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19 de marzo de 2019, 4:00 AM
19 de marzo de 2019, 4:00 AM

Anoche quise alejarme de mí mismo, pero ya mi cuerpo estaba ausente, en mi alma había amanecido el laberinto y me sentí como una nube negra a punto de soltar la lluvia; me sentí nostálgicamente vivo y cerré los ojos para buscar respuestas en mi interior. Como Teseo, necesité recobrar el hilo de Ariadna para salir del laberinto.

Voy a cumplir sesenta y dos años y me identifico con este poema sufí de Hazrat Inayat Khan: “Conocí el bien y el mal, pecado y virtud, justicia e infamia; juzgué y fui juzgado, pasé por el nacimiento y la muerte, por la alegría y el dolor, el cielo y el infierno; y al fin reconocí que yo estoy en todo y todo está en mi”. No soy lo que alguna gente supone que debo ser; pero soy lo que mi yo quiere que sea, con mis defectos y mis escasas virtudes.

He publicado varios libros, parecen más de los que son porque muchos de ellos han sido reeditados en el exterior; no soy un escritor tan prolífico como quisiera serlo y todavía tengo mucho que contar. Así que, reconociendo que estoy en la sala de preembarque, he decidido priorizar algunas cosas en mi vida. Un breve recuento literario me dice que he presentado más de doscientos libros de otros autores, así como que he escrito un número similar de prólogos y contratapas para amigos, desconocidos y hasta enemigos que se tiene a veces sin saberlo, porque a estas alturas de los siglos la Caverna de Platón sigue estando en la mente de algunos necios, pero sería muy triste no tener nada que nos envidien. No me arrepiento, en su momento lo hice por cariño o por solidaridad literaria; sin embargo, he decidido ya no hacerlo más, porque me quita el tiempo necesario para dedicarlo a lo que realmente amo: leer, escribir, compartir con mi familia y tomar café con mis amigos.

Este año me hice algunos compromisos que voy a cumplir, como organizar encuentros literarios y editar en el exterior un par de antologías de poesía y cuento en las que voy a incluir, como siempre, a las nuevas generaciones; estas antologías se van a sumar a las que ya publiqué con prestigiosas editoriales que me permiten difundir la literatura boliviana. Me siento orgulloso de lo que hice en estos años que elegí ampararme en mi mismo y dejar la farándula; ahora creo que necesito tiempo para concluir un par de novelas, poemarios y ensayos, para preparar mis clases universitarias que me dan de comer y mis talleres de literatura en los que yo soy el que más aprende. Mientras cae la tarde de la vida sobre mis pasos, veo mi sombra reflejada en lontananza y sé que soy aquel hacia donde voy.

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