En el artículo, Palermo argumenta la necesidad de “restituir el impuesto a la herencia” abolido prudentemente en Argentina a nivel federal hace más de cuatro décadas. El argumento central es que este impuesto es necesario para combatir la desigualdad económica que, de acuerdo al autor, es una “pesadilla” que “está a la orden del día y proyecta su sombra sobre lo mucho que falta del siglo XXI”.

El artículo de Palermo es una lamentable muestra de la patológica obsesión que tiene la izquierda con la desigualdad económica. Los zurdos no pueden sacarse de encima la idea de que la desigualdad económica es la causa de todos los males (particularmente de la pobreza) y por lo tanto no escatiman esfuerzos para combatirla.

Tan fuerte es su obsesión que les importa un pepino los fundamentos económicos y morales que sus descabelladas propuestas pisotean. Le meten nomás. Hoy es un impuesto a la herencia (que en Bolivia lamentablemente ya existe) y mañana se inventarán otros, siempre con el perverso afán de igualarnos.

¿Hasta cuándo con esta cantaleta? ¿Cuántas veces hay que decirlo?: ¡la desigualdad económica no es intrínsecamente mala y definitivamente no es la causa de la pobreza! La economía no es un juego de suma cero en la que lo que uno gana es lo que otro pierde. Que uno acumule riqueza no significa que otro acumule pobreza. De hecho, es exactamente al revés.

La única forma de acumular riqueza honestamente es vendiendo o proveyendo un bien o servicio que la gente quiera comprar. Y si la gente lo quiere comprar es porque ese bien o servicio le hace a la gente la vida mejor. Es decir, uno puede acumular riqueza solo haciendo que los demás también lo hagan. La desigualdad económica, por lo tanto, no genera pobreza, es simplemente el resultado de una sociedad libre en la que cada uno mejora en términos absolutos cuando a alguien le va bien. La desigualdad económica es solo un síntoma de que la economía de un país está creciendo y reduciendo, por lo tanto, los niveles de pobreza.

Si uno entiende lo anterior también tendría que entender que la mayoría de las herencias solo son el resultado de un trabajo honesto que le hizo la vida mejor a los demás miembros de la sociedad. Las herencias son, además, el perfectamente legítimo deseo de los padres de dejar el fruto de ese trabajo honesto a sus hijos.

El argumento de Palermo aquí es que el impuesto a la herencia hace más iguales las condiciones de partida de cada niño y su futuro más dependiente del mérito propio. Pero eso es ridículo. Los hijos de Messi tienen genes mucho mejores para el fútbol que los míos y, por lo tanto, probablemente acumularán mucha más riqueza que los míos (independientemente de si Messi les deja plata o no).

¿Deberíamos entonces también tratar de igualar la herencia de genes? ¿O amarrarles las piernas a los hijos de Messi para que no sean mejores al fútbol que los demás niños? ¿Deberíamos regular que los padres lean a sus hijos el mismo número de horas para que así nadie tenga ventaja? ¿Deberíamos, en suma, controlar todo lo que las familias invierten en sus hijos para asegurarnos que el éxito o fracaso de cada niño sea solamente explicado por el mérito propio? ¿Se da cuenta de la desfachatez del argumento izquierdista? Pero ellos le meten nomás. Ya es hora de pararles el carro.

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